Me encontraba en un hermoso restaurante disfrutando un excelente almuerzo, en un ambiente muy ecológico y con una temperatura agradable; en ese contexto de amistad, recibí una noticia muy triste, que dos jóvenes tuvieron un accidente en motores. Mi amigo Virgilio me mostró en la pantalla de su celular que dos personas habían muerto. Me dijo: “Samuel, yo creo que tú los conoces”.
Cuando miré los rostros, me sorprendí y al mismo tiempo sentí un dolor cargado de preguntas y con sentimientos ligados. Uno de ellos era el joven que siempre me recibía en el mercado de vegetales y frutas. Un joven muy honesto y trabajador; el otro joven, era el que me atendía en la estación de gasolina. Dos accidentes el mismo día, dos accidentes de dos amigos, dos accidentes en dos lugares diferentes.
Dije accidente, y ese ha sido nuestro error, usar los términos incorrectos. Cuando no usamos las palabras correctas seguimos operando de forma incorrecta y las consecuencias son funestas. Como dominicanos debemos entender que un accidente no es lo mismo que un incidente. De la misma forma, debemos entender, que no es lo mismo un accidente que una imprudencia. Un accidente es un acaecimiento que ha ocurrido fuera de nuestro control, involuntariamente, el cual nos genera daño, detrimento o lesión. Muchas personas confunden el accidente con un incidente; sin embargo, el incidente no genera daños como el accidente, no hay perjuicios o lesiones.
Sabemos que el mundo está lleno de incidentes, pero nuestro comportamiento y nuestra cultura está forrada de un híper inmediatismo, buscamos lo más próximo, lo más rápido, lo más acelerado, generando en nuestro entorno lo que realmente es una imprudencia. Por eso somos una sociedad con un alto porcentaje de muertes en motocicletas. Para que tengamos una idea del nivel de imprudencia y el daño irreparable que ha generado, queremos mencionar la estadística del Instituto Nacional de Tránsito y Transporte Terrestre (Intrant), ellos reportaron que sólo en el año 2022 murieron 1,670 personas que viajaban en motocicleta. Señores esto no es una novela o película, es real con personas reales. Quiero aclarar que aquí no están las estadísticas de los que han quedado sin piernas, sin manos, sin brazos, inmóviles, los que han quedado como vegetales, y todos aquellas familias marcadas por el dolor provocado por la IMPRUDENCIA.
La imprudencia es fruto de una mala formación y percepción sobre la vida. Es apoyada por la ausencia de las leyes. Los países como el as nuestro, donde no existe el régimen de consecuencia, donde se puede manejar un motor con una cerveza en la mano, donde hablar por el celular mientras manejas un motor o un vehículo de cuatro ruedas no es condenable, son países destinados a que los cementerios se llenen de personas buenas, pero que no supieron diferenciar entre lo que es un accidente, un incidente y la imprudencia. Nunca entendieron que un accidente es algo involuntario y que la imprudencia es resultado de la omisión de la diligencia exigible, es la falta de responsabilidad, es la violación a las leyes establecidas.
Dejemos de decir que Dios se lo llevó, que Dios lo necesitaba en el cielo, Dios no necesita a nadie, él es Dios. Lo que sí necesitamos es dejar de ser imprudentes, necesitamos ser más organizados. Necesitamos reducir la corrupción para así fortalecer el régimen de consecuencias, el imperio de la ley. Quiero terminar con una frase del libro antiguo pero relevante, la biblia: El sabio es cauteloso y se aparta del mal, pero el necio es imprudente y descuidado.