El sepulcro no pudo retenerlo

El sepulcro no pudo retenerlo

Las Escrituras registran que Jesús murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer día.

La resurrección de Cristo es el sustento de cada palabra que escribimos expresándoles nuestra inquebrantable convicción de  que sí es posible tener una vida nueva y transformada. 

El saber que Cristo vive nos brinda la esperanza que es el ancla de nuestra alma, es  el histórico e incuestionable acontecimiento que nos  impulsa a llevar a través de estos artículos  las Buenas Nuevas que nos han enseñado un mundo diferente y mostrado  una realidad gobernada por la verdad de Dios y no por las circunstancias.

Sin duda alguna nuestro transitar en esta tierra llegará a su final. Es por esto que debemos anhelar ser partícipes de esa resurrección.

Para lograrlo es necesario que aceptemos en nuestro corazón que Jesús  se colocó en nuestro lugar,  que recibió el castigo que nos correspondía, que nos libró de estar separados  de Dios eternamente. Para que la relación con nuestro Padre celestial fuera restaurada era necesario que el único sin pecado derramara su sangre y  a través de este sublime acto venciera la muerte.

Hoy podemos tener paz, esperanza, gozo y seguridad porque en el momento más agónico de Su vida, Cristo perseveró hasta decir: “Consumado es”, como una muestra de su incomparable amor. Jesucristo vive y cada día derrama Su  misericordia, Su gracia y favor sobre nuestras vidas.

En este tiempo la humanidad atraviesa momentos de preocupación, temor y dolor pero el saber que Jesús vive nos llena de fortaleza y determinación para correr firmes la carrera que tenemos por delante.

No sigas esperando, detente  y medita a cerca del momento en que tendrás que  partir. Asegúrate de saber hacia dónde irás en ese instante. Dile sí al inigualable  Jesús,  acepta el mensaje que vino a darle a la humanidad: “Arrepentíos y convertíos  porque el reino de los cielos se ha acercado. El espera por ti.

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