Elías Piña necesita del gobierno

Elías Piña necesita del gobierno

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Elías Piña es una provincia que está localizada a casi 280 kilómetros de la capital de la República. Es una de las cinco provincias fronterizas, posición que sirve a sus habitantes para desarrollar un comercio semanal que completa los pocos ingresos que obtienen de una agricultura que depende de las lluvias y de unos pocos productos. Sus habitantes no sobrepasan los 64 mil, distribuidos en las zonas urbana y rural de sus cinco municipios y distritos municipales. Pero estas no son las principales características de Elías Piña. Esta provincia sobresale por una razón negativa, una razón que condena a sus habitantes a vivir en condiciones de precariedades.

Elías Piña es, en términos proporcionales, la provincia más pobre del país. Según los últimos estudios de pobreza hechos por la Oficina Nacional de Planificación, esta provincia fronteriza encabeza  el listado de las cinco provincias más pobres del país. Es increíble que más de la mitad de los pisos de los hogares de esta jurisdicción sean, a esta altura de los tiempos, de tierra, y que muchas viviendas carezcan de agua potable, y que en el 74% de las casas preparen los alimentos con carbón o leña. Otro dato describe el atraso de esta provincia: 50% de las casas carece del servicio eléctrico. En síntesis, las investigaciones oficiales señalan que la pobreza alcanza al 82% de los hogares de Elías Piña, exactamente 12 mil hogares.

Por suerte para el país y para los residentes en Elías Piña, esta es una provincia poco poblada. De todos modos, este hecho tan aberrante constituye una seria crítica para el modelo social y económico dominicano. Afirmar que 82 de cada cien hogares de una provincia vive en estado de pobreza  —incluido 47% en extrema pobreza—es, en sí misma, la mejor demostración de que desde hace muchos años hay cosas importantes de nuestra sociedad que no están funcionando o, para mejor decir, que no funcionan como debieran. Todos sabemos que la pobreza es un fenómeno ampliamente extendido en la República Dominicana. Sabemos también que ejercemos la soberana tontería de alabar y hacer apologías sobre un modelo de crecimiento económico –calificado de exitoso—  que es incapaz de hacer sentir sobre toda la geografía nacional sus efectos benéficos. Cincuenta años de crecimiento económico no han sido suficientes para reducir la pobreza dominicana a su mínima expresión. Tampoco han sido suficientes para hacer posible que una provincia pequeña y de poca población viva con dignidad, con decoro, con los servicios básicos suplidos y en hogares como Dios manda.

El senador de Elías Piña, doctor Manuel Emilio Ramírez Pérez, ha sido muy consecuente con su provincia. Es uno de los legisladores que con más frecuencia deja escuchar su voz para hacer reclamos a favor de su demarcación. Unas veces pide escuelas para los niños y los jóvenes, la terminación de un politécnico que está a medio camino, la reconstrucción de puentes destruidos por la furia de los ríos desbordados, o la instalación del alumbrado eléctrico en varias localidades de la provincia. Pero nadie escucha al senador. Los burócratas estatales tienen su atención concentrada en otros lugares. Elías Piña está, después de todo, muy lejos de los centros de decisión, muy lejos del núcleo del poder político de la República Dominicana. No es exagerado afirmar que si fuera por los gobernantes del país hace rato que en Elías Piña no habría un alma. Viven o mal viven porque pueden hacer comercio con miles de haitianos que todas las semanas pasan la línea fronteriza para comprar y vender. Los lunes y los viernes son días sagrados. Son los días del mercado. Haitianos y dominicanos, acostumbrados a convivir, acostumbrados a llevarse bien, acostumbrados a manejarse con las reglas del comercio, comparten las mercaderías y chucherìas que ayudan a unos y a otros a sobrellevar sus precariedades.

El día que un gobierno dominicano quiera, éste u otro, puede sacar a Elías Piña de ese enojoso listado de pobrezas. Y lo podría hacer casi en un santiamén. Porque, ¿qué necesita esta provincia para dejar atrás su miseria? ¿Cuántas escuelas, cuántos establecimientos médicos, cuántas calles asfaltadas, cuántos acueductos y redes para distribuir el agua potable, cuántos millones de pesos para ayudar a los labriegos, cuántos millones para fomentar el desarrollo de pequeños negocios y pequeñas fábricas?

En diciembre del año pasado, la periodista Marien Capitán, de este diario, publicó un reportaje que describía cómo los árboles de Nin “y un grupo de pollos y gallinas acompañan cada día a los estudiantes del tercer grado de básica de la Escuela Juan Pablo Duarte, quienes tienen que tomar clases en el patio porque no hay espacio para ellos dentro del plantel”. El reportaje estaba acompañado de una fotografía que mostraba a los niños  — víctimas de la injusticia social y de la distribución irracional de los fondos públicos—  cuando recibían docencia debajo de los árboles. Creo que para los habitantes de Elías Piña el “Estado fallido” existe y también los políticos y gobernantes que fallan.

bavegado@yahoo.com

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