Un funcionario de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jan Heino, cree que los bosques son lugares para crear empleos. Ahora que el país aviva la relación entre empresarios exitosos y reservas forestales conviene que se tenga en cuenta el planteamiento de Heino. Él debe saberlo, pues como director adjunto del Departamento Forestal de la FAO sin duda ostenta profesión vinculada a la agropecuaria. No dudemos que sea ingeniero silvícola. Conforme publicó este diario la semana anterior, ese funcionario cree que en los montes pueden establecerse más de diez millones de puestos de trabajo en el mundo.
La declaración apareció en la sección económica del miércoles anterior, y no explica en qué basa Heino su aserto. La FAO tiene acceso a muchas investigaciones y estudios realizados en los países miembros (que son casi todos). La FAO patrocina estudios por su cuenta, o alienta muchos de los que se realizan en nuestros países. Nadie dude que los resultados de éstos le llegan a su oficina en Roma, Italia. Discrepo, y lo planteo a ustedes, de la cifra que ofrece el técnico de ese organismo multilateral. Pienso que, sobre todo en naciones de menor desarrollo relativo, el número es fácilmente multiplicable.
La evolución de las economías nacionales no es motivo para que olvidemos que el ser humano depende de la agricultura para alimentarse. Después de todo, por mucho que amemos las modernas tecnologías, todavía no hemos discurrido el modo de comernos una computadora. Quienes rigen y guían a las naciones tal vez tengan razón cuando intentan desprender la mano de obra de la azada y el machete. Ello es necesario para el avance de la humanidad. Pero hemos de lograr que el ser humano monte en el tractor, remueva la tierra y cultive o críe lo que habrá de ingerir para alimentarse.
El campo, para comenzar, puede servir materia prima a la industria. Cuando no existían los jabones líquidos para el pelo a los que llamamos shampoo, las madres los preparaban a base de aceite de aguacate. La mezcla podía incluir aceite de romero que se extraía macerando las hojas de esta hierba que servía como perfumador. Montes depredados con vocación forestal pueden dedicarse a cultivos de árboles frutales, maderables, combustibles y otros. Muchos frutos podrían ser aprovechados en diversos procesos de transformación, rumbos a bienes de uso y consumo con gran valor agregado.
Por supuesto, no pienso que los viejos y nuevos padrinos de reservas forestales talen cuanto hay para reforestar en orden a lo que planteo. Quiero una tarea más responsable por parte de los gobiernos y conveniente para el pueblo, que se dirigiría a recobrar suelos perdidos. Tierras agostadas y marginales pueden aprovecharse en cultivos arbóreos de los que nacen hasta sobre piedras. No pienso en guáyiga, por supuesto al hablar de crecimiento sobre piedras. Aunque nada de malo tiene que la tengamos en cuenta, pues es aprovechable en industrias de repostería artesanal. Aludo más bien a la siembra de leguminosas como el tamarindo o la guazábara. Y en otros cultivos permanentes como el cajuil y el piñón criollo.
De manera que bien trabajado, el monte puede dar lugar a gran cantidad de empleos.