En 2019 necesito unas vacaciones, lejos de la pobreza y renegando de los dolores, apartado de la envidia y corriendo de los temores; alejado de la rutina, de los enemigos y las ambiciones. Al margen de la política y de las especulaciones, llegar hasta el paraíso y bañarme con aguas y flores; aislado del estigmatismo, del enemiguísmo y de los rencores.

Necesito unas vacaciones, retirado de la prensa amarillista y de complicaciones, de chismes de patios, del racismo, la xenofobia y las religiones. Vivir en un arcoíris lleno de multicolores; corriendo al socialismo, al capitalismo y a todas las demás facciones, separado de creencias y de mal de amores, vivir en el mar con la libertad de los tiburones; apartado de la computadora, del teléfono de la oficina y de las facturaciones.

Necesito unas vacaciones, para olvidarme de Trump, de Maduro, de Almagro y de todos los otros enemas generadores de convulsiones. De la sonrisa falsa de Hillary Clinton, del peluquín de Amable Aristy, el tinte Valdez Albizu y, el periodismo de extorsión de supuestos comunicadores. Donde no escuche las palabras corrupción, impuestos ni tampoco elecciones; en un lugar donde uno pueda vivir o morirse sin tener que dar explicaciones.
Necesito unas vacaciones, para poder disentir de mi orgullo, de mi beligerancia y mis convicciones. Pedir perdón por los errores, la concupiscencia y maquinaciones; y poder escribir con tinta indeleble mis buenas acciones. Vivir el presente, proyectar el futuro, borrar el pasado y mis frustraciones y, sonreírle a la vida y a las cosas buenas que ella propone.

Necesito unas vacaciones, para analizar los problemas y buscar soluciones, perdonar a mis enemigos y convertirme en un ente de conciliaciones, crear perspectivas de nuevos proyectos y de cosas mejores y, ver esa luz que suele brillar en el horizonte. Decidir por mí mismo y no dejar que otros tomen mis decisiones. Alejar el escepticismo y crear las condiciones; para besar a mi hija, amar a mi esposa y dar gracias a Dios por todas las bendiciones.