Una reciente media mañana otoñal de un día laboral en la ciudad capital dominicana fui testigo de un hecho espeluznante: un joven conductor escribía un texto desde su teléfono inteligente mientras su autobús se desplazaba por una avenida. Tanto me sorprendió que detuve mi vehículo y aparqué por un rato hasta reducir la tensión vivida. Salido del susto emprendí de nuevo el viaje de regreso a casa pasando por sectores acomodados cuando de repente noto una motocicleta de un repartidor de mercancías a domicilio cuyo operario fijaba su atención al celular al tiempo que hablaba en voz alta tal vez para confirmar el sitio correcto para entrega del encargo. Hube de lanzarme al margen de la acera para de esa manera evitar un impacto frontal. Poco a poco voy conociendo las características y retos de los nuevos tiempos para individuos testigos de tres pasadas generaciones. Ahora comprendo el significado de la ranchera mexicana “Camino de Guanajuato” del legendario compositor y cantante José Alfredo Jiménez en la que dice: “Bonito León, Guanajuato/La feria con su jugada/Allí se apuesta la vida/Y se respeta al que gana/Allá en mi León Guanajuato/ La vida no vale nada”.
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Cada noche y todos los fines de semana hay que aprender a ver entre la humareda los rostros juveniles que aspiran y exhalan un denso humo que emana de las jucas y dispositivos “vapor” compartidos entre amigos y amigas dueños de las esquinas barriales. De allí proceden los clientes de las morgues forenses que registran unas cifras crecientes de muerte súbita en personas con edades que fluctúan entre los 14 y 35 años. El período de la vida que inspirara la musa de Rubén Darío y que forjara la fe y la confianza en un luminoso mañana en las mentes soñadoras de nuestros antecesores, se ve hoy amenazada por una camada de gente sin pasado ni porvenir, inspirada solamente en el aquí y ahora.
Tenemos un eclipse del pasado y total borramiento de visión futura. Todo se concentra en el goce del momento que se vive. Jamás se había vivido con tan inusual intensidad el orgiástico ahora. Se vive cada instante cual si no viniera otro. El placer se intensifica y prolonga artificialmente mediante el uso de ingredientes químicos que excitan al máximo a nuestro órgano rector que es el cerebro. La mente intoxicada permanentemente apenas tiene espacio para el instante que se goza. El mundo virtual ha sustituido al planeta real que se autodestruye con el cambio climático dominado por el calentamiento global y las sorprendentes inundaciones que arrastran flora y fauna de su derredor dejando un triste panorama de luto y desolación.
Los juegos cibernéticos violentos llenan los espacios mentales de niños y adolescentes para quienes la guerra se vuelve lo natural, en tanto que la paz es tema fuera de lugar.
Vivimos un momento en el que debemos redoblar los esfuerzos para despertar la consciencia de la última generación humana que cargará sobre sus hombros el pesado fardo de darle un nuevo sentido a su razón de ser. El porvenir de la humanidad depende de una reorientación de la brújula del barco universal de las emociones. La vida planetaria es responsabilidad de todos y de todas. La paz y el amor integral es la clave existencial de hoy y de mañana.