Elogio de la dominicanidad

Elogio de la dominicanidad

En ocasión del iniciarse el nuevo año escolar, dedicamos este texto a nuestros estudiantes, en el entendido de que la dominicanidad es uno de los ejes vitales de la construcción del futuro ciudadano en el proceso enseñanza-aprendizaje.
Más que en una tierra, un origen determinado y un entorno humano uniforme, la dominicanidad, calidad y esencia de lo nacional, reside allí donde se viva, respire y disfrute lo relacionado con lo dominicano, no importa cuán lejos se esté materialmente del lar nativo; en ello cuenta, de manera decisiva, la patria sentida con celo y entrega permanente.
La dominicanidad es una manera de ser, un carácter, una individualidad colectiva en el marco de lo universal. Lo que viene a ser la suma de caracteres e individualidades de unos sujetos moldeados por idéntica historia, costumbres, mitos y realidades cotidianas a través del tiempo. Se trata, asimismo, de la cultura dominicana.
Ella es síntesis de todo el amor del dominicano, la llama, desvelo, entrega, veneración. Sin entrar en juicios de valor. Son muchos los factores que contribuyen a definir el corpus de la identidad nacional. Desde lo económico, social, político, religioso, cultural, antropológico; lo dominicano y el dominicano definen, junto con otros ingredientes, lo dominicano: la dominicanidad.
Cuando Juan Pablo Duarte viajaba en el buque español rumbo a Estados Unidos, para luego seguir a Europa, en 1829, el capitán de la embarcación le preguntó si no le daba pena decir que era haitiano (como figuraba en su pasaporte); Duarte, rápidamente, respondió: “No, yo soy dominicano”.
Ya, aún siendo un adolescente, iba forjando conciencia del ser nacional.
Luego de su regreso al país, de tan trascendental periplo, al preguntarle el doctor Manuel María Valverde, antiguo amigo de la familia, sobre lo que más le había impresionado del viejo continente, expresó: “Los fueros y las libertades de Barcelona, fueros y libertades que espero demos nosotros un día a nuestra Patria”.
Duarte es el autor del documento esencial de la nacionalidad dominicana, leído y firmado con su sangre, el 16 de julio de 1838, por los integrantes de la primera célula de la sociedad secreta La Trinitaria: el Juramento Trinitario. Dice: “En el nombre de la Santísima, Augustísima e Indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes habidos y por haber a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana, la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules, atravesado con una cruz blanca; La República establecerá su correspondiente escudo de armas. Mientras tanto seremos reconocidos, los Trinitarios, con las palabras sacramentales: ‘Dios, Patria y Libertad’. Así lo ratifico y prometo antes Dios y ante el mundo. Si tal hago Dios me proteja y de no me lo tome en cuenta y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.
En la calle la Atarazana, en la ciudad intramuros de Santo Domingo, en una tarja colocada en la pared frontal del local donde funcionó el almacén de su padre, Juan José Duarte, se le lee: “En esta casa estuvo el almacén de Juan José Duarte, padre de Juan Pablo Duarte y en ella trabajó y sentó cátedra de patriotismo entre sus amigos de 1838 a 1843, el fundador de la República”.
Allí enseñó a la juventud de la época lo mejor de las lecciones liberales y patrióticas aprendidas en Estados Unidos y Europa.
En la medida en que crecía el movimiento independentista, los trinitarios tuvieron que desarrollar nuevas fórmulas para ocultar sus verdaderos propósitos. Así surgieron, en 1840, La Filantrópica, dedicada a actividades culturales y recreativas, y su sección La Dramática, para fomentar el teatro aficionado.
Luego del derrocamiento del presidente haitiano, Jean Pierre Boyer, el 13 de marzo de 1843, como culminación de un movimiento reformista iniciado en 1842 por la agrupación secreta “La Sociedad de los Derechos Humanos y del Ciudadano” y el Manifiesto de Praslin, se empezaron a crear en Santo Domingo las Juntas Populares, en las que jugaron un rol protagónico Juan Pablo Duarte y otros destacados trinitarios.
Fue tal el activismo y el impacto de la labor organizativa de Duarte, en torno a los movimientos populares, que cuando Haití se propuso reformar la Constitución de 1816 los delegados dominicanos ante esa Asamblea, en su mayoría eran separatistas.

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