Empujar los destinos

Empujar los destinos

Tizol se vistió tan pronto terminó su desayuno. Había bebido café con leche y mordisqueado un pan con mantequilla. Tenía prisa en llegar al taller de herrería. –¿Qué habrá pasado con la policía? ¿Qué esperan que haga Pirulo para esclarecer una muerte que ocurrió mientras él no estaba en el taller? Cuando Tizol llegó a la puerta de “Traba-gancia” Pirulo ya estaba sentado en el banco de hierro. –Estoy esperándole desde hace veinte minutos. –Gracias; sé que la policía no le dejará tranquilo en muchos días por las investigaciones. –Así es; me llevarán a un almacén donde ellos creen que están instalados los herrajes que entregué hace dos meses.

–¿Para qué harán eso? –Para que identifique los hierros y el portón; se fabricaron con un plano y medidas exactas. Dentro de ese almacén apareció una motocicleta que ellos suponen fue la que usó un “operador intrépido” para matar a Bululo. Pero necesitan una orden de allanamiento y la participación de otras autoridades, no sé si de aduanas o de drogas. El padre Servando cree que Dios nos ayudará a que el rayo de la maldad caiga lejos de nosotros. Su abuelo repetía: “ayúdate, que yo te ayudaré”; para que Dios colabore en nuestras causas debemos poner el mayor empeño de nuestra parte.

–Puede meter su carro en el patio del taller; iremos a pie a la casa de esa mujer. Los dos hombres echaron a andar por la calle. –Sólo Dios podría acabar con la maldad en el mundo; nosotros nada más podemos eludirla, reducirla, quitarle fuerza a los malvados. –¿Quién dice eso; el cura o su abuelo? –Pues no sabría decirle; pero lo oí de boca del padre Servando. En medio de esta charla fueron avanzando hasta llegar a la calle Respaldo Colibrí.

–Esa es la casa de Lolona; le dejo aquí; ojalá tenga suerte. –Gracias; volveré a verle pronto. –Seguiré a pie; quiero ver a qué distancia ha puesto el cura los puntales para los hierros. Tizol subió los escalones de la casa y tocó la puerta. –¡Quién es! gritó una voz. –Soy Tizol, el agente inmobiliario que compra casas; quiero hablar con la señora Dolores Barbosa. –Un momento; abriré el candado enseguida.

 

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