El voto militar

El voto militar

SAMUEL SANTANA
Corrían las elecciones de un año determinado entre varios partidos políticos. En esa ocasión se produjo una lucha titánica, de manera especial, entre el Partido Reformista Social Cristiano y el Partido de la Liberación Dominicana.

Las cosas se pusieron color de hormiga cuando la Junta Central Electoral de entonces dio como ganador al doctor Joaquín Balaguer.

Los militares que pensábamos que saldríamos libres tan pronto se dieran los resultados fuimos conminados a permanecer en los cuarteles sin determinación alguna de tiempo.

Los largos días se fueron prolongando sin saber cuándo volveríamos a nuestros hogares. Durante el día y por las noches había que estar patrullando las zonas altas y peligrosas de la ciudad de Santo Domingo.

Todos nos movíamos con mucha precaución porque el presentimiento que se tenía era que el partido opositor podría lanzar en cualquier momento a sus gentes a las calles para reclamar el «fraude» que contra ellos había cometido el doctor Balaguer. Es más, había rumores de que el PLD estaba preparando a su militancia para que tomaran las armas y se rebelaran.

Pero en término real los militares de bajo rango que estábamos en los cuarteles lo único que deseábamos era que todo volviera a la normalidad para retornar a nuestras casas y para recuperar nuestra libertad.

Conscientes del grado de desesperación que se estaba produciendo entre las tropas, fue en uno de esos momentos cuando llegó un general al campamento con el anuncio de que el señor presidente de la República había determinado un aumento sustancial a favor de todos los miembros de las Fuerzas Armadas y que el mismo se haría efectivo ese mes.

Aquella promesa no sólo reactivó el estado de ánimo en que nos encontrábamos sino que creó una cierta simpatía hacia el presidente de la nación y nos hizo ver al partido opositor como el enemigo impertinente que sólo quería desconocer la legitimidad de unas elecciones democráticas. No pasaron muchos días para que nos diéramos cuenta de que el anunciado aumento salarial no fue más que una estrategia político-militar, pues nunca recibimos un centavo por encima del mísero salario de siempre.

Esta experiencia es una de las razones que nos indican que por mejores intenciones que tengan quienes plantean que los militares deben votar en unas elecciones, se trata de un asunto sumamente delicado y para el cual no hay condiciones todavía en nuestro país. El problema no radica única y exclusivamente en la idiosincrasia de las Fuerzas Armadas sino, más bien, en la conducta y en lo que ha sido la trayectoria de los partidos políticos.

Cada vez que un partido político disfruta de las mieles del poder se vale de todos los recursos habidos y por haber para mantenerse en la posición. No sólo gastan de los recursos del Estado en la promoción de candidatos, sino en ejercer una gran influencia en todas las estructuras que tengan dependencia de ellos. Pero a más de esto, es difícil poder llegar a creer que los militares que han alcanzado rangos importantes dentro de las filas de las Fuerzas Armadas se mantienen neutrales en términos políticos.

Todos los partidos tienen a sus preferidos entre los militares. Esa es la razón por la cual cada vez que un partido llega al poder inmediatamente empieza la sustitución de mando dentro de las posiciones. Peor aún, se produce la pensión de hombres preparados y jóvenes por el simple hecho de que eran los favoritos de los que perdieron el poder.

Desgraciadamente en nuestra nación los militares son vulnerables a las maquinaciones y a las estrategias de los políticos. Es tan así que hasta los hemos visto moverse por las calles en tiempo de campaña exhibiendo emblemas de partidos y entregando recursos en nombre del comandante en jefe.

El voto militar puede ser sólo posible en un país donde se practique una democracia pura, diáfana y libre de las tantas argucias y triquiñuelas que se producen en uno como el nuestro.

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