Con toda la razón algunos especialistas y autores han afirmado que Pierre de Coubertin, el principal propulsor de los Juegos Olímpicos Modernos, jamás previó la indisoluble armonía que iba a matizar tanto las relaciones del deporte y el espectáculo. Los cambios sociales de nuestros días que se aluden como acompañantes de los gestos deportivos obedecen a la inexpugnable fuerza del vitalismo humano, que es gesto expresivo y creativo.
El gesto lúdico se caracteriza porque no es un movimiento programado ni sometido a un entrenamiento previo, mientras que el gesto competitivo es todo lo contrario, es esa realidad entendida desde una opción de lucha, oposición y superación en el marco de unos reglamentos pre-establecidos.
A través del deporte espectacular, afincado en el alto rendimiento y el profesionalismo puro, se hace necesario advertir que el tránsito del gesto lúdico al gesto competitivo, se requiere un tratamiento humano y técnico de exquisita minuciosidad (Coca, Santiago).
La libertad del gesto lúdico es un aspecto fundamental comenzando desde la etapa inicial; se entiende que el niño se recrea en su gesto, se descubre como ser anclado en sus propias convicciones, sin necesidad que le digan o enseñen las mismas cosas, los mismos ademanes. El desconocimiento de ciertos pedagogos o entrenadores de esta libertad de movimientos al insistir por la iniciación prematura al gesto deportivo, se corre el riesgo de frustrar las promisorias cualidades competitivas de algunos niños.
Desde una visión lógica, se reafirma que no es cuestión de adelantar el reloj biológico del niño para que llegue cuanto antes a la cita con el gesto deportivo, sino cuestión de racionalizar el método de ese tránsito del gesto lúdico al deportivo.
El primer filósofo en plantear este concepto dentro del binomio juego-educación fue Platón en su tratado acerca de Las Leyes. Se refiere a la defensa de la libertad en el juego para los niños más pequeños, de tres a seis años, y el “establecimiento férreo de una disciplina en el juego a partir de esa edades para evitar que la anomia rompiera tanto la tradición como la estabilidad de las normas del Estado.”
El gesto deportivo competitivo de alto rendimiento está cimentado en la excelencia de quienes lo protagonizan; la organización de estas cualidades en manos de promotores, de los directivos, de las empresas de publicidad, garantiza unos niveles notables de antagonismo gestual deportivo por los que se pagan enormes sumas de dinero.
Esta es la situación de las naciones desarrolladas del primer mundo. En Europa, el deporte cuenta con distintas fuentes de financiación como son: los participantes y los consumidores, El Estado y las distintas administraciones públicas, las empresas privadas y las entidades e iniciativas sin ánimo de lucro. Tanto en Europa como en los Estados Unidos, la financiación privada es superior a la pública.
En países como la República Dominicana, del tercer mundo, la financiación pública es muy superior a la privada, en una proporción de más de un 90% con relación al sector privado que no se acerca ni siquiera a un 10%. La mayor parte de los recursos públicos se invierten en la vertiente olímpico-federativa, quedando muy detrás lo que se invierte en el deporte popular de tiempo libre (deporte para todos) que se centra en la salud de toda la población sin excepción.
En las partidas asignadas al deporte nacional en el Presupuesto General del Estado debe haber una mejor distribución entre las actividades del gesto competitivo de élite y las del gesto lúdico popular. Pues el primero, conocido también como deporte organizado, tiene la ventaja que consigue respaldo adicional del sector privado y del exterior a través de Solidaridad Olímpica para lo cual debe establecer un mejor sistema gerencial y en materia de patrocinio, para depender menos del Estado, y que la administración pública pueda incrementar sus recursos en la vertiente del deporte popular y el deporte en edad escolar.