Empleos y salarios en la Estrategia de  Desarrollo del país

Empleos y salarios en la Estrategia de  Desarrollo del país

El mercado de trabajo constituye un elemento clave de  cohesión social y representa el principal eslabón de enlace entre el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

Es por eso que algunas encuestas regionales sugieren que más de la mitad de la población latinoamericana considera el “tener un oficio o profesión” como la “cosa más necesaria para sentirse parte de la sociedad”.  De igual modo, según encuestas realizadas en nuestro país, una gran parte de la población considera que “alcanzar un salario justo” es el rasgo más importante de la vida democrática. Puesto en otras palabras,  tener un trabajo digno representa tal vez la mayor demanda económica de nuestra  sociedad.

Sin embargo, en ausencia de políticas adecuadas,  el mercado de trabajo podría equilibrarse en altos niveles de desempleo. En adición, los salarios podrían ser bajos e insuficientes para garantizar una vida digna a los trabajadores y trabajadoras del país.

La dificultad para la incorporación de los trabajadores más jóvenes, la desigualdad en las remuneraciones,  la explotación de niños, niñas y adolescentes que deberían estar en la escuela y la discriminación salarial contra la mujer son también resultados comunes del mercado nacional.

La superación de esas condiciones hace necesario el diseño y la aplicación de políticas que favorezcan la generación de plazas de trabajo, creen las condiciones para que los empleados reciban salarios decentes, contribuyan a una distribución equitativa de los ingresos y protejan a las trabajadoras y trabajadores más vulnerables.

Estado de situación

Por consiguiente, el mercado de trabajo debe ocupar un lugar preeminente en cualquier estrategia de desarrollo. En el caso dominicano, un reto muy demandante es la generación de empleos, dada la rápida expansión de la Población en Edad de Trabajar (PET).  En efecto, a lo largo de la presente década, la población entre 14 y 65 años se ha expandido a un ritmo de 2.3% anual, y en términos absolutos ha aumentado en alrededor de 1.4 millones de personas entre 2000 y 2009. En promedio, alrededor de 160,000 trabajadores y trabajadoras se han ido incorporando cada año a la Población en Edad de Trabajar. Dado ese ritmo de crecimiento,  una buena parte de la PET es muy joven y alrededor de un cuarto tiene edades por debajo de 20 años. En términos educativos,  alrededor de dos tercios de la población en edad de trabajar tiene un nivel de escolaridad inferior a la escuela secundaria.

En adición al crecimiento de la Población en Edad de Trabajar, una parte cada vez mayor de la misma se incorpora al mercado de trabajo. Es decir, cada vez es mayor el porcentaje de personas en edad de trabajar que se encuentran trabajando o buscando trabajo.  Eso es especialmente notable en las mujeres: mientras hace algún tiempo sólo un bajo porcentaje de mujeres entraban al mercado laboral, en la actualidad 40 de cada 100 mujeres se encuentran laboralmente activas. En consecuencia, de cada 100 personas laboralmente activas, alrededor de 38 son mujeres.  Si bien la incorporación de la mujer al mercado laboral tiene muchas implicaciones positivas, también conlleva el desafío de absorber en condiciones dignas a un contingente de trabajadoras que se expande de forma apresurada.

El crecimiento de la cantidad de personas en busca de trabajo, junto a una expansión limitada de las plazas de empleo, ha dado lugar a un alto nivel de desocupación. La tasa de desempleo alcanzó su punto más alto entre 2003 y 2004, cuando 20 de cada 100 trabajadores se encontraban desocupados. A partir de ese pico, la tasa de desocupación comenzó a bajar a un ritmo lento  y, todavía ahora, cerca de 14 de cada 100 personas en condiciones de trabajar se encuentran sin trabajo.

Eso significa que más de 600,000 personas están ofreciendo su mano de obra pero no encuentran trabajo.  En materia de salarios, el panorama es también preocupante: el poder adquisitivo del salario promedio de un trabajador dominicano no sobrepasa en mucho el poder adquisitivo del salario 15 años atrás.  De hecho, el poder adquisitivo del salario tocó fondo en la crisis del 2003 y a partir de entonces sólo se ha recuperado parcialmente.

El salario promedio entre 2004 y 2009 estuvo por debajo del salario promedio entre 1994 y 2002. La pregunta natural es: ¿cómo resolver esos problemas? Sin dudas, una condición indispensable es garantizar altas tasas de crecimiento de la economía, puesto que si la producción aumenta, es razonable esperar que también crecerá la demanda de mano de obra. Sin embargo,  el vínculo entre el crecimiento económico y la reducción del desempleo es bastante débil en el contexto dominicano.

La economía dominicana tiene que crecer mucho para que la tasa de desempleo se reduzca aunque sea un poco, hasta el punto de que si el PIB crece por debajo de  4.5% en un año dado, la tasa de desempleo aumenta en vez de reducirse. Por tanto, aunque el crecimiento económico es bueno, es claro que no garantiza las reducciones deseadas en materia de desocupación. El crecimiento tampoco asegura que los empleos generados tengan características deseables. Por ejemplo, el crecimiento económico observado desde los noventa indujo en gran medida empleos informales, que no permiten beneficios de seguridad social ni brindan la protección deseada a los derechos de los trabajadores.

En la búsqueda de empleos decentes, se requiere mucho más que crecer. No obstante, el país todavía no cuenta con políticas bien definidas para el mercado de trabajo.  Esto significa que, aunque existen muchas acciones estatales que impactan en el empleo y en las remuneraciones de los trabajadores, tales acciones no han sido concebidas como parte de un programa articulado ni  centrado de forma primordial en esos aspectos.  En materia de generación de empleos, de hecho, la intervención estatal con frecuencia ha centrado su atención en el ámbito macroeconómico, bajo la premisa de que la estabilidad y el crecimiento garantizan la generación de empleos, o bien ha recurrido a la creación de empleos poco productivos en el sector público.

Las propuestas de la END

La propuesta de una Estrategia Nacional de Desarrollo (END) es una oportunidad para pensar en el mercado laboral  desde una  perspectiva más amplia, mirando más allá de intervenciones coyunturales o de políticas macroeconómicas globales. La END parte del reconocimiento de que el mercado es el mecanismo idóneo para incentivar la productividad y el esfuerzo individual, pero que por sí sólo no puede generar un proceso de crecimiento socialmente sostenible. Por tanto, la labor del mercado deberá ser combinada con un papel eficaz del Estado como nivelador de oportunidades entre todos los ciudadanos y ciudadanas.  Se trata de juntar la eficiencia con la equidad. En tal concepción, el Estado debe señalizar los caminos coherentes con el interés colectivo, al tiempo que asegura y fomenta el papel de los precios en condiciones competitivas como principal mecanismo de asignación de los recursos productivos del país.

En materia de empleo, el diagnóstico en la END destaca que la economía dominicana atraviesa  un proceso de cambio estructural, con tendencia hacia la caída en la participación de las actividades agropecuarias y manufactureras, junto a un aumento de los servicios de telecomunicaciones, turísticos y financieros. Por consiguiente,  el crecimiento de las últimas décadas ha mostrado un sesgo que debilita la generación de empleos, ya que los sectores más dinámicos son precisamente aquellos con menor necesidad de mano de obra por unidad de producción. Eso se combina con el mencionado aumento en las tasas de participación laboral, sobre todo de mujeres y jóvenes, lo que aumenta la oferta de mano de obra y, por consiguiente, exige la creación acelerada de plazas de trabajo.

La END aborda ese problema desde varias perspectivas, algunas veces de forma indirecta y otras veces de forma directa.  Por ejemplo, uno de los Ejes de la END se plantea como objetivo alcanzar  “una sociedad cohesionada, con igualdad de oportunidades y bajos niveles de pobreza y desigualdad”.  Si se entiende que la mayor parte del ingreso se genera en el mercado de trabajo, esto constituye de por sí un llamado a pensar en el empleo. Como parte de ese Eje,  la END se plantea también construir una cultura de equidad entre hombres y mujeres, elevar el capital humano e implantar un sistema educativo de calidad. Las referencias más directas al empleo se encuentran en el segundo Eje de la END, el cual plantea la necesidad de “una economía articulada, innovadora y sostenible, con una estructura productiva que genera crecimiento alto y sostenido con empleo decente, y que se inserta de forma competitiva en la economía global”. 

En ese Eje, la generación de empleo decente aparece como un objetivo general, acompañado de un conjunto de objetivos específicos, tales como propiciar mayores niveles de inversión, consolidar el sistema de formación y capacitación y elevar las capacidades de inversión de las MIPYMES. Esos son ingredientes esenciales para fortalecer la empleabilidad de la oferta laboral y la demanda de empleo por parte del sector productivo.  Para pasar de la intención al hecho, sin embargo, se requieren acciones concretas. 

La cifra

2.3 por ciento anual.  Presente década, la población entre 14 y 65 años se ha expandido a un ritmo de 2.3% anual, y en términos absolutos ha aumentado en alrededor de 1.4 millones de personas entre 2000 y 2009.

Zoom

Un mundo mejor

Como toda estrategia, la END presenta lineamientos generales, que deberán encontrar formas concretas de ejecución. En el caso del mercado de trabajo, la puesta en marcha de la END deberá dar lugar a un conjunto de acciones en algunas áreas esenciales. Por ejemplo, las políticas macroeconómicas en el marco de la estrategia deberán tomar en cuenta el impacto sobre las condiciones del mercado laboral, no sólo en términos de empleo, sino también de remuneraciones y equidad. Por otro lado, se requerirá desarrollar mecanismos de mayor coordinación entre las entidades estatales cuyas acciones inciden en la generación de empleo.  Y, por supuesto, será indispensable trabajar en la generación de opciones educativas orientadas hacia el trabajo  y desarrollar  políticas activas que faciliten e incentiven la generación de empleos.  En general, el empleo y los salarios decentes no deben ser un resultado casual, sino el punto de mayor atención en las políticas públicas dominicanas.

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