Las riadas y derrumbes provocados por los torrenciales aguaceros han puesto en riesgo las vidas de cientos de familias, principalmente en poblaciones del Cibao Central, el Norte y el Noroeste. Por fortuna, la frecuencia de estos trastornos climatológicos han fogueado de tal manera a nuestros equipos de socorro, que se han hecho las evacuaciones preventivas y el rescate oportuno para reducir a su mínima expresión las desgracias personales. Nuestros rescatistas han hecho un gran trabajo y permanecen vigilantes para acudir en auxilio de quienes lo necesiten, dondequiera que se necesite y haya peligro.

Pero los riesgos no terminan ahí. Toda esta agua acumulada representa una amenaza sanitaria muy seria. En otras épocas, tras situaciones similares a esta, hemos padecido brotes de leptospirosis, dengue, enfermedades respiratorias y gastrointestinales y otros trastornos de salud que ocasionan muerte. La segunda fase del socorro deberá ser, por tanto, la prevención de enfermedades. Hay que proveer agua potable allí donde haga falta, drenar tan pronto como sea posible el exceso de agua, insistir en la higiene personal y en el manejo de los alimentos y vacunar a niños y adultos contra enfermedades que suelen cobrar auge en situaciones como esta. El operativo sanitario deberá ser tan eficiente y oportuno como ha sido el de evacuación y rescate durante las inundaciones.

Murió un ser de huellas perennes

George Arzeno Brugal fue de esos hombres emprendedores que aún desapareciendo físicamente viven por las  huellas que dejan a su paso. Su fallecimiento nos priva de un empresario de profunda sensibilidad social, preocupado por los problemas de nuestra nación y siempre dispuesto a aportar para su solución. Fue visionario y abogó por la apertura comercial del país cuando este concepto era aún tabú.

Sus méritos como líder empresarial le permitieron dirigir con acierto varias entidades de gran incidencia económica y social que han hecho importantes aportes al desarrollo del país, como el Consejo Nacional de la Empresa Privada.  Combatió con tanto vigor la tiranía de Rafael Trujillo, que debió permanecer quince años exiliado en Puerto Rico para poder escapar de la persecución. Sus huellas, sus aportes a la nación, le harán perdurar en el recuerdo de este pueblo, que tiene con él una gran deuda de agradecimiento.