Emiratos Árabes

Emiratos Árabes

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Después de finalizada la reunión sobre cacao en Malasia, atendí una invitación reiterativa que me había hecho mi ahijada Elena Payamps, casada con un ingeniero en electrónica, súbdito del Emirato de Abu Dhabi, la capital de los emiratos compuesta por siete pequeños estados del Golfo Pérsico y en donde, contrario a lo que muchas personas piensan, sólo Dubai y Abu Dhabi son muy ricos, bonanza que les viene de los yacimientos petroleros y los otros cinco, además de desérticos, muy pobres.

La primera impresión la recibí del supermoderno y deslumbrante aeropuerto internacional de Dubai. Todo lo que se pueda imaginar de confort en este tipo de instalación, en ésta sobra, pero con un esmerado ordenamiento que permite al usuario creer que él es el centro de la atención necesaria para hacer placentero su tránsito por el mismo. Inmensas palmeras y otros detalles propios de la cultura árabe adornan esta monumental obra.

Mi primer destino, Abu Dhabi, capital de los emiratos. Una autopista de cuatro carriles y un amplio paseo unen las capitales del emirato de Dubai y Abu Dhabi. El panorama cubierto de arena, pero con la ayuda del poderoso aliado, don dinero, ha sido sembrada de árboles y palmeras datileras, en toda su longitud de aproximadamente doscientos kilómetros. Me quedé anonadado cuando divisé por espacio de unos 65 Kms. una triple verja en bloques de hormigón y mitad de hierro forjado que debió costar varios millones de dólares. Cuando indagué, se me informó que el jeque propietario de la misma, el cual tenía dos palacetes de ambos lados, la edificó para que sus camellos no salieran de su “finca” y pudiesen ser atropellados por los vehículos que se desplazan velozmente por la autopista.

Ya en Abu Dhabi, mi anfitrión me llevó a conocer el hotel en cuya mitad sesiona también el gobierno. Un palacio de mármol rosado con incrustaciones de pan de oro, lámparas de bohemia y adornos en diferentes metales y piedras semipreciosas. Tiene unos jardines, al parecer, copiados de los castillos y monumentos europeos con fuentes de agua de donde emanan chorros permanentes de agua, en un país, en donde el agua proviene de plantas desalinadoras y es un elemento muy caro. Indagando sobre esta impresionante estructura arquitectónica, su administrador me dijo que la misma, con el inmenso terreno que ocupa, había costado alrededor de tres mil millones de dólares.

Muy cerca de este hotel y en un malecón construido robándole parte al mar, se encuentra el Marine Mall, propiedad del jeque presidente de los Emiratos. Haciendo una comparación con los grandes complejos de tiendas de Malasia, éste lucía fuera de serie. Los que aquí se dicen grandes, en los Emiratos parecen tenderetes. En este tipo de establecimiento se puede comprar de todo, desde una villa en una de las islas que construyen y que para nosotros son “intocables”, hasta un traje de emir con hilos de oro.

Dos cosas nos llamaron poderosamente la atención en el diario vivir. En primer lugar, no observé un papelito, desechos, graffiti o anuncios que impidan la visibilidad. Se nos informó que la multa por estas infracciones equivale en moneda local a ciento cincuenta dólares y que hay una resolución en vísperas de ser aprobada, que eleva la multa a quinientos dólares. La segunda, al no observar agentes de la policía en las esquinas, como los conductores no violaban los semáforos o las leyes de tránsito. Mi amigo me dijo que aquellos que osan violar los semáforos, son captados por unas cámaras que transmiten la visión a la estación de policía más cercana, la cual indaga por la matrícula del vehículo su dirección y después, con la foto se presentan ante el infractor, le imponen una multa conforme a lo estipulado en la ley y le incautan el vehículo por un mes. ¡Hay si en nuestro país hicieran lo mismo, la mitad andaría a pie!

Por fin llegamos a Dubai para una visita de un día. Todo lo que se pueda decir o imaginar sobre la pujanza y la actividad constructiva de esta ciudad, se queda corto. Nunca imaginé ver una torre, que me pareció una imagen que tenía una Biblia de mi madre sobre la torre de Babel. Su estado actual ronda en los 350 metros, pero para principios del año 2009 que se proponen terminarla, tendrá 801 metros de altura. Es decir, más de 250 metros sobre la edificación más alta hasta ahora construida.

Aquí los bloques de edificios son por encargo. Había una lotificación que no pude terminar de contar por la velocidad del vehículo, que observé más de cincuenta torres, todas de vidrio con más de treinta pisos cada una. Cuando llegué a la Palmeral, una isla que en forma de palmera se está construyendo en el mar, la batería de edificios de más de quince pisos a ambos lados fue impresionante. Me informaron, que la villa más modesta cuesta más de un millón de dólares y que para trasladarse a las mismas hay que poseer, o un helicóptero o un yate. ¡Qué derroche de dinero!

Dubai posee el único hotel 7 estrellas y el más alto del mundo enclavado en el mar. Edificado en forma de vela, para visitarlo se necesita inscribirse con quince días de anticipación y por la entrada y un café, se pagan sesenta euros. La habitación más modesta cuesta US$15,000.00 por noche, las suites US$25,000.00 y no me dieron el precio de las presidenciales.

En el Mall de los Emiratos, quedé boquiabierto en la sección que se denomina Ski Dubai. Allí, esquiadores subían en sillas en monorriel para después descender por una pendiente de nieve artificial. En el suelo, esquiadores se deslizaban en todo tipo de artefacto que se utilizan para deportes en la nieve. Esto síes increíble, pero como diría Ripley, pero cierto.

El ingeniero Diandino Peña debería darse una vueltecita por Dubai para que observara la construcción del viaducto aéreo que será el Metro de esa ciudad. Nunca antes habíamos visto este tipo de aparato que coloca las secciones prefabricadas en el elevado. Por razones de espacio, no podré seguir describiendo esta fantástica ciudad. Lo narrado en Las Mil y una Noche se queda muy corto de lo que pude apreciar y como expresé anteriormente, con Don Dinero, se puede convertir en realidad lo imposible.

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