“¡Qué tristes las horas que se desgranaron bajo el aletazo de la soledad!” Alfonsina Storni.
Una exposición de Elsa Núñez es un acontecimiento. Ansiosamente se espera, y sus incontables seguidores le profesan admiración, cariño y respeto.
Ahora bien, las pinturas que la magistral artista presenta hoy se convierten en un peregrinaje por los espacios ascendientes del Centro Cultural Mirador. Son un testimonio de amor, una ofrenda a la devoción por un compañero de vida que ha partido a destiempo.
Elsa no se refugió en el abandono existencial ni la depresión estéril: ella, valientemente, convirtió su inmensa pena en trabajo y en obras maestras. Esta exposición: “Los latidos de Ángel”, es una de las más hermosas y contundentes de un largo itinerario por el arte, jamás interrumpido, siempre reemprendido. Podríamos hablar de los frutos del dolor, paradójicamente…
Homenaje a Alfonsina Storni. Aunque se desestime la escisión entre expresión figurativa y exuberancia abstracta, en la obra de Elsa Núñez ambas coexisten, se manifiestan en simbiosis, se renuevan constantemente. Y su dominio del cuerpo humano difícilmente podría prescindir de aquellas criaturas, simbólicas y atemporales, que son pura poesía visual.
En estos cuadros muy recientes, la figuración surreal y alegórica alcanza una fuerza y sensibilidad de excepción: en aquel onirismo abierto al misterio, la pintora dominicana recuerda a una exquisita y desdichada poeta argentina, Alfonsina Storni. El tema es el mar, con sus aguas pobladas de peces, y las habita, vuelta perenne diosa de las profundidades, el espíritu de Alfonsina. Allí, la escritora voluntariamente había abreviado sus días, exhausta por la enfermedad y las decepciones.
Elsa Núñez la glorifica con una emoción cuya intensidad estética corresponde a la magia del pincel y la perfección del oficio. En el magistral cuadro “De las sombras a la luz”, ella introduce el “collage”: la gasa ligera cubre y descubre el cuerpo como una manta protectora…
La pintura sublima la palabra poética de Alfonsina: “Mar, yo soñaba ser como tú eres/ allá por las tardes,/ que la vida mía bajo las horas cálidas se abría/ como tu sal, tu yodo, tu fiereza”. Hay aquí un fenómeno de resurrección pictórica, fluida y densa, conceptual y metafísica. Contemplamos un fenómeno cultural: Elsa Núñez, conocedora de la filosofía, la literatura, el teatro, la música, trasciende los versos de Alfonsina Storni con otro lenguaje totalizante.
Paisajes fantásticos. Nos referimos a una figuración lírica. De hecho, en la mayoría de las obras expuestas, la artista rechaza la dicotomía abstracción /figuración. Siempre fascina cuando más allá de una sugerencia, la motivación o motivo se convierte en insinuación, propiciando una lectura dual, exploración pura o forma inducida… desde el título.
Entonces, casi informalista, Elsa Núñez presenta una versión dramática del paisaje, tan tropical como planetario. Su mirada interior se convierte en una sublimación plástica de los elementos naturales, abierta a lecturas sin límites. Hay, pues, una mezcla de rigor místico y de turbulencia discrecional en la metamorfosis.
Movimiento, ritmo, rebeldía aun se conjugan ardientemente, con un tratamiento tan variado como enérgico del pigmento. A veces nos parecería que el color brota del tubo, cual la lava de un cráter volcánico, ¡por cierto será metáfora ineludible en varias pinturas del “Mundo ecológico y astral”, de atmósfera intensa y estremecedora!
La composición puede prescindir de la simetría para adueñarse del espacio con equilibrio y coherencia, elaborando una arquitectura de colores que “desconstruye” las relaciones tonales y las reinventa.
Finalmente, este resultado espectacular forma parte de la erudición pictórica y un cromatismo incomparable: Elsa Núñez tiene un potencial único en esta expresión, y de alcance verdaderamente universal.
En su paisajismo, esta maestra no suele plasmar el entorno reconocible, sino sensaciones visuales —emotivas, apasionadas, violentas aun— que cantan, “sopranos” del color y de la luz. Ella logra alcanzar tonos agudos y graves, suntuosos y apastelados, contrastantes y cercanos. Su paleta ágil juega con los amasijos de pigmentos, casi una tercera dimensión, pero curiosamente ligera, como si fuera transparente, al hacernos percibir los fulgores del sol…
Si la luz parece iluminar los cuadros desde el interior, es porque “Los latidos de Ángel” resuenan, exaltando el amor, la entrega, la inspiración incontenible, que Elsa Núñez ha llevado a la pintura según su expresionismo genuino e inconfundible.