En 1960  corrió sangre  en El Conde

En 1960  corrió sangre  en El Conde

POR ÁNGELA PEÑA
 
N.APELLIDO@HOY.COM.DO
la trompada que el prestigioso pintor Jaime Colson propinó al crítico de arte Horia Tanasescu, frente al bar “1 y 5”, sin motivo aparente”. Años antes, en 1924, la histórica vía experimentó el frenesí de ovacionar desde sus balcones seculares a los fervorosos manifestantes que, a caballo, desfilaron vestidos con sus mejores galas colmando las aceras en apoyo a Horacio Vásquez y Federico Velásquez Hernández, candidatos de la “Alianza Nacional Progresista”.

 En 1930 la sociedad protestaba por el humillante espectáculo que representaba pasear a los presos de la Torre del Homenaje por tan importante y elegante arteria. Algunos lo consideraban bochornoso.

 Después ascendió Trujillo al mando de la nación y ya no hubo más protestas por El Conde, tal vez ni riñas. Las que se sucedieron fueron las manifestaciones de adhesión, marchas cívicas, desfiles militares. En 1942 la fina calle vivió momentos memorables cuando la inmensa muchedumbre le rindió honores “a la egregia figura del Generalísimo”, todos de saco y corbata, hasta aquellos que desde las segundas plantas ondeaban la bandera.

 El Conde acogió al patriota puertorriqueño Pedro Albizu Campos, en julio de 1927, y Francisco Prats Ramírez, “a la sazón trotskista y marxista”, fue designado su edecán. Entonces esa avenida fue un solo festejo: el político boricua fue recibido como un  héroe.

 También Charles Lindbergh fue sensación en esa espléndida ruta por donde desfilaban los más insignes, célebres e ilustres a recibir las cálidas manifestaciones de admiración del pueblo.

 Empero, no fue bienvenido Nelson Rockefeller cuando visitó la República en 1969. El Movimiento Ecuménico de Cristianos Comprometidos ocupó la Catedral Primada y comenzó a tocar las campanas cuando el millonario y político pasó por la Arzobispo Meriño y atravesó El Conde. “El toque de campana daba un sentido de protesta a un funcionario norteamericano que se suponía no debía estar buscando nada aquí. Lo invitaron  a hablar de la situación nacional y como se le consideraba  responsable de la intervención militar de 1965 y todas sus consecuencias, había que protestar. El toque de campanas fue una característica muy particular que probablemente no había aparecido con anterioridad”, recuerda José Antinoe Fiallo Billini, actor de aquella manifestación.

La tragedia

 A partir de 1960, sin embargo, a la calle El Conde se presentó la tragedia. La “tarbia” se manchó de sangre, la arbitrariedad se impuso. Y así siguió en 1961 cuando después de ajusticiado el déspota sus familiares se resistían a marcharse. Allá fueron estudiantes y catedráticos de la Universidad de Santo Domingo, en octubre de 1961, a exigir a gritos la destitución del rector, a proclamar la autonomía de esa academia.

 Al poco tiempo se fueron a ese Conde ya tumultuoso los grupos estudiantiles enfrentados, el Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC), socialcristiano, y Fragua, coalición de las organizaciones de izquierda, demandando territorios exclusivos hasta que en 1963 dirimieron sus diferencias para unirse en protesta contra el Golpe de Estado contra el Presidente Juan Bosch. Las movilizaciones,  golpes, pedreas, macanazos, los tanques y las balas fueron constantes durante el abril revolucionario y en los combatibles doce años balagueristas.

 Pero nunca fue El Conde tan activo en la lucha por la democracia como en esos meses de 1961 cuando la multitud se congregaba en las esquinas o lo recorría pidiendo a coro libertad, enfrentando a los paleros de “Balᔠque venían de toda la estructura represiva trujillista y balaguerista, clamando “Paredón pá los Trujillo”, mandando a sus casas a los “yankis” mientras el periódico todavía en manos de la fuerza heredada del tirano los acusaba de estar influenciados por las ideas de Nikita Kruschev, primer secretario del Partido Comunista Soviético.

 Todo ese furor político comenzó en 1960 con el asalto al local del Movimiento Popular Dominicano en la avenida Duarte. El régimen había “permitido” una falsa libertad de asociación y la organización distribuía hojas sueltas denunciando perseguidos, desparecidos, presos. Pero El Servicio de Inteligencia Militar hostigaba a sus miembros. En septiembre se ahogó la voz de uno de sus dirigentes que arengaba: “¡Pueblo dominicano, si te organizas y te movilizas, triunfas. Más vale morir de pie que vivir de rodillas! ¡Pueblo dominicano: el tirano tiembla!”

 “Los agarraron a todos, los bajaron por la Duarte, entonces José Trujillo Valdez, y terminaron entrando en la calle El Conde, por ahí los pasearon, le entraron a trompadas puras y los encarcelaron”, recuerda José Antinoe Fiallo, a veces protagonista, en ocasiones testigo de los hechos, como lo fueron Fidelio Despradel, Bernardo Defilló, Otto Morales, José Joaquín Puello, Emilio Cordero Michel, Miguel Alfonseca, Iván García, Armando Almánzar, Viriato Fiallo, Rafael Alburquerque, Manolo Tavárez Justo, Leandro Guzmán, Leopoldo Grullón, Asdrúbal Domínguez, “Chichí” Villanueva, Fernando Valleperes, Francisco Alberto Caamaño, José González Canó, Euclides Gutiérrez, en diferentes épocas.

 Las fotos hablan tanto como los documentos escritos y los recuerdos. Cuando se presentaron en El Conde paleros y cadeneros, se crecieron Huáscar Castillo Arbona y José Frank Tapia cobrando a dos esbirros la sangre inocente que derramaron, las torturas, las delaciones, como  aguerridos se mostraron Francisco Alberto Henríquez, Pericles Franco, Ramón Grullón, Juan Doucudray, Carlos Lizardo, Juan José Cruz, en el famoso mitin del Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática del 28 de octubre de 1946, disuelto a palos con un considerable número de heridos por El Conde, donde la consigna era “¡Trujillo asesino! ¡Trujillo ladrón!”, rememora Emilio Cordero Michel.

 Las manifestaciones políticas en El C onde fueron interminables. Aunque el hecho se iniciara en otro lugar.


Durante años El Conde fue escenario de todos los reclamos sociales y políticos, como el del 15 de mayo de 1962 cuando a través de pancartas se exigía “”¡Suelten a Máximo López Molina!” o el 13 de septiembre de 1961  en que muchachos y muchachas pedían “!Muerte al imperialismo!”

 Las bombas lacrimógenas inundaban el ambiente, agentes festinaban con sus armas, soldados patrullaban, aviones volaban sobre el Conde en estado de emergencia. Tan cotidiano era el clamor popular por la justicia que el momento fue caricaturizado haciendo mofas de tantas protestas por El Conde en esos agitados años 60.

 Hubo un día en que todo fue calma. El comercio cerró sus puertas. La multitud se recogió. Las consignas  revolucionarias se acallaron. Aplacaron la actitud rebelde. Fue el 29 de diciembre de 1961. En una foto se captó la paz. La literatura al pie  explica: “Silentes, desérticas, vacías, así estaban ayer las calles de la capital por la huelga general”.

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