El accidente ferroviario norcoreano fue de enormes dimensiones.
Aquí amenaza parecido choque de trenes, pero electoral, que huele a catástrofe.
Los principales contendientes marchan aceleradamente, como trenes sin frenos, por la misma vía, sin atender señales.
Con todo pronóstico a su favor, es extremadamente difícil que los morados puedan aceptar una hipotética derrota.
Lo mismo ocurre con el triunfalismo, sin base alguna razonable, exhibido por el gobierno.
Esgrimiendo insultos y descalificaciones, ciegos ante la contundente realidad de su fracaso, nadie espera de los oficialistas una normal aceptación de su inevitable derrota.
Son dos trenes lanzados al estruendoso choque.
¡Quiera Dios!