POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
Con sus exitosas participaciones en el Concurso de Pintura Jóven de Casa de Teatro (1996, 2001, 2003) y en el XX Concurso de Arte E. León Jiménes (2004), más su excelente demostración en la XXlll Bienal Nacional de Artes Visuales (2005), Gerard Ellis emerge con una propuesta simbólica que se constituye en una auténtica sorpresa en el contexto de la pintura dominicana del último lustro.
Su honestidad de convicciones, su personalidad autoexigente, su compenetracion existencial con el médium y su precisa atención sobre los recursos sistemáticos del oficio resultan en una facturación definitivamente impecable del espacio pictórico.
En estos espacios, accedemos ante un frágil y mutante imaginario que, tanto nos remite a las nuevas mitologías cotidianas que signan este instante próspero y paupérrimo de la fiesta del Cyborg como a la parafernalia doméstica o tecnologías ansiolíticas que nos depara la Matrix virtual de la seducción, del terror y de la vanidad
Gerard Ellis (1976) es egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes y de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. En la EMBA realizó estudios de Postgrado en dibujo y presentó su primera exposición individual en 1997. En la UASD (2001)obtuvo con honores una Licenciatura en Publicidad. En el 2002 presenta En lo oscuro de la habitación, segunda exposición individual en el Centro Cultural de España. Obtuvo la Primera Mención de Honor del Concurso de Pintura Jóven de Casa de Teatro y el Primer Premio de Pintura del XX Concurso Bienal E. Leon Jimenes, Santiago de los Caballeros (2004). Su obra ha sido exhibida por la galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo en la Feria de Arte Latinoamericano Merrill Lynch Arteaméricas 2004 y 2005, Miami, FL. USA; en la AAF Contemporary Art Fair, NY, NY.(2005) y en Art Miami, 2006.
En sus pinturas recientes, Gerard Ellis acomete su persistente impugnación de lo real utilizando la figura del perro como alegoría de las miserias que tocan a la condición humana contemporánea. En obras como las tituladas Vaca Sagrada, En Ciudad Juguete, Trampa, No importa el disfraz, Es una trampa peligrosa, Adiestramiento, Vestido para la fiesta, The Road of Hapiness y Portrait of Predator, el perro encarna la víctima y el propio instrumento mediante el cual el victimario ejecuta su propósito. Estas reacciones simbólicas que Gerard Ellis materializa bajo el título abarcador de Los cuidadores de mi pueblo son capaces de operar como metáforas acabadas de los absurdos rituales domésticos y expansivos de la violencia en este tiempo humano deslumbrante, corrompido, totalitario y aterrorizado.
Los cuidadores de mi pueblo son los que cuidan de nosotros por decisión de seres no pensantes. Aparecen con sus disfraces de bienhechores como celosos guardianes de la dignidad y la moral cuando ondean en nuestras narices sus banderas cargadas con colores y escudos de prosperidad. Sus máscaras son impecables y difíciles de alcanzar. Y lo logran!, deslumbrando y engañando a quienes los hacen objetos de adoración. Son cuadrúpedos que se alimentan de la sangre de quienes muerden Pero no son autónomos. Son todos propiedad de un mismo dueño con muchos cuerpos que los sostienen por un collar que les sabe delicioso y del cual no quieren zafarse nunca. Pobre de ellos. Aunque su maldita pobreza nos empobrece.
Gerard Ellis se vale de una notable diversidad de técnicas y medios plásticos a la hora de la resolución de sus rigurosos ejercicios pictóricos. Utiliza el collage, la acrílica y el óleo. El énfasis sobre el concepto y la composición se torna característica distintiva de este perturbador y sugestivo universo visual. En el proceso de materialización y depuración de tal universo, resultan claves los recursos estructurales y expresivos del dibujo. Aquí estamos ante el despliegue de una práctica simbólica esencialmente lúdica, poética y reflexiva. Ante una obra que nos sitúa en las periferias del asombro y cuya simultaneidad o transposición de signos, planos y espacios cromáticos, al igual que la microfísica de su materialidad transparente, nos provoca una profunda reflexión sobre su vitalidad, así como sobre sus implicaciones éticas y reveladoras
Ciertamente, con estas imágenes, Gerard Ellis no hace más que asumir su práctica artística como oficio liberador de una ardiente espiritualidad. Como estrategia especializada de constancia y transgresión. Como inspirada y lúcida manera de trascender una esquizia cotidiana cuya inmanente plasticidad se expande vertiginosamente hasta estallar como fuente inagotable de inéditas transfiguraciones y de imprevistas tentativas simbólicas.