Emilio Cordero Michel

Emilio Cordero Michel

El diputado Fidelio Despradel Durante una sección en Cámara de Diputados República Dominicana. Santo Domingo Rep. Dom. 26 de junio del 2018. Foto Pedro Sosa

Podría contar mil anécdotas de ese magnífico ser humano que fue mi amigo Emilio Cordero. Desde aquella donde resultó ser el mejor tirador, con todo tipo de armas, en una dura prueba que nos puso el Comité Central de Cuba (1964) en una visita oficial que hicimos Juan Miguel, Emilio y yo para concertar nuevos acuerdos con esa dirección, hasta aquella donde, en medio de los momentos más cruciales, de la guerrilla constitucionalista de 1963, Emilio lavaba su ropa interior en los riachuelos y los ponía a secar, para indignación del “Guajiro” (nuestro magnifico guía), para quien este comportamiento no le podía “entrar en la cabeza”, en las difíciles situaciones donde estos actos se producían.
Pero lo que quiero es sintetizar en tres o cuatro párrafos, la grandeza de aquel ser humano en extremo singular:
Fiel hasta la muerte a la memoria de esa gloria de las luchas e historiografía económica dominicana, Pilón Cordero, su hermano, mártir de la Gesta de Constanza, Maimón y Estero Hondo.
Amigo íntimo y fiel del más grande líder revolucionario habido en el país hasta el momento, el gran Manolo Tavarez, a quien acompañó en la guerrilla de 1963, aun teniendo algunas reservas en relación al “momento” en que se produjo dicha Insurrección Constitucionalista del 14 de Junio (28 noviembre 1963).
Emilio fue quien despertó en Nelson Moreno Ceballos y en mí, cuando decidimos, previo al inicio de la publicación de la revista Nuevo Rumbo (marzo de 1972), inscribirnos en su cátedra de historia, para que nos sirvieran para empezar a comprender la verdadera historia de nuestro país. Gruñón, grosero y a la vez comprensivo con los estudiantes, en quien, en aquel año 1972, nos iniciábamos en el estudio a fondo de la historia de nuestro pueblo.
Amigo de los amigos; respetuoso del talento ajeno; intransigente contra la mediocridad y el “ventajismo”, cada vez que este se hacía presente en sus clases, o en cualquier otra oportunidad.
En aquellos tiempos, Emilio era un profesor inigualable; Inigualable porque era ejemplo de erudición y de capacidad de poner a cada quien a “pensar con cabeza propia”, pero nunca exhibía su saber ni aplastaba a los y las alumnas.
Emilio conquistaba el respeto y la admiración en quienes supieron (me cuento entre ellos) aquilatar su bondad, detrás de aquella cara, unas veces jovial y otras gruñón.
En estos momentos, cuando las clases dominantes se han encargado de pulverizar los conceptos de dignidad, amor propio, patriotismo espíritu revolucionario y rebelde, pensar que Emilio se nos ha ido, aunque quede bien estampado su ejemplo, me produce una honda tristeza.

Más leídas