Elogio a la perseverancia

Elogio a la perseverancia

Por RAFAEL ALBURQUERQUE
Vicepresidente de la República

Al cumplir hoy su noventa y cinco años, Mercedes de Castro de Alburquerque sigue en plenitud de sus facultades físicas y mentales. Lleva su hogar, y en un cuaderno, lápiz en mano, anota los ingresos que le proporcionan sus hijos y calcula los gastos de su vida cotidiana; apela a los recuerdos de su dilatada existencia con fotografías que ordena y cambia para decorar sus paredes; cuida de su jardín; lee todos los días cada una de las secciones y páginas de HOY; ve sus novelas preferidas y no se pierde un solo noticiero de la televisión; y el día menos esperado se encuentra leyendo las obras completas de José Ramón López, acabadas de publicar por el Archivo General de la Nación.

A diferencia de su esposo, el licenciado Rafael Alburquerque Zayas-Bazán, siempre ecuánime y sereno, estoico ante las más difíciles circunstancias, Mercedes de Castro ha sido toda la vida un huracán, un torbellino, una apasionada de las causas que abraza. Cuando cree en algo, no hay medias tintas. Sus héroes no tienen sombra; a sus cobardes o traidores no les admite una sola virtud.

Esa pasión ardorosa la volcó en su acendrado patriotismo, en un amor ingente por la Patria y en una veneración por sus paladines. Le dolió siempre la claudicación de la soberanía y en su memoria de niña quedó grabado hasta estos días la figura de Fabio Fiallo, vestido de prisionero, limpiando las calles de Santo Domingo; en las narraciones de sus abuelos conoció el sacrificio de aquellas mujeres que donaron sus alhajas para evitar el bombardeo de la ciudad y nunca perdonó a las potencias que amenazaron a la Primada de América; aún a su edad, se muestra rebelde contra las políticas imperiales y, en cambio, desborda simpatías por aquellos que luchan contra los más fuertes.

Juan Pablo Duarte fue el norte de su vida, el abogado de lo imposible, el hombre que con su determinación y perseverancia hizo posible la dominicanidad. Y esa determinación y perseverancia las hizo suyas para todas las acciones de su vida. Para la formación de sus hijos, a quienes en todo momento les inculcó que sólo con tesón y sacrificio se podrían lograr las metas; pero no desmayar durante las prisiones de su esposo, acosado constantemente por la tiranía trujillista; para sostener el hogar durante la ausencia del marido perseguido; para exigir y reclamar sus derechos conculcados, en una época en que el silencio imperaba; para no rendirse ante la adversidad y la congoja; para insuflar a todos los que la han rodeado optimismo y firmeza en la consecución de sus objetivos.

En los momentos más duros de su vida, cuando se sentía próxima a la rendición y al desmayo, a doña Mercedes la oíamos recitarse a sí misma estas estrofas: ¡Ay de tí!, si el dolor te abate/si la desgracia tus músculos entumecen/haz como el árbol seco, reverdece/o como el germen enterrado, late/haz como el toro bravo, muge/o como el toro que no muge, embiste. Después de esta especie de autocrítica, la veíamos retomar a su lucha, a su continuo afán de conquistar nuevos horizontes.

Todavía hoy a sus noventa y cinco años se la ve vibrar con los triunfos de la Patria, se la oye airada condenar los desafueros de quienes entorpecen los avances del país, y a todos transmite su patriotismo con el cual reclama el servicio para el suelo que la vio nacer.

Hoy, al cumplirse sus noventa y cinco años, un homenaje de amor y admiración de todos sus hijos.

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