El Yoryi Morel moderno se destaca
en exposición del Centro León

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«Después de Yoryi Morel, Autonomía y Trascendencia» -título de la exposición de Santiago-, difícilmente puede presentarse un conjunto de obras más representativo del primer gran maestro dominicano. Luego, nos hace descubrir a un artista atípico… no solamente el impresionista y el llamado costumbrista

POR MARIANNE DE TOLENTINO

Una vez más, el Centro León ha producido un evento de calidad excepcional, entre museografía, selección de obras, catálogo y preocupación educativa, que será manifestación estelar en el Centenario. Ciertamente era un reto aportar elementos y conceptos nuevos acerca de la personalidad pictórica de Yoryi Morel, cuando se le han dedicado varias exposiciones retrospectivas y homenajes, desde 1980 en Santiago y Santo Domingo, celebrándose la más reciente en el Museo Bellapart en 2006.

El propio Centro León en su exposición permanente de artes visuales de la segunda planta, había dispuesto una sala especial para los cuadros de la colección de  Yoryi Morel.

La exposición

Según suele suceder en la institución, desde el ingreso a los espacios de la exposición, el espectador se siente convidado a compartir la obra y la vida del pintor. La entrada reproduce la fachada de su casa y una puerta abierta, como si nos hicieran pasar…, y pronto nos encontramos en la sala, modesta y conmovedora: objetos y muebles son los originales, perteneciendo a la familia. No es solamente una idea hermosa, sino que corresponde a la actitud acogedora que siempre mantuvo Yoryi.

Esta vez, el arquitecto Pedro José Vega ha realizado una verdadera escenografía, compenetrándose con el ambiente existencial del artista. De un lado una propuesta visual fresca, del otro la biografía y los hechos históricos del período, transcritos sobria y claramente, ¡el visitante está integrado y preparado para el recorrido!..

La museografía seguirá del principio hasta el final, ofreciendo la misma facilidad de lectura. Los cuadros se agrupan por tema, abriendo la exposición el generosísimo paisajismo, continuando por  retratos y personajes, escenas de grupo -fiestas y procesiones-, cerrando bodegones y flores.

En el transcurso del circuito, se abren inteligentemente paréntesis. Pausas entre las series, que investigan aspectos iconográficos particulares: virtuosidad de los dibujos, cuadros pintados al derecho y al revés como una travesura, vistas nocturnas, video de entrevistas a vecinos, a la vez animan el itinerario y, entre descanso y divertimento, fortalecen el interés, suprimiendo el riesgo de una sensación repetitiva. ¡Un fenómeno sorprendente, pues son 200 obras, cedidas por más de 65 coleccionistas!.

Por otra parte, notamos el perfecto estado de todas las obras, cuando varias llevaban décadas de exhibición, sin cuidados especiales de conservación. Dentro de las atenciones esmeradas que caracterizaron la preparación de la muestra,se instaló un taller de restauración, con especialistas y ayudantes. Es evidente que se contaba con la autorización de los prestatarios. No existe mayor satisfacción que las demostraciones de respeto y aprecio tributados a la obra prestada.

El «otro Yoryi Morel»

Una buena exposición no es simplemente objetiva, enseñando friamente las obras de un artista. Tiene un fin, más que mostrar demostrar la  identidad completa del autor a través de las obras expuestas. Esto lo ha hecho «Yoryi Morel, Autonomía y Trascendencia». Sí, aquí el conjunto pictórico  tiene pocos flamboyanes, no es una casualidad. Si llegan a atraer nuestra mirada sobre obras próximas a la abstracción, no se trata de inadvertencia. Si la descripción de un paisaje cede ante la sugerencia del color y las fuerzas naturales, no es un descontrol momentáneo o un desliz de curaduría. Todo lo contrario.

Siempre insisten en el Yoryi Morel realista, costumbrista, impresionista por excelencia, en su interpretación de un árbol emblemático, esto no se puede negar, y todos lo hemos dicho. Sin embargo, hay «otro Yoryi»- como lo enfatiza Rafael Emilio Yunen-.. Es independiente, experimental, audaz, y la exposición del Centro León quiere que, aparte de las obras «tradicionales», que indudablemente son  mayoría, nos percatemos de la existencia de una vertiente moderna, «Autonomía y trascendencia», según lo reza el título.

Compartimos plenamente la opinión de Angela García, curadora y autora de un magnifico ensayo que alcanza el lirismo, sin perder la precisión del análisis-, cuando expresa:»Aunque Morel expresó una conexión con géneros vernaculares, no debemos sin embargo, circunscribirlo a ser sólo un pintor localista. Debemos ver que fue más que eso. Su pintura es más que eso. La obra de Morel esta más allá de las etriquetas que le hemos impuesto, porque el pintaba con cierta libertad creativa». Y, luego de sustanciar su tesis, Angela puntualiza firmemente: «Como muchos creadores latinoamericanos, debemos ver a Morel como un innovador de la modernidad, como a un vanguardista.».

El hecho de que Yoryi Morel pinte los escenarios que lo rodean, «las cosas y las gente de mi pueblo» como diría Cándido Bidó, no le estancan en la historia del arte. Al contrario, demuestran que vivir en medio rural y en una pequeña ciudad, no limita el pintor a imitar la naturaleza, sino percibirla también en forma casi explosiva, emocional y subjetivamente con emergencias de color y pinceladas vehementes. Y no será evolución más efusión permanente, trátese del «Pasiaje con montañas» de 1944, de «Dos Casas en el Camino» de 1974, de varios otros sin fecha ni título, o de ese muy curioso «Caserío de la nube grande», no fechado y neo-cubista. No era observación –además,Yoryí pintó casi siempre de memoria-, ni imaginación, sino energías e intensidad interiores. Debemos mencionar al respecto un cuadro especial, con una luminosidad extraordinaria, «Ganado Vacuno», en el que vemos y oimos las bestias trepidantes y sus pezuñas despidiendo fuego.

Al evocar la sinestesia vista-oído, pensamos en las procesiones que pintó Yoryi Morel., que a veces él llama «Capricho» o «Via Crucis. Toques de color, golpes de pincel, sí, en un enfoque visual, pero de hecho, son ritmos, notas, partituras. El violín de Yoryi multiplica los pizzicatos. Lo visual se torna sonoro, o lo sonoro visual. Interviene la magia de los sentidos entremezclados.

Ese expresionismo -lo es definitivamente- de Yoryi Morel se aproxima a la abstracción lírica, aunque composición y líneas no pierden sus derechos.¡ Y qué gusto ver esos choques cromáticos, no identificables, de un barroquismo insólito, con sugerencias fantásticas, delirantes al fin, que Yoryi, en 1970, tituló «Fondo del Mar Caribe visto por un borracho»! Era el tremendo sentido del humor de un hombre que se conocía y no se encondía detrás de una doble moral.

Ahora bien  imposible será olvidar las útimas líneas estremecedoras que el artista trazó, de su puño y letra, en una pancarta, colocada en el frente de su modesta casa:

«Yoryi, salió – involuntariamente. Viene el lunes».

Había salido por motivos de salud… y no volvería en vida.

Las fotos de los cuadros que ilustran este trabajo pertenecen a la exposición que se exhibe en el Centro León.

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