Sancionan propaganda engañosa en el comercio pero la permiten en política.
Ocasionalmente, ganan las elecciones los más embaucadores, con superior capacidad de engaño.
Hay maniobras audaces de propaganda mentirosa.
Como la chapucera negociación del TLC.
Como los rocambolescos tratos turbios con el sector energético.
Como «cuatrocientas mil soluciones habitacionales» cuando no llegaron
nunca a «construir» veinte mil viviendas.
Como reiterados anuncios semanales de «caída del dólar».
Como repetidos propósitos antirreeleccionistas.
Ponen a decir a los gobernantes datos irreales, como las infinitas
máquinas de lavar del gobierno anterior, como el cumplimiento del
90% de las promesas electorales en el último fracaso.