Embutidos contaminados desde siempre

Embutidos contaminados desde siempre

Indigna en gran medida cómo algunos productores de embutidos en República Dominicana agreden a ProConsumidor por atreverse a cumplir con las leyes de la República. Cualquiera creería que la falsificación de productos comestibles es cosa de ahora y que sucede por primera vez. Pero no. Ciertos embutidores dominicanos han venido dejando un rastro fácilmente detectable de cómo se han aprovechado de la impunidad que han disfrutado en las décadas recientes.

Tomemos como fuente el ejemplar número 460 de la revista ¡Ahora!, fechada 4 de septiembre de 1972, vale decir, exactamente cuarenta años atrás. El título de un reportaje fue: “Salchichón; el criollo está adulterado”. Parte del enjundioso texto fue el siguiente:

“El consumidor  que va a comprar salchichón criollo no solamente recibe un producto adulterado sino que, además, le dan gato por liebre: un artículo que, de conformidad con las normas internacionales, no podría ser clasificado como salchichón y al que se le ha añadido tanta cantidad de almidón para rellenarlo que se hace necesario teñirlo de rojo con el fin de que parezca que es todo de carne. Se expone igualmente a llevarse para la casa un embutido que ni siquiera es apto para el consumo humano, lo cual ha podido comprobarse en un elevado tanto por ciento de los casos.”

“Este es el resultado de la investigación científica efectuada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) como tesis de graduación por las estudiantes Mireya Maríñez Pina y Rosario del Pilar Isalguez Mejía, de la Escuela de Farmacia, y con la cual obtuvieron el título de Doctor. La cuidadosa investigación duró siete meses, desde septiembre de 1971 hasta abril de 1972, y fue asesorada por la doctora Victoria E. Lebrón de Álvarez, profesora de bromatología del Departamento de Farmacia. Contó además con la cooperación del laboratorio de la finca experimental de Engombe de la UASD y del Laboratorio Nacional de Salud Pública (Departamento de Nutrición).”

“En el caso del salchichón, por ejemplo, el estudio se hizo sobre 23 muestras: 3 de salchichón extranjeros y 20 de los que se fabrican en el país. Una sola de las muestras podía ser considerada por la técnica de fabricación y por la composición como genuino salchichón crudo y ahumado. Las 19 restantes no podían ser clasificadas como tales.”

“He aquí las razones: En muchas muestras la cantidad de almidón sobrepasaba el tanto por ciento reglamentario, no obstante lo excesivamente tolerantes que son a este respecto las regulaciones nacionales vigentes. Mientras en los extranjeros esa proporción era de 1.73%, en los criollos llegaba hasta 5.85%, esto es, más del triple.”

“Ello pone en evidencia que el almidón es empleado como material barato de relleno, no como aglutinante, que, además de rebajar la calidad del producto, disminuye el valor nutritivo al sustituir carne (proteínas) por cereales (glúcidos). Otros datos que demuestran la mala calidad y escaso valor nutritivo de los salchichones criollos, son los siguientes: el promedio de agua en los extranjeros es de  32.45% mientras que en los nativos llega hasta el 43.45%: un 11% más. Y mientras los importados contienen 38. 85% de grasa, en los nuestros apenas llegan al 25.85%: 13% menos.”

“Los investigadores comprobaron, además, que el salchichón es almacenado en forma inadecuada lo que da lugar, no sólo a apariencia desagradable sino a que, por el calor, la humedad y la suciedad, se rompa la envoltura y se contamine la masa del producto. Nueve de las muestras analizadas resultaron totalmente no aptas para el consumo.”

“Para evitar que el afán de lucro, que es lo que guía a los fabricantes en economías llamadas de mercado como la nuestra, continúe exponiendo al consumidor a recibir productos adulterados o a que le den gato por liebre, se hace inaplazable establecer un riguroso sistema de control de calidad como existe en muchos países.”

Como podrá verse, el problema de los embutidos dominicanos no es cosa de ahora. Durante medio siglo se han explotado las necesidades de un pueblo que, raras veces, encuentra quien lo defienda de los productores inescrupulosos. Y cuando aparece un defensor genuino, como Altagracia Paulino, entonces la quieren sacrificar por cometer el pecado de exigir que todos cumplan las leyes.

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