Empuñar los garrotes

Empuñar los garrotes

El conocidísimo paleontólogo y biólogo norteamericano Stephen Jay Gould publicó, en 1980, un escrito académico titulado: “El pulgar del panda”. Trata sobre la evolución de los dedos de ese animal mamífero, nativo de la China central. Este investigador de la Universidad de Harvard estudió un panda fósil con cinco dedos y otro dedo adicional, no oponible, que aparenta ser un pulgar. El panda es herbívoro. Pero, según parece, también existieron animales carnívoros que desarrollaron un falso pulgar, como el Panda gigante. Stephen Jay Gould, admirador de Carlos Darwin, creía que la evolución natural es capaz de “improvisar” soluciones inesperadas, si las circunstancias lo requieren.

Quiere esto decir que “el plan de Dios”, o los “designios inexorables de la naturaleza”, toleran cambios de emergencia o soluciones de “última hora”. Por lo menos eso creyó Stephen Jay Gould, hombre educado entre el marxismo y el evolucionismo. El falso pulgar del panda pudo ser un intento de la naturaleza por crear facilidades para trepar en los árboles. Los pulgares oponibles de los monos les permiten conseguir comida en los árboles y huir rápidamente de los agresores más poderosos. Al hombre, el pulgar le deja empuñar el garrote y manejar el hacha. Sin pulgar, los hombres no fabricarían instrumentos, ni serían “industriosos”.

El garrote es un arma, no sé decir si de defensa o de ataque. Varias veces he mencionado un cuadro de Goya, de la “época negra”, en el que aparecen dos personajes enfrentados en un duelo a garrotazos. La fiereza, el odio, la imposibilidad de sentir piedad, brotan de la pintura e invaden al espectador. Guerras civiles y pugnas sociales, son oportunidades en las que pueden fortalecerse nuestros pulgares… para que nos “caigamos a garrotazos”. Hace miles de años que disponemos de pulgares oponibles.

A diferencia de los pandas, los hombres necesitan de fuertes emociones para empuñar los garrotes y romperse las cabezas. Tener el pulgar y el leño no es suficiente. Ojalá que las tensiones políticas entre los partidos, los abusos de países poderosos con los débiles, no empujen a los dominicanos a pensar en la utilidad que los garrotes conservan desde la época paleolítica. Los impulsos emotivos de agresión-defensa podrían llegarnos desde la frontera dominico-haitiana.

 

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