Sus moradores solicitan al presidente Leonel Fernández que asuma el proyecto residencial que se les prometió. Dicen que no confían en la garantía del ingeniero Diandino Peña

POR LLENNIS JIMÉNEZ

“A Dios que reparta suerte en esta tierra de nadie”, -dijo Jesús Corterreal, empuñando el mentol con el que consigue soportar el triple hedor que lo atrapa cada día.

Él es parte de las cincuenta familias ubicadas en la ruta de desembocadura de la Cañada del Diablo, la que lleva tanta fetidez como la orilla del río Isabela, donde se encuentran las viviendas, a las que también se les rompieron las tuberías del desagüe del séptico.

En este caserío del Hoyo de La Zurza la pobreza se almacena y se multiplica como cadena desastrosa, con tres variables constantes: falta de empleo, insalubridad y hacinamiento.

Vivir aquí es una tragedia. La gente fue ubicada en esta área el 26 de julio del 2006, por disposición del  director de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (OPRET), Diandino Peña.

 Proceden de La Zurza, de donde se mudaron para dar paso a la avenida Perimetral, como parte de los trabajos del  Metro de Santo Domingo.

En el traslado le vieron la cara al subdirector de la OPRET, ingiero Leonel Carrasco, quien les prometió que estarían en el lugar provisionalmente y que, dentro de ocho meses serían llevados a un apartamento definitivo.

A un año y cuatro meses del aviso, no existen ni las zapatas para la obra que esperan 170 familias, cansadas de aguantan la contaminación. Ahora esperan que Carrasco les diga cuándo serán sacados de la orilla del río y les urge que se les limpien los contenedores de las materias fecales, que se rebosaron en el entorno.

El Comité Gestor que organizó la mudanza y que dirige Biola Díaz, no desmaya. Luchan, a toda costa, para que los edificios que les corresponden no sean entregados a otras familias, como sucedió en el pasado gobierno, con el proyecto Brisas del Este.

Repudian que el ex presidente Hipólito Mejía permitiera que los apartamentos que están al frente de sus casuchas fueran asignados a simpatizantes perredeístas, cuando al inicio de la construcción, en el primer gobierno de Leonel Fernández, se les escogió como futuros propietarios.

EL MUNDO DE LOS CHICOS

A las 11:50 de la mañana de ayer, los gritos de la pequeña Jazmín Rodríguez Reyes, traspasaban las paredes de las viviendas, de fina madera.

La niña de tres años no soportaba el dolor de una muela, la que su madre, Juana María (Miriam) no pudo curarle por falta de dinero.

Es mujer de un “chiripero” del Mercado Nuevo, y lo que gana  no le alcanza para los alimentos de sus tres hijos, todos en edad escolar.

Un arroz con berenjena comían al mediodía, antes de que llegara la energía eléctrica, que reciben por escasas horas.

Su vecina Teresa de los Santos estaba en similar situación, serviría un moro a sus cuatro hijos, ya que no tiene trabajo remunerado, lo mismo que sus descendientes. El anhelo de todos es tener su casa.

Una madre soltera

Madre soltera, con tres hijos, ex mujer de dos hombres y desempleada. Así está Brunilda Fajardo a sus 30 años de edad. Sus hijos comen lo que la abuela gestiona durante el día. Ninguna tiene trabajo remunerado y el Hoyo de La Zurza es la opción para estar en la capital del país.

Dice que está hastiada de trabajar como doméstica en casa de familia, donde por lo regular le pagan RD$3,000 por ir tres días a la semana, con la responsabilidad de cocinar, limpiar, lavar y planchar.

Su último empleo fue en la avenida 27 de Febrero, al que para llegar debía pagar tres vehículos. Así gastaba más que lo cobraba.

Luce fuerte y sana. Sin embargo, no sabe cómo producir para mantener a sus críos. Quedó en quinto curso de la primaria y apenas lee y escribe, con dificultad. Los fines de semana va a la discoteca. Amigos y amigas pagan sus tragos. Brunilda quedó en el grupo de la población que no podrá ejercer una función, lo sabe y le duele, porque quiere lo mejor para sus vástagos, que la superan en escolaridad.