Cuando era jovencita, además de la lucha en el movimiento estudiantil en el que milite desde la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER), me llamó la atención la reivindicación de las mujeres organizadas en la Federación de Mujeres Dominicanas, FMD, que, exhibían la consigna “por la emancipación de la mujer y la felicidad del niño”.
Veía esa reivindicación como un espacio para las mujeres adultas, casadas y con hijos y, aunque admiraba la consigna, entendí que no cabía en dos frentes al mismo tiempo. Luego casada con hijos y ahora con nietos, comprendo mucho mejor el valor de la consigna y reviso los logros de las mujeres a través de los siglos, pese a los obstáculos impuestos por el eterno dominio de los hombres.
La lucha contra el hambre y por la paz, fueron las primeras banderas que izaron las mujeres para lo lograr lo que conocemos como emancipación de la mujer.
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En la historia de la lucha por la emancipación están involucradas dos revoluciones: la de Estados Unidos y la revolución francesa. En Estados Unidos por un error se otorgó el derecho al voto femenino en 1776, porque se utilizó la palabra “personas” en vez de hombre, pero el error fue corregido en 1807, para enderezarlo en agosto de 1920 cuando se permitió el sufragio a las mujeres blancas.
Los negros y las mujeres de la misma raza lograron el derecho al voto en el año 1965, cuando en la Unión Americana se inició el reconocimiento de los derechos civiles. En la revolución francesa las mujeres reivindicaron la igualdad de derechos.
La lucha por la emancipación de la mujer tiene diferentes momentos en la historia, destacan la lucha por la paz en Europa y por el derecho a la alimentación en Estados Unidos.
La consigna de la mujer dominicana de los años 60 sigue pendiente: no estamos totalmente emancipadas y necesitamos que nuestros niños sean felices, está pendiente.
Hemos logrado el respeto por las niñas y niños menores de edad, leyes duras contra el acoso, las violaciones y el matrimonio infantil. Aunque tenemos embarazos en niñas menores, que se subsanaba con un matrimonio convenido entre los padres, ya no puede ser, se considera abuso infantil la relación de una menor con un adulto.
Nuestras abuelas se apareaban desde los 12 años en adelante, eso ha cambiado influido por la lucha emancipadora de la mujer que ha conquistado el espacio para prepararse, retardar la maternidad para dedicarse a otras actividades y los hombres son más respetuosos en las relaciones por las leyes que han sido incorporadas para la protección de la mujer.
Falta mucho para hacer que los hombres entiendan que cuando contraen matrimonio no han comprado a la mujer y que cuando logran una pareja deben ser respetados sus derechos; incluyendo el derecho a la vida, a la libertad de prepararse para contribuir con la felicidad de sus hijos.
La igualdad de condiciones referente a los derechos es inalienable y eso debemos trabajarlo mejor en nuestra sociedad todavía con hábitos patriarcales muy atrasados y generadores de la violencia intrafamiliar.
Los poderes públicos deben hacer políticas coherentes que permitan el ejercicio pleno de los derechos fundamentales que les asisten a los humanos. No esperar el 8 de marzo para pensar en la mujer, debemos pensarla todos los días porque todos los días somos mujeres.