MARTHA PÉREZ
Luego de que ocuparan la opinión pública nacional los temas sobre isla artificial, contrato con Enade y el contrato de préstamo para la Policía Nacional, se ha desatado una petición al presidente Leonel Fernández, de parte de ciertos sectores de la vida nacional, para que opine sobre los referidos casos. Esas peticiones, hechas de distintas formas se han convertido en un emplazamiento con distintas intenciones, y, obviamente, para satisfacer distintos intereses.
No pretendemos librar de su razón implícita en sus derechos a los autores de dichas peticiones, lo que además les concede las características de los casos, que provocaron también la reacción de importantes figuras del Partido de la Liberación Dominicana llamando a la prudencia a los funcionarios del gobierno, en especial miembros del partido. Y es que la situación resultante de esos casos ha hecho como pasar una página que estaba despegada y no ordenada numéricamente dentro del manual de ética pública que fomenta el presidente Fernández.
Pero el emplazamiento en que algunos sectores políticos y sociales, y personas individuales han convertido sus peticiones de opinión al mandatario, es casi un juicio de valor de la responsabilidad que pretenden asignarle, y se convierte en una especie de presión pública que parece ir más allá de la petición misma, con lo que dan a entender que buscan pescar en río revuelto y no una respuesta en nombre de la sociedad dominicana para el interés colectivo, como debiera ser la intención, y talves lo sea, pero la desvirtúan. Una actitud ensañada, por lo general, convierte víctimas en victimarios, porque la saña y la desesperación en cualquier manifestación conductual, engendra venganza. En esto los políticos tenemos que aprender a observar mucha prudencia.
Hay que observar mucha prudencia también en la forma en que se participa y se socializa el acontecer nacional, porque las poses o argumentos usados, más bien en interés de desinformar, dañar honras, procesos, historias, devenir, etc. de individuos y-o grupos, que de aportar, a veces se revierten en contra y desnaturalizan no sólo la esencia del asunto y el interés que lo motiva, sino la propia esencia personal. Y cuando esto ocurre, fácilmente lo personal se sobrepone a lo institucional, y uno se queda como envuelto (solo) en sus argumentos y poses.
Hasta en el seno familiar los padres o tutores a veces son sorprendidos por la conducta de sus hijos y quedan como perplejos ante hechos que se salen de toda regla de la convivencia familiar y orden del hogar que han definido. Pero más perplejos quedan vecinos y relacionados que conocen de esas reglas y orden, y sobre todo a quienes las han establecido, lo cual les da derecho a referirse a la situación en la sana intención de que sea corregida, sugiriendo, incluso, a los padres o tutores posibles fórmulas para los fines, ya sea ipsofacto, en corto o mediano plazo; y a veces, hasta una explicación o información del porqué la mala conducta si han definido reglas tan claras; pero siempre reconociendo que aquellos son los conductores familiares y que para llegar a crucificarlos por las inconductas de sus hijos, debe de tenerse la seguridad de una responsabilidad. Porque, además, los padres o tutores vigilan directamente a sus proles; vigilancia que, por lógica general, termina con el inicio de la adultez del muchacho, que se muestra orgulloso de sus progenitores o tutores, los imita, los halaga y promueve entre los demás las sabidurías de los viejos, como acción teatral que asegura lo aprendido. Con ello lógicamente, lo sienta o no, busca inspirar confianza. Y es ahí cuando el que quiere independizarse de la familia lo hace, sobre todo a escondidas, porque presupone la vergüenza, aunque sin reparos.
Por eso, las formas en que ciertos sectores están solicitando una explicación al presidente Fernández, sobre los precitados casos, a todas luces, a manera de presión implacable, constituyen un emplazamiento que debe resultar incómodo para una persona que ha definido las reglas y el orden para conducir y conducirse los demás en la casa, pero hay algunos hijos desobedientes, que fingen portarse bien pero viven haciendo travesuras, comprometiendo a otros. Creemos que el presidente Fernández está perplejo con inconductas que han estado por encima de toda regla y orden establecidos por él. Y que el emplazamiento debe convertirse en una solicitud cortés apegada a las normas de comportamiento humano y social y al interés nacional, aún venga de la oposición. Porque, ¿acaso no es una información o explicación lo que se quiere, y que en su momento deberá producirse?. ¿O es otra cosa?.