El transfuguismo político es vergonzoso problema.

Presuntos representantes del electorado cambian de partido con asombroso desparpajo.

Hasta dicen que mayorías senatoriales se «persuadían» con sacos de dinero.

Nuestro sistema permite la impunidad del más descarado transfuguismo.

Pero hay una modalidad de esa traición que nos lleva a este callejón sin salida.

Se da cuando los mismos partidos desertan, abandonando idearios y cambiando de banderas aunque conserven colores.

Nuestros grandes partidos son tránsfugas de su ideología inicial. Revíselos.

Irrespetaron a su fundador (que era el mismo), olvidaron viejas luchas, se prostituyeron sin rubor. Vendieron sus muertos. Transfuguismo colectivo.

Compraventa de partidos.