Conforme más se conocen las dimensiones de la tragedia en la frontera, crecen el asombro y la pena.
El desamparo de la marginación social queda dramáticamente al desnudo. Hablar ahora de «pobreza» parecería frívolo.
A ambos lados de la frontera, como en la basura primada del Ozama, la marginalidad es patente, contundente.
Curiosamente, el diccionario define la marginación de personas
o grupos como su «no integración» en la sociedad.
Y no es cuestión de reducidas minorías.
Es medio país el que malvive marginado.
Medio país al margen de medicamentos y de mínimos niveles de consumo.
Sin integrarse a sociedad moderna.