Elogio fatal de lo execrable

Elogio fatal de lo execrable

José Silié Ruiz

Elogio fatal de lo execrable. Así se titula la publicación de la columna Carpe Diem del fraterno amigo Lic. José Mármol el 20 de abril pasado donde expresa muy sabiamente su rechazo a lo que está aconteciendo a nivel cultural en el país. Cito su primer párrafo: “Cuando una sociedad exhibe como trofeos expresiones deleznables, promovidas como arte por la industria adiafórica y viciosamente mercurial; cuando exalta, disfrazados de provocación o rebeldía, sus miserias pornográficas, sus más bajos y bestiales instintos, entonces es muy probable que esa sociedad esté encaminándose a un grado cero de civilización, a un brote anárquico de incultura, tribalismo y aberración”.

Por igual el gran amigo Herminio Alberti el sábado 23 en este diario, junto a su carnal Píndaro, comentó el trabajo de Mármol, compartiendo la posición del distinguido poeta. Ya habíamos tratado el tema de que lo soez, lo primario y lo vulgar nos arropa. Corresponde a todos participar en una especie de cruzada nacional para enderezar eso que hoy vemos tan desagradable, vulgar y primario. Los padres, profesores, las autoridades, los líderes políticos, sociales y religiosos, todos los medios de comunicación deberíamos aunar esfuerzos para ver si de algún modo podemos salvar el país de este derrotero de una vulgar y pobre arrabalización cultural a la que ahora asistimos, todo en nombre de la libertad. Esta palabra libertad empieza con la L, lo que quiere decir que también necesita lineamientos correctores. Tomemos un simple ejemplo las palabras, es penoso el drama de la radio, la televisión y otros medios donde las obscenidades son ya cosa común, la vulgaridad es una cotidianidad y lo primario es del diario vivir.

Una manifestación de nuestra condición humana es la facultad de podernos comunicar por medio de la palabra. Es un don maravilloso que nos coloca calificadamente por encima de los demás vivientes del planeta, pues nos permite expresar las ideas, cuanto sentimos o pensamos y deseamos externarlo. En la medida que seamos claros, inteligentes, concisos, espontáneos y sinceros al hablar, en esa misma proporción seremos comprendidos por los que nos escuchan.

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Pero no entremos ahora en el ámbito eminentemente gramatical y de lexicología pues no lo tienen, sino veamos el aspecto ético de la palabra, que va dirigido al fin primario de darle relevancia, porque usemos de ella con dignidad y decoro; porque hagamos aplicación de su concepto, justamente para reflejar nuestra inteligencia y moralidad en un plano civilizado y de cultura. La palabra debe ser eso, un instrumento o medio humano para trasmitir conceptuosamente nuestros conocimientos en forma culta, desterrando de nuestro vocabulario expresiones vulgares que degradan y envilecen el ser. Honrándolas con un sentido de verdadera calidad, buen criterio y decoro.

Vuelvo a citar a Mármol: “En las letras de los más decadentes, pero excesivamente divulgado, de esos ritmos solo se encuentra una frenética ignorancia de la cultura de lo escrito, sin rebasar un escaso manojo de intersecciones, y una ceguera espiritual rayana en lo aborrecible, que no hace más que saturar, con tonos de letanías paganas propagandístico y perverso aunque contagioso, la función anatómica de los genitales”.

Para un futuro cultural sano y el bien de la patria como nación, debemos preservar nuestros cerebros, los de nuestros hijos y nietos de todo esto que es grosero, abyecto, vulgar, primario y soez, que son las expresiones de lo que hoy vemos en casi todos los órdenes de la cultura popular.

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