El voto electrónico de capa caída

El voto electrónico de capa caída

Los alemanes votarán en las elecciones del próximo 27 de septiembre, pero no lo harán con máquinas electrónicas. Así lo dictaminó la Corte Federal Constitucional el pasado 3 de marzo 2009. La razón de base es esta: “no garantizan una votación secreta y un control democrático del cómputo”.

En las pasadas elecciones de 2005 se utilizó el voto electrónico en una serie de distritos electorales. La experiencia no resultó satisfactoria. El politólogo J. Weisner y su hijo, ingeniero de sistema,  elevaron entonces una demanda que finalmente fue acogida por el Tribunal. La sentencia, si bien  no invalidó aquellos resultados, ha quedado como un hito y referente para todos aquellos que objetan seriamente en varios países el uso de la tecnología para la votación y recuento de los resultados.

El  “voto electrónico”  es el recurso informático aplicado a dos áreas específicas: la emisión del voto en sí misma (el votar) y el recuento de votos.  Esto es,  máquinas mediante las cuales el elector introduce sus preferencias  utilizando un  medio de entrada, “input”  (a través tablero incorporado o conectado) que lo agrega en la memoria del aparato y luego realiza la sumatoria acumulativa.

Se trata de un voto presencial: el elector debe acudir al recinto, mesa o precinto electoral al que haya sido asignado, que es donde  está ubicada la máquina. Además,  es un sistema que no requiere ni utiliza boletas previamente impresas. Sirve, entonces,  para emitir y contar los votos en un mismo acto.

Como es una computadora utiliza un programa (software) y dispone de mecanismos de seguridad.  Precisamente es este uno de los puntos más objetados. Otro: que no ofrece certeza absoluta ni  imagen de invulnerabilidad que garantice dos aspectos fundamentales que han de estar presentes en cualquier elección: la confianza de que el voto será asumido como quiere el votante, y que se respete la confidencialidad  y el secreto.

Los análisis conducidos por expertos realizados en países distintos  no le han sido favorables.   En Estados Unidos, en el 2006, se dio a conocer el reporte del  Brennan Center  (Universidad de Nueva York). Expertos de la universidad de  Princeton (Estados Unidos) poco antes del 2008 realizaron pruebas a las máquinas Diebold y pudieron manipularlas en minutos sin dejar constancia alguna. Mas aun “inyectaron”  virus que lograron manipular los resultados sin dejar huellas.  En la misma tónica: el Chaos Computer Club (Alemania). En Argentina, las fundaciones “Via Libre” y  la  Heinric Boll el pasado año publicaron el libro “El Voto electrónico. Los riesgos de una ilusión” .  También expertos en Francia, en Holanda, y así sucesivamente en varios países.

Las experiencias electorales  recientes han desatado acres críticas. En Francia,  en 2007; en Holanda,  en el mismo año, se decidió volver al papel y lápiz; en Finlandia, en Bélgica. En Estados Unidos,  después del 2000 y el 2004 las máquinas electrónicas se abandonan  a la carrera: Florida las sustituyó  por urnas que escanean las papeletas. En pobladas  instituciones  ha pasado igual: en la UNAM (Universidad de México). A lo interno de estados federales: en Río Negro en Argentina,  en Bélgica  en Finlandia…

El voto electrónico resultó una ilusión que la realidad lo ha embestido: no ha logrado convencer ni asegurar total confiabilidad.  Para que un resultado sea legítimo y aceptable,  tiene que fundamentarse en la credibilidad. Sin ello, en vez de ayudar lo que puede es complicar, desprestigiar y dar pie a insalvables querellas  y hasta crisis electorales y políticas.   

Aunque nos moleste aceptarlo  “el actual sistema con boletas ha sido concebido para que cualquiera, incluso el más ignorante, pueda forjarse la íntima convicción de que el voto se ha desarrollado honestamente”. Y si no, siempre existe la posibilidad de demostrarlo con papeles: con los votos depositados en las urnas que siempre se pueden recontar.

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