Emigración cibaeña a San Cristóbal

Emigración cibaeña a San Cristóbal

Este 2017 se cumplen setenta años de la emigración de un centenar de cibaeños a San Cristóbal, acción que algunos han considerado siempre que fue propiciada por el dictador Rafael L. Trujillo para contribuir al “blanqueamiento” de esa población.
Se trata de uno de los hechos más llamativos de la historia contemporánea de San Cristóbal, a pesar de lo cual persiste a su alrededor una especie de nebulosa que impide conocer sus orígenes.
El punto clave –pendiente de clarificar debidamente– es qué motivó al hombre fuerte del país por 31 años a patrocinar en 1947 el traslado a su ciudad natal de ese grupo considerable de cibaeños, específicamente guraberos.
¿Qué buscaba el habilidoso mandatario, que también favoreció –aunque en circunstancias bien distintas– el flujo hacia el país de emigrantes judíos, españoles y japoneses?
Entre los guraberos (todos de tez clara) había muchachas hermosas y algunas tenían destreza en el manejo de artículos artesanales, pero en su conjunto el grupo de hombres, mujeres y niños no tenía ninguna condición especial. Es decir, su cultura era pobre y no descollaban como técnicos, agricultores ni profesionales.
Las dos personas que Trujillo encargó de manejar este asentamiento en San Cristóbal –Don José Pimentel y Benjamín Uribe Macías (los sancristobalenses más influyentes durante todo el régimen que prevaleció de 1930 hasta 1961), hace tiempo que fallecieron y en el poblado quedan muy pocas personas verdaderamente conocedoras de la historia local.
Los cibaeños emigrantes provenían de Gurabo y el primer contingente de 22 familias arribó a San Cristóbal el miércoles 27 de junio de 1947. Se dice que fueron transportados por orden de Trujillo en autobuses y sus pertenencias en camiones. Salieron de Gurabo a las 9:00 de la mañana y llegaron a San Cristóbal a las 7:00 de la noche, siendo depositados en la escuela Juan Pablo Pina, donde se les sirvió un abundante bufé. Al otro día comenzaron a ser ubicados en distintos lugares, pero la gran mayoría permaneció durante 18 días en el local del Club 24 de Octubre en la calle Padre Ayala. Durante el proceso llegaron en total alrededor de 130 personas.
Muchos rechazan tajantemente la versión de que Trujillo propició ese flujo migratorio por racismo. Y sostienen que propició el viaje, entre otras razones, por las habilidades en el manejo de la artesanía de las mujeres.
Varias de las familias guraberas recibieron de Trujillo, en la década del 50, casas de concreto que aún se conservan en buen estado cerca del sector urbano que antes se conoció como Alto de los Melones, próximo a donde se estableció una base de la Marina de Guerra.

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