Muchos analistas políticos en los Estados Unidos pensaban, antes del debate presidencial del 27 de junio, que el presidente Joe Biden poseía una ventaja estructural sobre su rival, el expresidente republicano Donald Trump. A pesar de que en algunas encuestas el presidente aparecía con una desventaja mínima, era considerado el favorito más débil en unas elecciones que se perfilaban muy reñidas.
Sin embargo, Trump ahora es el claro favorito para ganar estas elecciones. El desempeño desastroso del presidente Biden en el debate, donde tuvo dificultades para hilvanar frases simples coherentemente, cambió el panorama electoral, probablemente clasificándose como el debate electoral más impactante en la historia de Estados Unidos desde que se realizan estos tipos de encuentros, comenzando con el primer debate presidencial entre John F. Kennedy y Richard Nixon el 26 de septiembre de 1960.
Algunos demócratas, como los expresidentes Clinton y Obama, y otros no menos importantes como Hillary Clinton y Nancy Pelosi, están tratando de presentar el desempeño del presidente Biden como una mala noche simplemente, pero las crecientes y creíbles dudas sobre su deterioro mental han existido desde 2020. A menudo se desestimaban como chismes partidistas, pero este debate disipó cualquier duda al respecto.
La pregunta del millón de dólares que se hacen muchos estadounidenses, incluidos analistas políticos, es: ¿Qué sigue ahora? Cada vez más, un número creciente de demócratas y analistas están pidiendo que el presidente Biden se retire y que los demócratas seleccionen a otro candidato. Hay al menos un 50% de probabilidad de que el presidente Biden se retire de la contienda en las próximas semanas o dos meses, y esa probabilidad puede aumentar. Sin embargo, hay una gran incertidumbre en torno a esta estimación, ya que, en última instancia, depende de la decisión de una sola persona (es decir, el presidente Biden). Puede ser más fácil decirlo que hacerlo.
Existen tres factores que dificultan la renuncia del presidente Biden: políticos, logísticos y procedimentales. En el aspecto político, solo el presidente Biden puede decidir retirarse. Sin embargo, su familia, asesores y algunos demócratas de alto rango quieren que siga en la contienda. El presidente Biden ha ganado la mayoría de los delegados que participarán en la convención demócrata en agosto y es el presunto nominado demócrata debidamente elegido. Retirarse es arriesgado para los demócratas. El presidente Biden carece de un sucesor político preferido y hay dudas sobre la elegibilidad de la vicepresidenta Kamala Harris. En segundo lugar, el destino de muchos demócratas de alto rango también está ligado al de Biden y algunos todavía lo ven con una buena posibilidad de ganar. Muchos demócratas de alto rango también están incentivados a mantener al presidente Biden en la carrera presidencial, ya que su influencia y credibilidad están dañadas y vinculadas a él.
En el aspecto logístico, si el presidente Biden se retira y la vicepresidenta Kamala Harris no es seleccionada como la nominada, los demócratas perderán acceso a los fondos de campaña del presidente Biden. En segundo lugar, otros posibles candidatos carecen de reconocimiento de nombre a nivel nacional. En tercer lugar, cambiar de candidato en este momento tan tardío significa que Biden aún aparecerá en algunas boletas estatales, lo que creará confusión entre los votantes.
En cuanto al aspecto procedimental, los demócratas tienen serias dificultades para elegir otro candidato. Antes de que el proceso de primarias quedara formalmente abierto, el Comité Nacional Demócrata estableció que los delegados estaban obligados a votar por los candidatos por los que fueron elegidos el día de la Convención. En el caso del presidente Biden, obtuvo la mayoría de esos delegados durante el proceso de primarias. Si el presidente llega a la Convención sin retirarse, los demócratas no podrán retirarlo de manera unilateral, ya que podrían enfrentar la anulación de su candidatura presidencial por violar los procedimientos de su elección interna según la Comisión Federal de Elecciones.
En términos históricos, en los 248 años de vida republicana de los Estados Unidos, ningún candidato o presidente después de ser el presunto nominado de su partido a través de un proceso de primarias ha sido reemplazado. Si esto ocurriera en esta ocasión, sería algo sin precedentes en la historia del país. En los últimos dos casos en que los presidentes demócratas habilitados para reelegirse optaron por no repostularse, perdieron las elecciones de ese año. Estos fueron los casos de los presidentes Harry Truman y Lyndon Johnson, en 1952 y 1968, respectivamente. En la Convención Demócrata de 1952, fue una lucha reñida en la que, cuando llegó el día de la Convención, Adlai Stevenson sabía que sería el nominado del partido para las elecciones de noviembre de ese año. Durante la Convención, se desató una feroz lucha por la nominación entre el gobernador Stevenson, el senador Estes Kefauver de Tennessee y el senador Richard Russell Jr. de Georgia. En las elecciones de ese año, el candidato republicano, Dwight D. Eisenhower, terminó ganando la contienda, poniendo fin a 20 años consecutivos de dominio demócrata en la Casa Blanca.
En 1968, el presidente Johnson decidió no aspirar a la reelección y, tras el asesinato del senador de Nueva York, Robert F. Kennedy, quien después de ganar las primarias de California en junio, fue asesinado en Los Ángeles el 6 de junio de 1968, este evento impactó al partido y benefició las posibilidades del vicepresidente Hubert Humphrey, quien entró en la contienda en abril con pocas posibilidades de obtener la nominación debido a la impopularidad del Gobierno del presidente Johnson por la situación de la Guerra de Vietnam. Durante la Convención, Humphrey se enfrentó a una dura lucha por la nominación demócrata con el senador del estado de Maine, Edmund Muskie, quien eventualmente fue nominado como candidato vicepresidencial. En las elecciones de noviembre de ese año, el vicepresidente Humphrey fue derrotado de manera contundente por el exvicepresidente Richard Nixon del Partido Republicano.
Después del desempeño desastroso del presidente Biden en el debate, han surgido varios nombres que podrían reemplazarlo en la nominación presidencial del Partido Demócrata. Entre ellos se encuentran el gobernador de California, Gavin Newsom, la gobernadora del estado de Michigan, Gretchen Whitmer, el gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, el gobernador de Colorado, Jared Polis, el gobernador de Kentucky, Andy Beshear y la actual secretaria de Comercio, Gina Raimondo. Según encuestas recientes como la de Reuters/Ipso, todas estas opciones tienen problemas significativos de elegibilidad o carecen de reconocimiento nacional y eventualmente perderían frente al expresidente Trump. Según esa misma encuesta, la única persona capaz de derrotar a Donald Trump con un margen amplio sería Michelle Obama, pero en varias ocasiones ha expresado que no está interesada en participar en política.
Por ahora, el presidente Biden sigue siendo el nominado, pero las continuas preguntas sobre su incapacidad mental dañarán su credibilidad y la de los demócratas en las boletas. Incluso antes del debate del 27 de junio, a pesar de sus condenas penales, Trump tenía una ventaja promedio de 2.6 % sobre el presidente Biden en las encuestas. En las tres encuestas realizadas desde entonces (28-30 de junio), Trump promedia una diferencia de 4.2 % sobre Biden. Peor aún para los demócratas, las encuestas estado por estado muestran que más estados están ahora en juego para los republicanos, incluyendo Virginia, New Hampshire y Minnesota. El expresidente Trump no es un candidato seguro de ganar, incluso con el presidente Biden como su oponente. Todavía enfrenta problemas legales (aunque estos son considerablemente menos severos después del reciente fallo de la Corte Suprema). Escándalos inesperados o problemas relacionados con la edad también podrían hundir su candidatura. Sin embargo, por ahora es el claro favorito.
Los mercados financieros han reaccionado al debate, con ventas de bonos a largo plazo debido al temor de que una posible presidencia de Trump sea inflacionaria. Las acciones que se beneficiarían bajo una presidencia de Trump se han apreciado desde el 27 de junio. Consideramos que estos movimientos son prematuros, impulsados por el riesgo de los titulares, y probablemente se desvanecerán pronto. Estamos a meses de las elecciones y cualquier cosa puede suceder. En segundo lugar, suponer que una presidencia de Trump sería más inflacionaria que un segundo mandato de Biden es altamente discutible. Además, mucho depende de la composición del próximo Congreso, lo cual es incierto.
Finalmente, en términos geopolíticos, un presidente de EE.UU. que esté mentalmente incapacitado es un problema. ¿Quién tomará las decisiones de seguridad nacional? Una administración que en gran parte sea dirigida por asesores no es algo sin precedentes en la historia de la nación (por ejemplo, tanto Woodrow Wilson como Ronald Reagan enfrentaron problemas mentales hacia el final de sus mandatos). Pero esto puede traer problemas. Potencias y rivales geopolíticos como Rusia, Corea del Norte y China podrían ver esto como una oportunidad para desafiar a EE.UU. Una preocupación particular es que Irán podría avanzar hacia la capacidad nuclear. Un vacío de poder percibido en la Casa Blanca podría aumentar los riesgos de escalada que hemos estado viendo en Medio Oriente.