Elecciones eternas

Elecciones eternas

LUIS FCO. OVIEDO MOQUETE
Las justificaciones en nuestro medio para la presencia de los problemas generacionales se explican con el hecho de que pertenecemos a un país en vías de desarrollo. Se nos dice que como quiera que uno vea las cosas siempre han existido y existirán por siempre, que pobres siempre van a haber, que siempre han habido apagones y que siempre los habrán, que en los hospitales siempre habrá deficiencias, que siempre faltarán aulas en las escuelas y esa especie de fatalismo, nos la dan de justificación nuestros políticos tan pronto llegan al poder.

Sin embargo, a pesar de que nos eternizamos con esto, “el progreso” y las grandes construcciones, como son los elevados, los faros, los metros, no se hubieran hecho si sólo pensáramos en los problemas ancestrales mencionados, nos dicen. Este criterio se ha convertido en fatalidad que nos marca, y que arrastramos y nos persigue, colocándonos en un lugar en el que los indicadores económicos serios nos colocan como país por debajo de lo justo y decente digamos. Esta es la verdad, aunque las cifras maquilladas que se han publicado últimamente nos ponen en otro lugar más cimero.

Lo que observa la gente es que a fin de cuentas los problemas se traen a la mesa de discusión en los tiempos de campaña política y las mega obras que se han iniciado sin sintonía con la situación que se vive crean nuevas prioridades y necesidades, y con ello nuevos ricos y el dinero invertido obliga a que los recursos para los problemas esenciales hay que desviarlos de todas maneras para esos mega, creando un círculo vicioso donde los grandes relacionados con los gobernantes se frotan las manos de alegría.

Analizando todo este proceso uno nota un fenómeno curiosísimo: aquí se habla de dos formas, la primera cuando se está en la posición y en campaña política en las cercanías de las elecciones, y otra cuando se está en el poder, que es cuando empiezan las grandes obras de las cuales no se hablaron en la campaña ni en los programas de gobierno. Ejemplos recientes: El Faro y ahora el metro. Viendo eso uno se llega a plantear soluciones que de pronto se podrían catalogar de disparates, pero que si las vemos en su contexto, podrían ser las correctas. Si partimos de estas observaciones, qué notaremos? que la llegada de las elecciones produce en nuestros funcionarios un movimiento convulsivo que los impulsa de la inercia en que han vivido desde que llegaron a sus puestos. La cercanía de los procesos electorales funciona como un aguijón.

Cuando se acerca el momento crucial para decidir si se quedan o se van, no importa, se dispara el resorte de resolver: Las obras que se prometieron y no se habían empezado, se empiezan como por arte de magia. Los hospitales funcionan y aparecen operativos médicos por doquier, se hacen escuelas, INESPRE se reactiva, los apagones desaparecen, los funcionarios se lanzan a las calles, se dejan ver y hasta permiten que los abracen y les den las manos, los ñañarosos y los moscosos son abrazados, las calles se limpian, los expedientes de la gestión anterior salen, las boticas populares se abastecen, los bolsillos llenos de billetes del erario se abren y hasta los viajes al exterior, donde se gastan muchos dólares disminuyen y cada quien atiende sus cartones. Este panorama es un paraíso y no nos damos cuenta de ello. Cada discurso desde el poder trae una letanía de obras realizadas que asombran.

La experiencia repetida y que actualmente vivimos, nos dejan en la mente una idea que lanzamos como la mayor seriedad, pues creemos que es una forma lógica de resolver los problemas que nos acogotan. Si vemos esta lógica, lo más saludable y esta es la propuesta, es que celebremos elecciones todos los años. Estamos convencidos que es lo que más le conviene al país y a la vez actuamos en consonancia con el pensamiento que encabeza este trabajo ¿no les parece?.

Podríamos dividirlas en cuatro partes y se haría una cada año. Así empezaríamos en el 2008 con las presidenciales, en el 2009 elegimos a los senadores, en el 2010 a los diputados y en el 2011 a los síndicos y regidores, y en el 2012 se iniciaría de nuevo el ciclo. Cada quien agotaría sus cuatro años y tendríamos unos miles de empleos asegurados para publicitarias, imprentas, la prensa, caravaneros, motoconchistas, sastrerías y diseñadores, alquiler de bocinas y vehículos, licoreras, etc. y así todo el mundo viviría feliz.

La idea está lanzada. ¿Quién se atreve a darle forma y hacerla viable? El país se lo agradecerá.

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