El voto militar

El voto militar

LUIS SCHEKER ORTIZ
Me simpatiza el voto de los militares, alejado de los cuarteles. Creo en el principio constitucional que postula por la igualdad de todos ante la ley, sin más distinguidos que los que resultan de los talentos y las virtudes de cada quien. En el mandato que establece que todo ciudadano tiene el deber de votar… El uniforme separa y no debe separar. Convierte al militar en un ente o ciudadano aislado, diferente al civil.

Esa diferencia ha sido explotada al extremo de que en los cuarteles se ha enseñado a subalternos y clases a no confraternizar con el elemento civil, que es su enemigo.

La reacción condigna es juzgar a los militares, a todos ellos, como una casta maldita y despreciable. Unos abusadores, groseros y patanes tales, que nos maravilla la excepción.

Y así se abre el abismo social, que algunos desearían perpetuar. Distante el acercamiento.

Imposible la identificación.

Civiles y militares pueden convivir en un ordenamiento político que se respete y respete el papel de cada cual. Cada uno en su quehacer, no necesariamente antagónico o predispuesto. Unos y otros se necesitan para fortalecer la democracia. Para hacer de la Patria una nación más próspera, más equitativa, más humana.

Así lo advirtieron los Trinitarios, Duarte, General de Brigada, a la cabeza. También los Restauradores, unidos a su Pueblo.

Y no fue menos firme y auténtica la alianza cuando en la Primavera de Abril, juntos, civiles y militares lucharon por el retorno a la constitucionalidad, y en guerra patria contra el intervencionismo, los traidores y vende patria.

Fue la gran enseñanza, todavía inconclusa.

El derecho al voto, ejercido democráticamente, libre y secreto, despojado de su uniforme, lejos de su recinto y más cerca de su hogar y de los suyos, hará al militar, al igual que a los civiles, más consciente de su responsabilidad ciudadana. Más consciente del valor del voto y, en tanto, compromisario del respeto debido a la voluntad popular depositada en las urnas.

El voto militar debe ser consagrado por la Constitución, que no lo prescribe, sin renunciar a la apoliticidad de las Fuerzas Armadas como cuerpo no deliberativo sin que le sea permitido a sus miembros pertenecer a partido político alguno o entrometerse en sus asuntos internos. El voto, así consagrado, podría ser este un paso significativo para que las armas del militar estén al servicio del pueblo al que pertenece.

Reconocerle el derecho al voto no significa autorizarle a participar en mitines y campañas proselitistas, ni a confundirse en las bebentinas del caravaneo, o hacerse cómplices de la repartición de cuartos y de funditas. Eso lo han hecho, penosamente, altos oficiales y subalternos sin tener ese derecho. O sea, no es el voto lo que ha maleado tal conducta.

Este derecho debe significar, para civiles y militares, una eterna vigía. Un mayor compromiso y garantía para la preservación de las libertades públicas, el debido respeto a los derechos humanos, el fortalecimiento del orden institucional, y el sometimiento de todos, sin distingos al imperio de la Ley como norma de derecho y a los dictámenes de una Justicia independiente, capaz y confiable.

Es sencillamente el derecho a expresarse en las urnas, civilizadamente, sólo bajo las órdenes de su conciencia, como debe ser.

Necesitamos militares que luchen hombro con hombro junto con la sociedad civil por una Democracia verdadera. Necesitamos cuerpos militares bien entrenados y mejor dotados, que propugnen y ayuden a construir la paz, que viene de la justicia social, no a combatirla. El voto militar no conspira contra esta justa aspiración, la encamina.

No ha sido el voto militar la causa de los malos gobiernos ni de su deshonra, si nunca lo ha ejercido. No es el voto militar el que ha montado ni mantenido los regímenes de opresión y represión que hemos padecido.

Contribuyamos para que civiles y militares se adiestren para la paz y el progreso y se eduquen para la democracia. El voto es una simple semilla. Tarde o temprano germinará. Reguémosla como rocío mañanero, sin temor y con prudencia para que fructifique.

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