Embajador de Ecuador: se nos va un grande

Embajador de Ecuador: se nos va un grande

La infausta noticia corre de boca en boca. El embajador del Ecuador, licenciado Carlos López Damm, después de una exitosa y brillante trayectoria de cinco años en la República Dominicana, ha sido trasladado a la Cancillería de su país en la vetusta capital: Quito.

Trataremos en estas breves cuartillas de recopilar las acciones más decisivas de este gigante de la diplomacia, ameno, amistoso y sobre todo, caballero a carta cabal. En su prolongada estadía suscribió 26 acuerdos, más de los 24 que por espacio de 75 años había firmado nuestro país con el Ecuador. Esto comprueba su disposición, capacidad y sobre todo su afabilidad a la hora de tratar los asuntos diplomáticos, lo cual le granjeó la valoración de todos los que tuvimos el privilegio de conocerle.

Un veterano diplomático de carrera, ha desempeñado hábiles funciones en las Embajadas del Ecuador en Colombia, Nicaragua, Venezuela y por supuesto en la República Dominicana. Nuestro país ha estado en deuda con el Ecuador, ya que presenciamos cómo el embajador de entonces estoicamente enfrentó en enero de 1960 al dictador Trujillo y su Servicio de Inteligencia Militar (SIM), cuando se negó a entregarle trece ciudadanos dominicanos que se habían exiliado en la Embajada de Venezuela y que su Embajador, declarado persona non grata, los confió a la Embajada del Ecuador. Este inflexible ecuatoriano, en un acto de extrema valentía, consideró mudar su sede a la Embajada de Venezuela en la avenida Bolívar. Esta porfiada resistencia le ocasionó el bloqueo parcial de ciertos servicios públicos, luz, agua y el teléfono; así como la excavación de una profunda zanja en la entrada, bajo el pretexto de que se reparaba el acueducto, además de no permitirle la utilización de la bandera ecuatoriana en la sede. Esta acción la presenciamos, así como la del Embajador del Brasil, que también se negó a entregar los que solicitaron asilo político en su Embajada, situada en la avenida Máximo Gómez esquina Arístides Fiallo Cabral.

Pero volvamos a nuestro notable personaje. Siendo concurrente en Haití, cuando ocurrió el terrible sismo que dejó en ruinas la capital Port-au-Prince en enero de 2010, coadyuvó visitas del Presidente Rafael Correa, dos a nuestro país y cuatro al vecino Haití, y con un gesto de amistad y solidaridad, todavía permanecen en Haití tropas ecuatorianas dedicadas a la vigilancia y al mantenimiento de la paz.

En cuanto a su labor social y patriótica, cabe destacar que auspició la difusión en el país la figura del general Eloy Alfaro, gestor de la Revolución Liberal e impulsor de la Revolución Ciudadana. Al licenciado López Damm cabe la iniciativa de erigir dos bustos de Alfaro, uno en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y otro en Montecristi, localidad homónima de la ciudad de nacimiento en el Ecuador de tan ilustre prócer.

Las inquietudes de nuestro mesurado Embajador no se detienen. Ha sido catedrático universitario en la Escuela de Ciencias Internacionales en la Universidad Central del Ecuador y en otras universidades de Nicaragua y de Venezuela. Su prolífera impronta lo condujo a escribir varias obras y estudios sobre desarrollo fronterizo, integración, comercio exterior, política migratoria y varios temas de política internacional. Sus preocupaciones lo impulsaron a la creación del Grupo de Amistad Parlamentaria Dominico-Ecuatoriano, el cual lleva tres años de funcionamiento y es un organismo que aúna lazos de verdadera fraternidad entre ambos pueblos. Compilar, como ya hemos expresado las vivencias de nuestro fraterno Embajador, es una tarea harto difícil por su dinamismo que abarca todas las facetas de un diplomático de carrera y brillante expositor, además de ser también un reconocido escritor.

Despedir al querido licenciado Carlos López Damm, digno representante del Ecuador es decirle, no adiós sino hasta luego a un gran ser humano que ha dejado en el país grandes logros, mejores relaciones y, sobre todo, grandes amistades. Por eso, extrañaremos su presencia física y nos sentimos tristes cuando emulamos a Alberto Cortés con su canción, “cuando un amigo se va”. Que en su nuevo destino, coseche los mismos éxitos que aquí. Que su partida no lo lleve a olvidar los innumerables compañeros que deploran su traslado. Parte un grande, pero se va con la satisfacción del deber cumplido con nuestro país y con su Patria.

 

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