Elecciones no son sinónimos democracia

Elecciones no son sinónimos democracia

Por ALAN COWELL
LONDRES.- Los miembros de la Cámara de los Lores, esa augusta asamblea de sujetos de togas rojas y principalmente designados que forman la cámara alta del Parlamento de Gran Bretaña, votó la semana pasada para resistir con firmeza la presión para que se vuelva completamente de elección.

Bueno — para parafrasear a la artista inglesa Mandy Rice-Davies al discutir la negativa de mala conducta de un lord en particular en el escándalo Profumo de 1963 — no podían decir otra cosa, ¿verdad?

Después de siglos como cámara hereditaria que sólo renuentemente permitió que miembros designados se unieran a sus cónclaves exclusivos, nadie esperaba que la Cámara de los Lores diera la bienvenida a la más reciente demanda de la Cámara de los Comunes de cambiar sus procedimientos.

Pero mientras esta prolongada batalla entre la capa superior y los comunes entraba en su fase final probablemente larga, produjo una idea de algún modo contraintuitiva: Más elecciones quizá no necesariamente signifique más democracia.

Sería en gran medida lo opuesto, de hecho. Desde 1999, la Cámara de los Lores ha desafiado a la Cámara de los Comunes — y por tanto al gobierno del Primer Ministro Tony Blair, que tiene una mayoría en la cámara baja más poderosa — sobre 350 asuntos. Cierto, los Lores eligió oponerse al gobierno en algunos asuntos, como la prohibición a la caza del zorro, que parecían reflejar los intereses más antiguos de una asamblea de nobles que controlaban vastas propiedades donde los cazadores ecuestres retozaban.

Pero muchas de las peleas relacionadas con derechos civiles y leyes antiterrorismo son vistas por los Lores como represivas. Los Lores, en otras palabras, se volviern los improbables defensores de los desvalidos ante un gobierno laborista que alguna vez reclamaba el manto liberal para sí mismo. En el proceso, los Lores mostraron una valiente independiencia nacida de mandatos de por vida que los alejan en gran medida de la política electoral.

La batalla ahora es entre la independencia no elegida y la legitimidad electoral.

Los Comunes quieren reemplazar a los 600 representantes vitalicios, designados en varias formas, y a los restantes 92 representantes hereditarios con personas elegidas de listas partidistas para un solo mandato de 15 años. Algunos oponentes del plan argumentan que como la responsabilidad no será reforzada por reelecciones, la votación podría comprar una apariencia de legitimidad a costa de la preciada independencia.

«La promesa de legitimidad democrática es falsa», escribió Bruce Ackernan, profesor de derecho y ciencias políticas de Yale, en The London Review of Books. «La prohibición de reelección priva a los votantes de su herramienta básica para la responsabilidad democrática: el temor de los políticos a que sus electores los saquen del poder». O como dijo un legislador laborista, Tom Levitt, en la Cámara de los Comunes, «no es la elección lo que hace a la democracia, es la reelección».

No sólo eso, el gobierno está proponiendo que los candidatos para los Lores sean sacados de listas partidistas, extendiendo el poder de los partidos políticos para recompensar y frenar la disensión.

Blair había favorecido una Cámara de los Lores mixta, mitad designada, mitad elegida, un plan que fracasó cuando los Comunes fueron mucho más lejos de lo que él deseaba. Los Lores — y Ladies — no se inclinaron mucho por una cámara mixta, tampoco, diciendo que la competencia entre Lores y Comunes pudiera crear tensiones inmanejables entre dos organismos de elección en competencia.

Una cámara híbrida, dijo la baronesa Symons de Vernham Dean, representante laborista, «no es una conexión con la democracia; es una conexión con la incertidumbre constitucional y la injusticia electoral».

El impulso en favor del cambio no es sorprendente.

Gran Bretaña en el siglo XXI es mucho más diversa étnicamente y mucho menos deferente que nunca antes. Pero también es una nación marcada, como partes de Estados Unidos, por la fatiga política. En la última votación nacional, en mayo de 2005, para la Cámara de los Comunes, la concurrencia se estimó en alrededor de 61 por ciento; apenas ligeramente más alta que el 59.4 por ciento registrado en 2001, el más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. Las concurrencias en otras elecciones son generalmente mucho más bajas. «El público», dijo un legislador laborista, Chris Mullin, «no está reclamando más políticos de elección».

En realidad, los británicos tienen una razón particular para dudar de la integridad de todo el organismo político.

Scotland Yard está investigando si funcionarios de alto rango en el gobierno de Blair trataron de encubrir un comercio ilícito de títulos de nobleza a cambio de respaldo financiero, un comercio proscrito en 1925 después de que el gobierno de David Lloyd George se volvió famoso por conceder la pertenencia a la Cámara de los Lores a fuertes donadores.

La Cámara de los Lores siempre ha sido una fuente de padrinazgo. Casi por definición, los representantes debían sus elevadas posiciones a la generosidad de su monarca y su capacidad para recaudar impuestos y reunir ejércitos a cambio. En realidad, dijo ante el Parlamento Bob Marshall-Andrews, un legislador laborista opuesto a los cambios propuestos: «La verdadera maldición del sistema político británico es el padrinazgo».

Y pudiera ser que la investigación policial sobre el llamado escándalo de dinero por honores diera el empujón final a casi un siglo de esfuerzos por parte de la Cámara de los Comunes para limitar el poder de los Lores. Los legisladores «evidentemente sienten que todo el proceso político ha sido empañado por denuncias de la venta de honores e instintivamente activan el botón de ‘reforma»‘, dijo el conservador Daily Telegraph en un editorial.

Pero esperemos una poderosa campaña de retaguardia de parte de los Lores y las Ladies de la cámara alta. «El futuro de nuestro Parlamento está en riesgo si alteramos la balanza entre las dos cámaras que han servido bien a este país», dijo la baronesa Boothroyd, ex lideresa de los Comunes elevada a la cámara alta.

Bueno, no podía decir otra cosa, ¿verdad?

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