El puente Duarte está a punto de colapsar.
Lo dicen los ingenieros.
Además de necesario, es símbolo, emblema del país.
Rebautizado, representó una modernidad que nunca superó ancestrales atrasos.
La nación necesita puentes sobre brechas y diferencias.
Varios gobiernos irresponsables han llevado ese puente al borde del colapso.
La incapacidad administrativa para dar mantenimiento se une a la corrupción que erogó en vano veinte millones de dólares.
El puente, ya inútil, adquiere un nuevo y patético simbolismo.
Así está nuestra sociedad en esta víspera electoral.
Insegura, debilitada, abandonada, engañada, incapaz de unirse, dilapidados sus recursos, esperando el derrumbe.
Sin propuestas.