El Zoológico tiene nuevas atracciones

El Zoológico tiene nuevas atracciones

POR MARIEN A. CAPITAN
El Parque Zoológico Nacional “Arquitecto Manuel Valverde Podestᔠcontinúa siendo un espacio interesante para visitar, sobre todo ahora que cuenta con una nueva atracción: dos osos negros americanos.

Situado justo frente al pequeño estanque en el que están los cocodrilos, los osos causan expectación en cuanto la guía del trencito dice: «a la derecha tenemos una pareja de osos negros americanos recién instalados en el parque». Acto seguido, todos los que están en el tren se levantan de sus asientos para intentar descubrir, al fondo del foso que les resguarda el mundo exterior, a los dos osos; el intento, sin embargo, es en vano.

No es hasta que termina el recorrido del tren que los visitantes pueden desandar el camino para ir a descubrir la última adquisición del zoológico. Antes, como el tren se detiene justo frente al área en la que están las culebras, hay que ver la anaconda, el pitón indio albino, la boa de la Hispaniola, la enorme  pitón indio y, si se digna a salir, la boa constrictora.

Posteriormente están los antílopes rojos que, procedentes de Europa, son gregarios y viven de 15 a 18 años; los búfalos mojados de agua o asiáticos, con una media de vida de 20 a 25 años y la costumbre de remojarse en lodo para espantar los insectos; las cebras de Grant, cuya voz se parece el ladrido de un perro y viven de 25 a 30 años; y las cotorras de la Hispaniola, que viven hasta 80 años en cautiverio, imitan los sonidos humanos y forman pareja para toda la vida.

Después de ver estos animales, y descubrir un par de rinocerontes y algunos dromedarios, toca la hora de ver a los osos. En ese momento, después de asomarse al área en la que están, se descubre que se trata de especímenes jóvenes, que aún no están tan fornidos como los que se ven en los letreros. Por otra parte, como sucedió ayer, puede que no se vean mucho: había uno dentro de la jaula y el otro, intentando abrir la puerta para entrar, sólo se veía de espaldas.

Para confortarse, el visitante siempre tendrá la opción de ver los letreros en los que aparecen osos fornidos y una leyenda que cuenta que a los osos americanos también se les llama baribal y que habitan en Alaska, Canadá y las zonas boscosas de Estados Unidos y México. Son omnívoros, viven más de cuarenta años en cautiverio y, a pesar de que están hechos para hibernar, se acostumbran fácilmente a los climas como estos, en los que no hay invierno.

Dejando a los osos para una próxima visita en la que quizás estén más acostumbrados a su nuevo hábitat, toca ver los cocodrilos que están justo enfrente. Más pequeños, más escasos y rezagados que antes, no deben ser los mismos que asustaban a los niños por allá por finales de los años 70»s y principios de los 80»s.

Caminando bastante más pueden verse los hipopótamos africanos, las cabras de montaña, los cuervos, dos jaguares y las que hasta ahora fueron las dos grandes atracciones: los chimpancés Tobías y María. También están los monos de diversas especies, los bisontes americanos, las llamas suramericanas, los avestruces africanos y americanos, los ñandús, los emús australianos, los rolones, las lechuzas y, si se tiene suerte y se ven, las iguanas que habitan en un pequeño bosque seco. Además, en estado libre, se pueden cómo 1as garzas, palomas y guineas andan por doquier.

Lo más lamentable de este recorrido es que los tigres y leones no pueden verse: el espacio en el que son exhibidos está reparándose, por lo que los animales no están visibles para el público.

LAS PENAS DEL RECINTO

Cuando se llega al zoológico cualquiera se puede sorprender al saber que la entrada es de sólo RD$30, un monto que incluye además un paseo en el trencito. La ruta, de unos quince minutos, sirve para que el visitante sepa qué va a encontrar en el recinto y conozca algunos datos interesantes acerca de los animales.

El tren suele salir cada veinte minutos. Como sólo está operando uno de los dos que hay, los visitantes tienen que esperar que el tren dé la vuelta completa y regrese al punto de origen. La espera, sin embargo, es fructífera: los cisnes blancos y negros, los flamencos y los guacamayos están ahí para entretener a todo el que espera.

Otro motivo de entretenimiento es ver el sucio estanque que está justo frente al de los cisnes y flamencos. Con dos pequeñas aves que parecerían patos (no hay letreros ahí), el estanque muestra en su interior botellas de refresco vacías, vasos plásticos y fundas de picaderas. Junto a él, abandonado y salpicado por basura también, está el bote que se utilizaba para surcar las aguas del estanque. ¿Lo más increíble? Pese al sucio, hay peces allí.

Los desperdicios, aunque no están en demasía, también  se encuentran en el bosque y otras áreas del zoológico. La gente, maleducada, no se inmuta al lanzar las botellas de agua y los vasos plásticos por doquier. Tampoco parecen preocuparse al ver el lamentable estado en el que están las instalaciones sanitarias, cuyos inodoros están sucios porque no funcionan.

Pese a estos detalles, y al olor asqueante de la cañada que cruza el área que da acceso a la vía que conduce hasta donde están los animales, visitar el zoológico vale la pena: amén de disipar en un espacio muy natural, siempre será válido aprender o  recordar detalles de los animales que allí habitan.

Publicaciones Relacionadas