El voto crítico

El voto crítico

Cierto es, los dominicanos vivimos una etapa de transición luego de la muerte del último caudillo del siglo XX. La opinión pública y las élites se han orientado a participar en el proceso de cambio con un criterio, aparentemente, organicista, a señalar reiteradamente como un hecho que no se ha producido el ocaso del autoritarismo.

El matiz más significativo que permea a estos grupos es, la reactivación de las acusaciones, denuncias y quejas de sectores del clientelismo político que se muestran insatisfechos, y que con albricias se hacen presentes en todos los medios de comunicación y en todas las formas posibles.

Como un nubarrón ahí está la pobreza, la corrupción y el desmoronamiento de la institucionalización del Estado, así como el lavado indiscriminado de activos en la banca. Sin embargo, observamos que ninguno de los frentes que se acusan y contra acusan desmienten con credibilidad las imputaciones, no obstante haber una prodigalidad de hechos.

Pero, hay lugar a preguntarse si estamos sólo ante una red nacional de buhoneros de la simulación, antes magnates que actúan y piensan en prejuicio de alguien no un fantasma.

No obstante, lo conveniente, al parecer, es que hablen los expertos, ya que las coordenadas nacionales deben girar en torno a la ecuanimidad y desterrar la agresividad emotiva.

La población exhibe una seguridad desafiante ante el proceso electoral, convencidos todos de que su candidato será el triunfador, porque en apariencia en los partidos tradicionales del sistema, se ha producido una inmolación ideológica sin mediar una profunda justificación enaltecida por codicilos de clara necesidad. Ya estamos viendo a este respecto una enorme cantidad de comunicados publicados por grupos que se adhieren a respaldar tal o cual candidato de sus preferencias o simpatías.

La llamada sociedad civil ha sido «empujada» (algunos dicen que con madurez política y civismo) a participar en los complejos hilos de este proceso histórico de principio de siglo, cuyo acontecimiento más relevante es la caída de los paradigmas liberales mediatizados por los lazos entre el poder y el pensamiento de los analistas cuya premisa fue el final del conservadurismo y del neotrujillismo como una clase política inamovible.

Cierto es, la población se siente fatigada, saturada por la política. Sin embargo, se reconoce que en nuestro país la política es el embrión de la paz o de la inseguridad que enmaraña todos los rincones de la República. Hasta ahora se desconoce si la actual administración de la Casa Blanca tiene candidato para las elecciones del 2004, y si garantiza la neutralidad irrestricta frente al proceso electoral dominicano.

El hombre común, marginado, subordinado, dependiente y constreñido siente que su vida está plegada a la pobreza. El proyecto «primero la gente» le transmitió un argumento de fe, un mensaje de intervención salvadora a sus penurias como promesa para modificar una realidad de la cual la gente se desplaza desmesuradamente.

Los discursos del liderazgo político exhiben agresividad, ataques al honor, adversidad, irracionalidad, difamación, opiniones emitidas con nerviosismo y descontrol, lo que hace entender que los expedicionarios de la política del 2004 bien pueden naufragar en los próximos días.

Pensemos por un momento que los estrategas de los tres partidos mayoritarios cometerán errores que van a dividir marcadamente a los votantes, ya que la cuenta regresiva empieza. Recordemos que en 1996 la sociedad dominicana se empecinó en el hallazgo de un camino, y que el Pacto por la Democracia la coercionó, la ultrajó y la llevó a iniciar un viaje, a ir por un laberinto, o a ir por un camino acosado, que presagiaba un huracán. Recuerdo a este respecto lo externado por Pedro Casals Victoria al decir que fue el resultado de una «irreflexiva y violenta acción diplomática de Washington mediante su injerencia en la voluntad popular dominicana expresada en las urnas y la propia Constitución de la República».

Tal parece que la sociedad, los partidos políticos, los sindicatos, los grupos de participación ciudadana, los sectores empresariales, las iglesias, etc., tienen el indicio, la señal o el aviso de que las próximas elecciones serán «cruciales y especialísimas».

Son tan «cruciales y especialísimas» que contamos con una Junta Central Electoral que ha tenido que dar la cara para realizar una ardua e intensa labor, para no levantar una ola de temores, y aproximarse a aquellos jueces ejemplares del 96 que en comparecencia ante el Club de Corresponsales Extranjeros, a través de su Presidente manifestaron: «No tenemos temor a nadie, ni siquiera a morir, por eso que vamos a dar el veredicto».

Mientras todo esto sucede, la opinión pública sigue recibiendo la lluvia de las denuncias de supuestas violaciones al derecho de expresión. Al respecto deseo traer a colación una sensata reflexión que escribiera Emilio Ornes, a la razón, director del diario El Caribe, en circunstancias muy similares a las presentes, sobre la libertad de prensa señalando entre otras cosas que: «El periodista dominicano se ha dividido (y que lo más lamentable) es que los periodistas no se hayan dado cuenta de que están siendo utilizados como peones momentáneos en el ajedrez político-partidista (…) agrupándose en bandos que los apartan de las normas de un periodismo libre, independiente y honesto».

Tan veraz fue esta advertencia que día a día el stablishment es sacudido por desajustes de sus instituciones y organismos, acudido por hechos delictuales.

Sólo pido, al margen de lo antes expresado, por favor, que los candidatos debatan sus ofertas y la validez de sus planteamientos ante sus oponentes con altura. Necesitamos discursos ecuánimes como prueba gradualmente efectiva de que pueden generar lealtades en el electorado, no una simple instrumentalización de propuestas, puesto que el voto crítico y el voto de castigo vendrán ante cualquier intento de autoritarismo forjado por las minorías del espectro político.

Es evidente que las elecciones del 16 de mayo pueden traer una recomposición social sin perspectivas utópicas sino más bien pragmáticas. Pero también es evidente que para el pueblo dominicano, para el hombre común y para las clases privilegiadas, no será su ocaso, pero tal vez, quizás, posiblemente, sí la génesis del desbordamiento de las pasiones, lo cual podrá ser corroborado si se produce una nueva crisis política.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas