Electricidad eólica ¡se salvó el país!

Electricidad eólica ¡se salvó el país!

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Por allá por El Papallo, casi entre los más notables esteros de la costa norte, nos encontramos con el anuncio del proyecto que presuntamente podría salvar al país: el Parque Eólico del Caribe, S.A. -Pecasa-, para producir energía eléctrica a partir del viento, que como ustedes saben (y si no lo saben entérense) se llama energía eólica tomando el nombre del dios griego de los vientos Eolo, hijo de Zeus y una ninfa.

Y cosa que ustedes imagino que también saben es que Zeus era uno de los dioses más poderosos en la mitología griega, y podía tener hijos con cualquiera que le viniera en ganas. El nombre de la ninfa no está registrado -por más que he buscado-, a quién le iba a importar la madre. Esas cosas son así desde que los dioses vivían en el mundo. Pero dejémonos de dioses y volvamos al proyecto Pecasa.

Entonces… nada, que cuando este proyecto comience a funcionar con sus hélices fijas se dice que entonces resolveremos el asunto de la energía eléctrica, que no tendremos que comprar petróleo para nuestras plantas, que no se irá la luz, que nos ahorraremos todos los dólares del mundo… en fin, que con Pecasa llegó la panacea energética.

Ahora, como quien gobierna los vientos es el dios Eolo, ¿qué tal si Eolo en vez de vientos nos manda un viaje de pedos? Porque, ¿es que ustedes no saben en qué país vivimos? Por algún maleficio que quizás nos cayó por la muerte de los aborígenes que habían aquí cuando llegaron «loz ezpañolez», todo nos sale mal: se montan plantas, sube el petróleo; se construyen presas, deja de llover o se rellenan de piedras y tierra; se importan miles de guaguas para el transporte, se las roban; se «nacionaliza» el oro, se acaba el oro; se construye un aeropuerto internacional en Barahona, nadie llega hasta allá; otro aeropuerto en Arroyo Barril, solo va una avioneta a la semana; otro aeropuerto en la Capital, no se puede utilizar por las garzas; se hace una ley para proteger los recursos naturales, el Congreso Nacional la jode; se descubre un tesoro cultural de importancia mundial, los mineros lo quieres dinamitar; se construye un acueducto para la Capital, no llega el agua; se toman préstamos para resolver, todo se pone peor… óiganme, con un país así, si se colocan hélices para producir electricidad, lo más que puede ocurrir es que la isla salga volando, se estrelle contra Cuba aplastando a Haití, y tengamos que pasar la vida pagándoles indemnizaciones.

Yo lo que espero es que en Israel terminen de perfeccionar la tecnología para el aprovechamiento de la energía solar. No para que ya se terminen los apagones en la República Dominicana, no señor. Sino para ver quién es que se va a declarar con los derechos exclusivos para el uso del sol.

Porque si ustedes se creen que aquí no hay gente capaz de eso esperen por lo que vendrá, porque además tenemos senadores y diputados que legislarán para que alguien o alguna compañía se alce con los derechos exclusivos por el uso del sol.

HASTA AQUÍ NO HAN LLEGADO CARRETERAS

Por aquí, en la costa y los humedales que tienen al frente al Cayo Arenas, no han entrado carreteras. Y ojalá que nunca entren, ojalá que nunca vaya gente, a ver si se conserva la zona tal y como se ve ahora.

En muchos lugares por donde nos lleva nuestro «aventureo» solamente encontramos algo limpio cuando la gente no ha estado. Desde que llega la gente, como está ocurriendo en «Buen Hombre», comienza a llenarse de basura plástica, de ruido y de agresión al entorno.

La gente, por lo regular, le tiene sin cuidado dañar, ensuciar. En su estupidez, dentro de su ignorancia, la gente piensa que si no hay marcas de su paso el sitio no está bien.

La gente quiere ver que lo que pisa está dominado, sometido. La gente quiere ver señales de que donde pisa ahí manda. La gente busca colocar indicadores que le den seguridad de que donde está no es salvaje ni natural, sino un lugar que otras gentes marcaron con su brutalidad, con su destrucción, con su basura, con su fuego…

Donde la gente llega se aleja la presencia de Dios, porque es el imperio del ruido y la suciedad el que llega. Donde la gente llega desaparece lo puro y sano, porque es lo corrupto y lo contaminante lo que llega. Donde la gente llega carga contra todo, contra los árboles, contra el agua limpia, contra el suelo y contra los animales, porque es la violencia la que llega.

Por el bien de los demás seres vivos lo mejor sería que las carreteras no llegaran nunca a sitios como éstos, y que si acaso la gente llega caminando lo haga con la menor carga posible para abandonar.

EL ENIGMA MEJOR CONOCIDO

Cuando vimos esa montaña cogiendo fuego le preguntamos a la primera persona que vimos saliendo de su casa: «oiga señora, ¿y porqué le pegaron fuego a esa loma?» -«Ah, yo no sé. Ahora es que yo lo veo»-. Pero son la una de la tarde y la señora dice que no había salido de su casa a 300 metros de la loma.

En una casa al pie mismo de la loma, y sintiéndose el calor de las llamas, le preguntamos a otra señora de la propia casa: «Señora, ¿y quien le dio fuego a esa loma?» -a lo que nos responde la señora- «Yo no me doy cuenta». O sea, que en toda una comunidad -y es de lo más común en el país- nadie le comunica a un extraño las razones porque se le da fuego a una loma… pero todos en la comunidad lo saben, y saben quién o quienes son los autores del fuego. Pero como puede extenderse y transformarse en un incendio mejor que nadie sepa nada.

Pues así es que nos manejamos. Alguien hace algo malo, pero como es nuestro vecino lo encubrimos. No porque sea nuestro vecino, sino porque cuando lo hagamos nosotros ese vecino nos encubrirá en pago a nuestra complicidad de ahora.

En El Pomier, de San Cristóbal, por ejemplo, el sábado pasado le dieron fuego a la vegetación que está encima de la Cueva del Puente, una de las que tienen más pinturas indígenas. Y le dieron fuego en represalia porque es un área protegida y no se les deja dinamitar ahí. Y seguro que mucha gente sabe quién o quienes lo hicieron, pero se encubren los autores porque si logran algún día meterle dinamita a esas calizas, los cuartos tendrán que pagar el silencio cómplice del fuego del sábado.

Por suerte, ese sábado habíamos ido con un grupo de amigos a respaldar el llamado mundial de los indígenas de México y centroamérica para pedir por la sanación de la Tierra, y nos encontramos con la situación del fuego y lo apagamos. Pero es seguro que lo intentarán de nuevo.

CARRETERA A LA ISABELA

Yo no sé si son las tardes de nuestro invierno, pero el espectáculo de color que muestra la carretera que lleva a La Isabela es muy difícil de atrapar por un fotógrafo frustrado como soy yo.

Deslizarse por esta pista, o detenerse totalmente es toda una «visoterapia» para la que gente hastiada de las ciudades. Una de las partes más impresionantes de ese espectáculo son las cadenas de montañas que se presentan en diferentes tonalidades de azul, mientras otros azules de cielo y de mar se enfrentan en un tímido combate por llamar la atención.

Esta carretera no es muy transitada. Durante kilómetros uno no se encuentra con ningún otro vehículo, lo que hace todavía más placentero el trayecto. Aunque imagino que no va a ser así todo el tiempo, porque a medida que la gente se vaya entusiasmando por llegar hasta los lugares alejados que guardan tanto por ver, el tránsito irá aumentando hasta hacerce intolerable.

Así que lo mejor que puede alguien hacer es darse la vuelta por esta carretera y por La Isabela -sitio bien habilitado aunque muy mal mostrado- aprovechando la Semana Santa de este año, antes de que el lugar se vuelva un destino de esos que la gente atiborra repentinamente.

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