En un mundo cada vez más interconectado, prosiguen los flujos migratorios de personas, dinero e ideas. Y aunque parezca que desde los cielos del acaudalado Norte a los países pobres les lluevan remesas en dólares y euros, tecnología y asistencia monetaria, a la postre el balance beneficia a las naciones desarrolladas, a las poderosas corporaciones transnacionales que dominan el planeta.
Mientras, República Dominicana y otros países subdesarrollados evolucionan hacia nuevas modalidades de intercambio asimétrico que incrementan la desigualdad, propulsora de pobreza, delincuencia e inseguridad, de migraciones.
No es fortuito. Tal situación deriva del proceso de reestructuración global de los sistemas de innovación que tiende a la excesiva concentración de la riqueza en la élite política y económica de los países ricos y pobres, inmensas fortunas infladas en RD con la inequidad social y la hipercorrupción.
En esa fase, dentro del marco de la globalización, es notable el aporte a la ciencia y la tecnología de la fuerza laboral procedente de América Latina y el Caribe, donde crece la tendencia migratoria de recursos humanos de excelente formación académica.
Una tendencia que, entre otros factores, obedece en RD al atraso en su sistema de innovación por la exigua inversión en investigación y desarrollo, apenas 0.03% del Producto Interno Bruto (PIB), inferior a la media regional de poco más del 1%, ínfimo con relación al de países desarrollados.
De ahí que exista un personal de alta calificación en las multinacionales que, en vez de contribuir al desarrollo de sus propios países, impulsan la innovación de naciones que aceleran el paso por la cuarta revolución industrial, lo que genera nuevas formas de dependencia, de intercambio desigual, más sutiles, quizás, pero profundamente lesivas.
Salvo mentes brillantes, investigadores, científicos y tecnólogos tercermundistas que escalan posiciones relevantes, el resto de esos inmigrantes que abaratan el trabajo científico-tecnológico, no realiza labores analíticas, creativas, los destinan al llamado “trabajo sucio” tecnológico, a tareas tediosas, repetitivas.
Múltiples ganancias. La reestructuración global de los sistemas de innovación no sólo permite a las grandes corporaciones disponer de personal calificado sin invertir en su formación, sino, además, bajar costos, elevar sus ganancias, transferir riesgos y declarar patentes.
Todo eso gravita en beneficio de un mundo desarrollado cada vez más insular, con un creciente proteccionismo.
Acorde con esas estrategias, esos países fortalecieron sus políticas de migración selectiva. Tres decenios atrás, Estados Unidos, por ejemplo, ya tenía suficiente mano de obra para el trabajo rudo, reemplazado en algunas áreas por la automatización y la robótica.
La siguen aprovechando, tanto en su territorio como fuera de él, en las zonas francas o maquilas, en ensambladoras que desplazan partes del proceso productivo, comercial y de servicios a países pobres, en función de los enormes diferenciales salariales.
“Silicon Valley de AL”. Los recursos humanos con alta formación de naciones de ingresos bajos y medios no están exclusivamente en empresas del exterior. Los utilizan también en las zonas francas, en las llamadas maquilas “científicas” o “encubiertas”, con procesos productivos más complejos, los “Silicon Valley” latinoamericanos y asiáticos surgidos en la periferia del mundo.
Dentro de todo ese entramado, cambiaron el término “fuga de cerebros” por “movilidad de talentos”, en el supuesto de que el conocimiento beneficia a todos, que los inmigrantes talentosos generan sinergias para el desarrollo de sus países.
Un espejismo. Apenas queda el lento goteo tecnológico y un precario derrame salarial. Además, investigaciones latinoamericanas demuestran que las remesas en dólares no compensan la transferencia de ese capital humano, el gasto estatal y familiar en su formación, desde nivel inicial hasta el grado o posgrado.
Saldo negativo. La experiencia confirma el saldo negativo de esa reestructuración desde que a fines de los años 80 del siglo XX implementaran el Consenso de Washington, alternativa estándar para el desarrollo latinoamericano.
Con anuencia de sus gobernantes y bajo el tutelaje de organismos internacionales que llegaron con proyectos y préstamos, aplicaron ajustes estructurales orientados a la apertura, privatización y desregularización, generando pobreza, desempleo, informalidad laboral, una estampida migratoria sin precedentes.
La RD no escapó a los radicales ajustes que reorientaron su economía. Con promesas de progreso, desmantelaron el aparato productivo, dando paso a un modelo económico de servicios sustentado en zonas francas y turismo.
En la configuración de nuevas formas de integración al sistema mundial, se aplicaron reformas cuya drástica repercusión en la calidad de vida se trocó en poderosos mecanismos de expulsión, desencadenando olas migratorias que convirtieron al país en exportador de mano de obra.
Finaliza el segundo decenio del siglo XXI y las secuelas aún impactan a la población dominicana. Para atraer inversión extranjera, la RD sigue ofertando trabajadores de baja calificación en las zonas francas, empresas de muy alto componente importado, favorecidas con incentivos y exoneraciones fiscales.
Esas industrias, muchas están instaladas en la Ciudad Cibernética, el “Silicon Valley de Santo Domingo”, abaratan sus costos con salarios mínimos inferiores a los de las grandes empresas no sectorizadas.
El país diversificó las exportaciones, ya no se limitan a rubros del agro, pero no impulsó la agropecuaria ni la industria nativa, poco competitivas como reflejan las exportaciones. Del 10.8% aportado al PIB en 2018 por las empresas exportadoras, sólo 3.9% corresponde a las nacionales y 6.9% a zonas francas, responsables del 56% del total exportado.
A las zonas francas, de poco encadenamiento con el aparato productivo nacional, al igual que el turismo, fluye el capital extranjero, repatriando gran parte de los dólares derivados de las exportaciones, divisas que mayoritariamente antes traían el café, azúcar y otros rubros.
El país exporta manufacturas, las encabezan productos médicos clasificados como bienes difusores de progreso tecnológico. Excelente, pero ahí radica nuestra innovación, propiciada básicamente por firmas extranjeras, no locales.
La RD se quedó rezagada, fuera de los carriles de la cuarta revolución industrial. Desde la primera fase de la reestructuración global renegó del agro, del ahorro interno, optando por un endeudamiento sin frenos, un 52% del PIB.
En tanto persiste la fuga de capitales nativos que tampoco hoy se deciden por una mayor inversión en innovación y desarrollo, y se siguen escapando junto al talento.
Baja inversión en innovación
La RD está compelida a enfrentar la conjunción de viejos males estructurales y los nuevos retos de la economía del conocimiento, plantar pilares firmes para su desarrollo, impulsar la inversión pública y privada en la innovación productiva, indispensable para la transición hacia una economía competitiva.
Además de impulsar el sistema de innovación, tal inversión contribuiría a evitar la fuga de recursos humanos de alta formación, lo cual reduce el acervo de habilidades y competencias vitales para superar el rezago y fragilidad del modelo económico-institucional vigente, caracterizado por la inequidad.
Un imperativo para transformar esa realidad es invertir mayores recursos en ciencia y tecnología, camino expedito hacia el desarrollo, pues cuando las empresas innovan la productividad aumenta y la economía se vuelve más competitiva.
La inversión en I+D (Investigación y Desarrollo) es fundamental para un desarrollo sostenible que permitan desterrar la pobreza. A tales fines, las políticas de innovación deben constituir un eje central de las estrategias de desarrollo y estar diseñadas para responder a los principales desafíos económicos y sociales.
Ese no ha sido el camino seguido por RD y América Latina. Los datos indican que el peso de la I+D de la región, muy inferior a lo que correspondería según su nivel de desarrollo. Es consistentemente baja con relación a los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y naciones industrializados de Asia.
Para hacer frente a esa paralizante o involutiva situación, uno de los factores clave es impulsar la participación del sector privado en este ámbito. Como en RD, la financiación de I+D en la región se hace básicamente con fondos públicos. En Norteamérica, 60% la subvenciona capital privado, y en Europa, 50%, pero en AL la incursión de empresas privadas es de 30%, con pocos países sobre la media regional.
LAS CLAVES
1. Robotización
La automatización y robotización avanzan. Además de inmigrantes dedicados a oficios rudos, desechados, seguirán reemplazando en EU y Europa a una parte del trabajo tecnológico que realizan profesionales y técnicos de países periféricos. Una tendencia expansiva, la inteligencia artificial tiene en marcha diversos procesos de sustitución y de convivencia entre personas y máquinas, mediante plataformas en las que algoritmos se hacen cargo del “trabajo sucio, el back office”, transcribir textos, recopilar datos y otros que aportan escaso valor y consumen gran parte de la jornada laboral.
2. Transferencia inversa
Los países emisores de mano de obra especializada experimentan pérdidas en términos de transferencia de conocimiento y capital humano hacia naciones desarrolladas, constituyendo así una transferencia inversa de tecnología. Ello se debe a que además de perder capital humano potencial para el desarrollo del país, también cargan con los costos de educar a esa población.
3. Redes de conexión
El efecto negativo para el desarrollo llevó a algunos gobiernos a invertir en la promoción de políticas orientadas a recuperar recursos humanos que emigraron o a vincularlos con el quehacer económico, académico o tecnológico de su país, como las redes creadas en Chile, Colombia, Uruguay, Argentina, México y países del Sudeste asiático.
2. Concentración
EU, Reino Unido, Canadá y Australia acogen a casi dos tercios de inmigrantes con educación terciaria, son los principales destinos del personal de alta calificación, entre diez países que reciben 60 % de más de 250 millones de migrantes internacionales, creciendo la concentración cuando las aptitudes y habilidades son mayores. Tantos van a EU que ahí se ubica el 85% de migrantes ganadores de un Premio Nobel de Ciencia.