El Vigésimo-sexto Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

El Vigésimo-sexto Concurso de Arte Eduardo León Jimenes

Es indiscutible que el Centro León asume un liderazgo nacional e institucional para el arte contemporáneo, y, en buena medida, lo hace a través del Concurso de Arte Eduardo León Jimenes. Nacido en el 1963, ese certamen, en constante evolución, consulta y cuestionamiento, ha celebrado su vigésimo sexta edición y acaba de otorgar los premios que le corresponden.

Esta premiación, inobjetable –¡casi nunca expresamos un juicio de valores al iniciar un artículo crítico!–, la acogemos en un sentido global, agregándole las menciones y el premio especial de residencia.
Si algún reparo puede externarse es que unas cuantas obras entre las seleccionadas hubieran merecido una distinción especial, pero, siempre y lógicamente, reglamento y jurado disponen límites a los galardones.
Ahora bien, si estos difieren jerárquica y materialmente, observamos, en cuanto a nivel y originalidad, elaboración y acabado de obras, una equivalencia cualitativa muy pocas veces alcanzada.
El jurado –que también tenía a su cargo la selección–, integrado por Alanna Lockward, Guadalupe Alvarez y José Roca ha hecho una labor encomiable e indiscutible.
Reflexiones necesarias. Probablemente, pese a resultados que estimamos muy satisfactorios en la premiación y en la selección –con sus pocas excepciones–, el próximo concurso conocerá leves modificaciones, producto de debates profesionales e intercambios con el público. Es parte de un proceso institucional. Sin embargo, aunque no lograra un consenso –favorable– en todos los sectores, el “nuevo” Concurso E. León Jimenes está ya definido y difícilmente podría retroceder.
Como identidad propia, no forzosamente se interesa en producir un arte para todos, ni en fabricar notoriedades, y menos en caucionar las ya existentes.
Afirmamos que los cambios introducidos ciertamente dieron al concurso un rumbo desconocido entre nosotros, priorizando sino imponiendo, la vía digital desde la documentación exhaustiva y los pronunciamientos conceptuales de los candidatos hasta sus participaciones.
Ya no solamente se someten obras hechas –la opción queda–, sino proyectos a ejecutar, esmerados en su presentación y estudio preliminar.
Esta segunda alternativa fue la que ha retenido mayor atención y ha dado sus frutos en esta edición. La consideramos por cierto mucho más interesante, madura, equilibrada, aun… más exigente que en el bienio anterior, siendo a la vez menos desacralizante, iconoclasta y agresiva, a pesar de la diversidad de las propuestas. Hay una gama de materiales, de ensamblajes, de técnicas, de experimentos, que tienden a instaurar e instalar una nueva relación con el arte.
Decía Jean Dubuffet, famoso mentor del arte bruto o arte marginal: “Es el arte falso que más parece ser el verdadero, mientras el verdadero no parece serlo. Ello hace que uno se equivoque y que muchos se equivoquen”.
Él decía también que se trata de un arte cuyo autor no busca ser reconocido por su nombre.
Esta sentencia podría aplicarse al Concurso Eduardo León Jimenes… a esas alternativas que postula en prácticamente todas las obras admitidas, y a varios de los artistas presentados cuyos nombre y personalidad, vocación y vigencia descubrimos ahora. Obviamente, han triunfado formulaciones artísticas distintas, con un arte joven en todos los sentidos, incluyendo la edad de los artistas.
Respecto a la presentación, se ha dado realce a las obras mediante una museografía simple y depurada, que propicia, más aun obliga, a la lectura individualizada de cada pieza, siendo casi todas instalaciones, “performances” o videos, a menudo integrados… El conjunto se ve coherente, articulado y atractivo, un éxito dentro del espacio, difícil e inmenso, de la segunda planta del Centro.
Por otra parte, y esta es una iniciativa excelente, hay para cada obra exhibida una documentación completa que el visitante puede llevarse, conservar y volver a consultar.
Un pequeño desplegable contiene datos cuantiosos acerca del concurso y del concursante. También propone una definición de la obra, su interpretación y las motivaciones del jurado. Esto, que nunca se había hecho, contribuye a la apreciación de obras no convencionales.
Es un ejemplo a repetir e institucionalizar: permite al público familiarizarse con el arte contemporáneo y prolongar la reflexión… hasta en su casa.
Ópera prima. El arte contemporáneo tiene una trayectoria múltiple y prácticamente sin fronteras.
Ahora bien, en esta 26 versión del concurso, no se trata solamente de una gran libertad de expresión, formal y genérica. Hay una significación profunda, a menudo crítica y acorde con el mundo de hoy: las obras, comprometidas en sus énfasis respectivas, interrogan la sociedad y/o la historia, muestran una preocupación ecológica, se sumergen en los meandros de la psiquis, en fin proclaman que el arte, si no puede cambiar los poderes, debe tomarse en serio y aportar su contribución a la revisión de valores.
Nos limitaremos hoy a un breve comentario sobre dos obras, siendo cada una “opera prima” que inicia el itinerario creativo de sus autoras y su participación en un concurso. Son la pintura-instalación de Andrea Ottenwalder, “Sin título”, y la instalación-pintura de Karol Starocean, “The Big Vaina”. Si unos curadores acompañaron sus procesos, ellas estuvieron bien acompañadas…
Obviamente, el biombo pintado por Andrea Ottenwalder, una pieza exquisita, llama muchísimo la atención, tal vez porque, aparte de su calidad y factura impecable, es la obra más accesible. Mención de honor, premia a una artista de 21 años, superdotada y precoz. No solamente ella fija y se fija en los motelesarrow dominicanos –exterior e interior–, enigma para quienes no los frecuentan, dándole su color y luminosidad hollywoodense, también –es lo más difícil–, aplica preceptos del arte oriental, al exaltar la estructura lineal, organizar la composición, yuxtaponer arquitectura y paisaje. Hermoso y contundente…
Premio igualitario, Karol Starocean, entre mosaico de cuadritos y cuadernos, reúne una cantidad de informaciones personales y confidenciales, eco de su interior y sus vivencias. Ella nos hace viajar en el tiempo y sus espacios íntimos, en su aproximación al mundo, una transposición de palabras, arte “naïf”, “comics” y mucho más. Sorprende hasta el título lúdico de la obra…
Habría que volver para sentarse –¡la instalación incluye mecedoras!– y disfrutar estas memorias. (continuará).

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