Elecciones en Bolivia pudieran  afectar grandes negocios

Elecciones en Bolivia pudieran  afectar grandes negocios

Los bolivianos suelen llamarle, simplemente, ”la embajada”. Desde una fortaleza color marfil en la Avenmida Arce, cerca del centro de la capital La Paz, Washington opera -después de Colombia- su segunda misión más grande en América Latina.

En el mundo conspirativo de la política boliviana, la embajada de Estados Unidos suele describirse como una fuerza omnipotente, con tentáculos que llegan a cualquier aspecto de la toma de decisiones públicas. Pero si Evo Morales, el líder del Movimiento al Scoalismo (MAS) se convierte en presidente después de las elecciones del domingo, sería un resultado tan enemigo de los intereses de EEUU que gran parte del mito de dominio norteamericano desaparecería.

En diez años, el señor Morales, un protegido de Hugo Chávez -el líder populista radical de Venezuela que se ha convertido en la “bête noire” de la administración Bush-, ha edificado el MAS, a partir de un puñado de diputados en la fuerza política principal del país. Ahora, su acceso probable a la presidencia amenaza con frustrar los tres principales objetivos políticos de EEUU en Bolivia: la edificación de la democracia, el desarrollo económico y la erradicación de la coca, la materia prima de la cocaína.

En una región que se enfrenta a una caravana de elecciones el año próximo, una victoria de Morales también aportaría empuje a otros de su gaya política, ayudando a inclinar la región entera hacia la izquierda.

Las ondas de choque pudieran ser económicas, además de políticas. Los analistas consideran que al menos algunos de los gigantes de la energía global han invertido colectivamente US$3,5 millardos (£2 millardos, 2,9 millardos) durante la última década para desarrollar las vastas reservas de gas de Bolivia optarían por abandonar el país, preocupados por el apoyo a la nacionalización de la industria del gas del señor Morales.

El potencial de Bolivia para desestabilizar la región no ha escpado al sistema de toma de decisiones políticas de Washington. En un discurso pronunciado en julio en Hudson Institute, un centro de análisis de Washington, Roger Pardo Maurer, el vicesecretario asistente, habló de una “revolución que se produce en Bolivia; una revolución que potencialmente pudiera tener consecuencias de tan largo alcance como la revolución cubana de 1959 -las cosas que están ocurriendo en Bolivia pudieran tener reprecusiones en América Latina y otros lugares, con las cuales ustedes pudiéran estar lidiando el resto de sus vidas”.

Sin embargo, EEUU parece estar paralizado frente a la amenaza, y preocupado porque si se le viera que interfiere, pudiera empujar a Bolivia al campo de Chávez. EEUU ha sido regañado por una mal juzgada intervención en la política interna boliviana hace tres años, cuando cuatro días antes de la última ronda de elecciones presidenciales, Manuel Rocha, entonces embajador de EEUU advirtiera que una victoria de Morales pondría en peligro la ayuda norteamericana a Bolivia. El comentario tuvo un efecto contrario espectacular y le añadió dos puntos a la cosecha de votos del señor Morales que lo llevaron a un tris de la presidencia.

Stephen Johnson, de la derechista Heritage Foundation de EEUU, alega que este vacío de política es evidente en el enfoque de la superpotencia a toda la región. “La administración Bush, después del 11 de septiembre se ha concentrado en el Oriente Medio”, dice. “En cuanto a América Latina, ha habido poco más de una agenda de comercio y ayuda a Colombia. Ha habido poco énfasis en las reformas para fortalecer la democracia”.

La aparente incapacidad de EEUU de formular una política para la región contrasta con su historia anterior de intervención en Bolivia. En los años de 1980, cuando el uso de la droga se convirtió en un tema política de gran importancia, el estatus de Bolivia como mayor productor mundial de coca, después de Perú, lo obligó a actuar.

Amenazó con frenar la ayuda económica y emplear su fuerza para desviar a los donantes multilaterales. Esa posición agresiva dio resultado. En 1989, unas 53,000 hectáreas de tierra se dedicaban a la coca. En 2000, se había reducido a menos de 15,000 hectáreas, de acuerdo con cifras del Departamento de Estado de EEUU. Sin embargo, ha vuelto a subir a un total que se acerca a las 30,000 hectáreas.

La política de línea dura, sin que se dieran cuenta, aportó la rampa de lanzamiento para la carrera política del señor Morales. Los cultivadores de coca se organizaron y Morales surgió como su líder, iniciando su ascenso hasta alcanzar prominencia nacional.

Si el señor Morales gana la presidencia, según ha prometido, el cultivo de coca no será un delito, y aunque también ha jurado combatir el narcotráfico, sería reacio a antagonizar su base política sancionando cualquier esfuerzo de erradicación que estuviera supervisado por EEUU. “El cultivo de la coca, pudiera pensarse, se duplicaría”, pronostica Adam Isacson, del Centro de Política Internacional, un centro de análisis liberal en Washington.

Esto, a su vez, pudiera llevar a un incremento en la producción de cocaína y una baja en el precio de la droga que se vende en la calle, lo cual colocaría al señor Morales en una senda de franca colisión con con los cuadros antidroga del Capitol Hill. La administrción Bush se vería presionada a excluir a Bolivia de su lista de países considerados colaboradores en los esfuerzos anti-droga, lo qque significa que el gobierno de EEUU cortaría el apoyo bilateral y votaría contra la ayuda multilateral a Bolivia. Sin embargo, un papel reducido de EEUU en Bolivia complicaría aún más para Washington poder cantar victoria en su guerra contra las drogas.

Para otros miembros del “establishment” en Washington, son menos los vínculos del señor Morales con los consechadores de coca que sus credenciales polítifas radicales lo que está haciendo sonar las señales de alarma. A través de sus relaciones con el señor Chávez, el líder del MAS está cerca de Fidel Castro. Mientras, Washington dice que el señor Chávez está financiando la campaña del señor Morales, una acusación que este niega. En su visita más reciente a la región en agosto, Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa de EEUU, expresó: “En verdad, hay pruebas de que tanto Cuba como Venezuela han estado involucrados en la situación de Bolivia en formas que no ayudan”.

Incuestionablemente, existe un vínculo indeológico y personal entre los señores Morales y Chávez. El señor Morales repite los ataques retóricos del líder venezolano al “neoliberalismo”, mientras que el señor chávez ve al boliviano como un aliado en sus ambiciones de influir en la región.

Aumentan las preocupaciones de EEUU la deuda que el señor Morales tiene con una coalición dispar de militantes de base. “El MAS es un movimiento, no un partido”, dice Carlos Arze, de CEDLA, un centro de estudios de tendencia izquierdista en La Paz. “Es una coalición de grupos sociales y comunitarios, sindicatos y organizaciones campesinas”. 

Esto sifgnifica que el señor Morales tiene que estar alerta para no excederse por el flanco izquierdo. Él se opuso a la nacionalizaciòn de la industria del gas, por ejemplo, solo para adoptar esa política después que los manifestantes se lanzaran a las calle para exigirlo.

Si, como se espera, ni Morales ni Jorge Quiroga -el ex presidente conservador y su rival principal por la presidencia- ganara más del 50% de los votos en las elecciones de ayer, le corrspondería al nuevo Congreso de Bolivia elegir un presidente.

Algunos líderes del MAS han insinuado que si el Congreso se niega a respaldar al señor Morales, los movimientos sociales desatarán su ira: no es una amenaza ingenua en un país donde las protestas masivas, usualmente a cargo de grupos indigenistas radicales, han derrocado dos presidentes en los últimos cinco años, y obligaron a retirarse a inversionistas extranjeros como Bechtel, la compañía norteamericana de administración de proyectos.

Pero lo que los manifestantes callejeros han ofrecido, igual pudieran retirarlo fácilmente. El señor Morales pudiera verse vulnerable a sus demandas una vez que ocupara el cargo, creando así el tipo de clima volátil e impredecible que Washington teme.

Su victoria también pudiera generar un efecto dominó que podría poner en peligro la influencia de EEUU en toda la región. En el vecino Perú, una victoria del señor Morales pudiera impulsar a Ollanta Humala, un populista nacionalista ocupa actualmente el segundo lugar en las encuestas previas a las elecciones de abril. En Ecuador, otro país con un poderoso movimiento callejero indigenista, pudiera provocar el surgimiento de un candidato radical de izquierda, como Rafael Correa, el popular ex ministro de Finanzas, que también mantiene lazos estrechso con el señor Chávez.

También, una victoria del MAS frustraría las esperanzas de Washington de incitar a Bolivia a que adopte reformas de libre mercado. El llamado del señor Morales a la nacionalización del sector del gas ha alarmado a compañías internacionales de energía como Petrobras, Repsol, Total y BG Group, del Reino Unido, que han controlado la industria desde la privatización de 1996.

Las reservas totales de gas natural de Bolivia se estiman en 48,700 millardos de pies cúbicos, la sexta del mundo y la segunda de América Latina. El papel de las multinacionales se ha convertido en un asunto totémico para los políticos de todos los colores. Hasta el señor Quiroga ha prometido nacionalizar los beneficios de la producción de gas.

El señor Morales rechaza que vaya a expropiar los activos. Al contrario, dicen los analistas que preferiría presionar porque se negociaran los contratos, con niveles de producción y precios determinados por el Estado, que también recibiría una porción mayor de los ingresos. En el mejor de los casos, eso probablemente paralizaría nuevas inversiones. Pero pudiera provocar que algunas compañías acudieran al arbitraje internacional.

Algunos analistas cuestionan si el fracaso de la política norteamericana en Bolvia tiene importancia. Hay poca inversión norteamericana en el país y la dministración Bush tiene amigos cercanos en países vecinos, como Chile y Colombia. Pero tal despreocupación no existe entre los que trazan la política en Washington. A los ojos de los que están concentrados en la erradicación de la coca, la buena gobernabilidad y los mercados abiertos, Bolivia está al borde del abismo. 

Como dijera el señor Pardo Maurer en su discurso en el Instituto Hudson: “Los dos proyectos cubanos princilaes en la región son Venezuela y Bolivia; Bolivia es la batalla en marcha en este momento. No es en absoluto inevitable que Bolivia vaya a convertirse en un estado marxista, radical, anti norteamericano, pro-cubano y productor de coca. Eso no es inevitable. Pero la otra parte está trabajando muy duro para que lo sea.”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas