El vuelo de la gaviota

El vuelo de la gaviota

LUIS SCHEKER ORTIZ
“Amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas del mar tranquilo. Capoteaba un velero a un kilómetro de la costa, cuando de pronto, rasgó el aire la voz llamando a la Bandada de la comida y una multitud de mil gaviotas se aglomeró para regatear y luchar por una pizca de comida. Comenzaba otro día de ajetreos…”

Eso de volar es muy bonito”, le decía el padre a Juan Salvador, angustiado por sus vuelos, tan distintos a los acostumbrados de la Bandada. “Pero no puedes comerte un planeo, ¿sabes? No olvides que la razón de volar es comer”. Aquella prédica del padre, como las suplicas de la madre, no llegaban al espíritu creador, inconforme y rebelde de Juan Salvador, distanciado de la Bandada.

Muchos años antes de que Richard Bach escribiera ese formidable ensayo, Juan Salvador Gaviota, Juan Bosch, desde la cárcel de Nigua, le había cantado a la gaviota en un hermoso poema a la Libertad. Privado de ella, prisionero del régimen que le condenaba como sujeto peligroso por sus ideas políticas libertarias, observaba, tras los barrotes, como aquella avecilla solitaria batía sus alas blancas y se desplazaba libremente bajo un cielo azul que se le negaba a él, tan solo reflejado en sus ojos claros, ávido de remontar el vuelo y enseñar a la Bandada, tozudamente, con su ejemplo, que no hay distancia ni tiempo que impida si sabes dónde quieres llegar y cómo hacerlo.

La Gaviota de Bosch se convirtió en criolla gracias a su compañero de prisión, Don Julio Gautreaux, el papá de Cabito, que le puso música y como buena criolla voló alto y lejos, como supo hacerlo al autor de su inspiración que tan pronto pudo remontó su vuelo por caminos reales, abandonando su olímpica y culta ciudad de La Vega para luego regresar a ella, al puerto de origen. Se le dio por recorrer el mundo, y dio a conocer su vida y su obra ejemplar, para orgullo de su tierra y de su gente; para el engrandecimiento de su Patria.

Su vuelo magistral, alto y sublime, hizo olvidar quizás a los poetas su poema, el vuelo ingrávido de su gaviota, que no se menciona en la magnífica antología: “Juan Bosch, aproximaciones a una vida ejemplar”, donde se destacan, de manera notable, sus tantas y diversas facetas: político, educador, escritor, humanista, literato, artista, y sus excelsas virtudes las que lo separan, definitivamente, de la Bandada.

Pero la gaviota de Bosch, no ha muerto. Ella se levanta del olvido en los versos de Doña Carmen al pie de él en su tumba, insuflándole aliento al vencedor de la muerte. Vuela y se proyecta su espíritu rebelde hasta alcanzar los altos cielos donde moran los iluminados. Desde allí mira y observa. Observa a su pueblo. Vislumbra su destino. Teme por su obra. Y sirve de inspiración al visionario que concibe un proyecto cautivante para preservarla y al artista que recoge su sueño, sin desperdicio, plasmando en la riqueza del diseño arquitectónico el propósito perseguido: Erigir un regio monumento cultural que sirva de testimonio de vida y de gratitud perenne de presente y futuras generaciones, exponentes de sus valores inmarcesibles: La Plazoleta La Gaviota, Prof. Juan Bosch, como tributo perpetuo a su memoria.

Y esa Gaviota, como Juan Salvador, alcanzará su meta y será símbolo de unión y patriotismo para el pueblo que le vio nacer y donde descansan, por su querer, sus restos mortales, y para todo el pueblo dominicano que le honró con la Primera Magistratura de la Nación y fue honrado con la transparencia y verticalidad de su vida y sus ejecutorias democráticas.

Sin hacer diferencias de banderías políticas ni mezquindades, el Gobierno central, en sus más elevadas instancias, la Gobernación y el Síndico de La Vega, diputados y senadores, dirigentes destacados de organizaciones de la sociedad civil, culturales, deportivas, comunitarias, la Fundación Juan Bosch, sus íntimos familiares y destacadas personalidades han acogido con simpatía y entusiasmo este proyecto y han comprometido su esfuerzo.

Más pronto que tarde todos, gobernantes, y gobernados, ciudadanos y ciudadanas de toda condición social o económica, y jóvenes y adolescentes con ansias de saber, habrán conformado un haz de amor y solidaridad para rendirle tributo a uno de los hijos más preclaro de la Patria de Duarte y hacer realidad el sueño de su Fundador: “Sed Justos, lo primero, si queréis ser libres”.

En su ensayo David Biografía de un Rey, Bosch comienza diciendo que “es normal que en una vida de excepción se encuentren grandes manchas” Emulando a Martí. No nos detengamos a contemplar las manchas del sol, si no somos capaces de ver su luminosidad.

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