Empoderar/empoderamiento

Empoderar/empoderamiento

De cierto tiempo para acá hemos visto y oído algo así como el renacer de un verbo de la primera conjugación: ar, con su aliado sintáctico empoderamiento. En los últimos meses lo hemos recogido en varias escrituras, y, en el orden  oral: en reuniones, tertulias, conferencias y otros contactos.

Las dos voces se hacen entender, la una por la otra por su derivación y, además, por su clara vinculación con la Lengua Latina. No lo trae el DRAE, edición XXII, año 2001. Sí trae “empoderar” y lo explica como forma transitiva del verbo, como palabra en desuso, y que significó: “apoderar”. El DRAE explica también que era usado también como pronominal.

Voy entonces a la “Enciclopedia del Idioma”, de Martín Alonso,  Madrid, 1958, tomo II. Éste nos ofrece; “empoderar” y explica que se usa como verbo transitivo del siglo XVII al siglo XIX, con el sentido de apoderar.

De inmediato acudimos a dos obras más recientes, que se dedican al idioma de nuestro tiempo: María Moliner “Diccionario de uso del Español, Editorial Gredos, Madrid, 1975:  a) Trae solamente “empoderar, y señala que es un término “anticuado”, cuya significación es ‘apoderar’.

b) Manuel Seco, volumen I, letras A-F, “Diccionario Español actual”, con la colaboración de Olimpia Andrés y Gabino Ramos, primera edición del 1999,  nada agrega acerca del tema.

Al ser estas dos grandes realizaciones, lo más reciente acerca del rumbo tomado por “empoderar” y “empoderamiento”, acudo al “Diccionario de Americanismos”, obra de la Asociación de Academias de la Lengua Española”, publicada en 2010 e impresa en el Perú.

Este lexicón nos ofrece “empoderamiento”, y lo sitúa como un calco del inglés ‘empowerment’… empoderar como término masculino, que se usa en Honduras, Costa Rica, Ecuador, Bolivia y Chile. Proceso de afirmación y alta estima, y capacidad y decisión de una institución u organización.

Por si faltare algo curioso o importante, me enfrenté al “Diccionario de Autoridades”, primera publicación de la Academia de la Lengua en la primera mitad del siglo XVIII, nada nos trae aquella edición inaugural. Si fuere un anglicismo, como establecen algunos, no serían términos tan ancianos que muchos investigadores lo dan como en desuso.

Con todo, estaría bien que contrastáramos ese anglicismo, si lo fuere, con el de azafata, introducido por los árabes mucho antes de lo que hemos visto en esta peregrinación. Azafata fue la ayuda de cámara de la reina, que la ayudaba a escoger la ropa que debía vestir y a quitársela a la hora del descanso. Y azafata se reactivó durante el siglo pasado con el nuevo servicio creado para la transportación aérea de pasajeros.     

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