Esta semana sucedió algo especial en Irak.

La superpotencia militar pactó una tregua con un clérigo musulmán.

No era un acuerdo entre entre naciones, sino de EE.UU.

con los seguidores armados leales al clérigo chiíta radical Al Sadr.

Nótese que además de «chiíta» califican de «radical» al barbudo líder.

Cuando Bush, también fundamentalista, inició la santa «cruzada» contra Afganistán e Irak, el mundo temió lo que ahora es evidente: también es guerra religiosa.

Pactaron tregua por ser Nayaf lugar santo. La rompieron ayer.

Dios nos libre de guerras alegadamente religiosas.

Tienen falsos pretextos asumidos religiosamente.

Esas guerras nunca terminan.

Al tiempo.