Elevar el debate

Elevar el debate

El país está enfrascado en la campaña electoral y vemos con preocupación el carácter de ataques personales que vienen usando dos de los tres principales candidatos, todo lo cual nos lleva a formularles un llamado para que se eleve la calidad del debate como forma de garantizar la paz del proceso y fortalecer, con ello, el sistema democrático.

Es verdad que los de arriba terminan poniéndose de acuerdo y que las bajas las aporta el pueblo, por lo que tanto el candidato del PRD como el del PLD deberían moderar los enfrentamientos y pasar a debatir, conjuntamente con el candidato del PRSC, ideas, programas, ofertas electorales así como las vías de solución que plantean para hacer frente a la crisis que nos azota.

A propósito de debates, resultó curioso para mí que prácticamente todos los medios de comunicación pasaran por alto, de la magistral charla del embajador de los Estados Unidos, Hans Hertell, ante la Cámara Americana de Comercio, su propuesta en el sentido de que los candidatos presidenciales participaran de un debete público, televisado, para exponer sus puntos de vista.

Se dice que el puntero en las encuestas no tendría interés en debatir pues con ello lo que concede es «cancha» a quienes están por debajo de él en las preferencias (eso sucede tradicionalmente), pero a la modernización y elevación de la confrontación de ideas vendría bien la organización de uno o varios debates, estilo Estados Unidos, para que el electorado escuche de labios de sus aspirantes, sus planes y propuestas.

Nada aporta al país, nada gana el público, ningún aval hace a las distinguidas personalidades que compiten en este proceso el usar frases hirientes, epítetos descalificadores, diatribas con ribetes personales. Lo que el electorado dominicano desea oír de sus candidatos es cómo solucionarán el complejo problema energético, cómo bajarán la prima del dólar, de qué manera mejorarán y aumentarán el empleo en el país y cómo elevarán la calidad de nuestras vidas.

Es cierto que en la política, como en la guerra, se emplean muchas armas, pero tanto en la contienda armada como en la cívica, existen sus límites, hay convenciones y cosas prohibidas, armas que no se deben emplear. La guerra sucia, los golpes bajos, los insultos, los pasquines, las calumnias y acusaciones que violan la privacidad y el decoro, la honra y lo personal, deben quedar fuera de un proceso electoral que se supone una fiesta para la democracia.

No se va a acabar el mundo porque un candidato gane y otros pierdan los comicios. En la vida, como en el deporte y en toda competencia, se gana o se pierde. Lo realmente importante es que elevemos el debate y que todos estemos atentos al montaje y al desarrollo de la logística y la conducción de las elecciones, para que sus resultados sean fiel reflejo de la voluntad popular.

Esto no es problema de sudar las manos y los pies o de analfabetismo funcional. Tanto Eduardo Estrella, como Leonel Fernández e Hipólito Mejía, son dominicanos que merecen respeto, y deben considerarse entre sí. El caso del candidato reformista, debe servir de ejemplo de altura, civismo y dignidad. Tenemos que mantener la elevación y el buen modo en las expresiones, para no radicalizar las bases de los partidos y evitar excesos que conduzcan a acciones de violencia con saldos trágicos.

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