En barrios pobres se agarran de Dios

En barrios pobres se agarran de Dios

Residentes en los sectores La Ciénaga, Ribera del Ozama y las proximidades de la cañada Guajimía, tres de los sectores de Santo Domingo más vulnerables a los efectos de las lluvias, dijeron ayer que sólo les queda «agarrarse de Dios» y «esperar» ante el peligro de inundación a que están expuestos como consecuencia de los aguaceros que acompañan a la tormenta tropical Odette.

Solicitaron a las autoridades acudir en su auxilio ya que no tienen recursos para salir del lugar.

«Tenemos miedo. No dormimos de noche, porque este río está cerca y cuando viene a ver nos ahogamos», dijo Primitiva Montero Martínez, residente en Las Lilas, del sector Ribera del Ozama, cuya frágil vivienda está a menos de 20 metros del río, que ayer aumentada de nivel.

Recientemente grandes extensiones de la región norte del país resultaron inundadas tras intensos aguaceros que provocaron por lo menos nueve muertos, pérdidas millonarias en la agricultura y obligó a que fueran evacuadas miles de personas, sobre todo en las provincias del noroeste.

El recuerdo de las devastadoras escenas transmitidas por la televisión está muy fresco en la memoria de la población; por eso, ayer, en Santo Domingo Oeste, a la orilla de la temible cañada Guajimía, Elida Hidalgo se mantenía atenta al televisor, pendiente a los boletines sobre las lluvias y la tormenta Odette.

«¿Cómo que si tenemos temor? Muriéndonos del corazón, porque yo soy la que quedo más próximo a la cañada,» expresó Hidalgo.

Añadió que espera que en cualquier momento se le inunde la casa que ocupa junto a su esposo y cuatro hijos, «esa (inundación) la espero yo como saber que voy a morir, que va a subir (las aguas de la cañada)».

Sin embargo, la mayoría de las personas consultadas manifestaron que prefieren esperar hasta el último minuto dentro de sus casuchas por temor a que los delincuentes les roben las pocas pertenencias que poseen.

Brigadas de la Defensa Civil recorrían los lugares más vulnerables situados en la orilla del Ozama alertando a los residentes, pero hasta la tarde de ayer ninguno había sido evacuado. En La Ciénaga, además, se habilitó un salón en la escuela Virgen del Carmen.

«Aquí todo el mundo se mantiene en alerta y si hay inundaciones exageradas, entonces tratamos de sacar los niños hasta la escuela Perú», expresó José Francisco Rosario, sin ocultar su temor de que la cañada Bonavides se desborde como ha ocurrido otras veces. Su vecino Juan Alberto Rosario, voluntario y dirigente de la Junta de Vecinos la Buena Unión, pidió a las autoridades acudir en rescate de La Ciénaga porque ellos “también son humanos”.

El reclamo se repite en cada callejón del paupérrimo barrio donde ayer ya se observaban varias casas inundadas por las aguas.

«Aquí estamos asustados porque desde que cae una agüita se inunda esto aquí,» expresó Altagracia Cuevas, del sector Los Cocos, y cuyo patio es precisamente el río.

Pidió al gobierno que reubique las familias que están próximo al río, «o que nos ayude a arreglar los ranchos».

En tanto la dirigente comunitaria Pimpina Matos dijo que la gente está consciente del riesgo que corre, «pero no quieren dejar sus casas abandonadas porque tienen miedo a los ladrones».

Empero, Domingo de los Santos criticó la «indiferencia» de las autoridades ante el peligro que amenaza a los residentes en la orilla del Ozama.

«Nos sorprende el descuido de las autoridades, aquí quien viene es la prensa, no los representantes del gobierno. Aquí pudiera haber funcionarios caminando para ver lo que está pasando», sostuvo.

El dirigente comunitario expresó que la gente de La Ciénaga mantiene la fe en Dios, «pero no en las autoridades», pues según él, las mismas sólo sirven para endeudar el país, pero no para trabajar.

Del otro lado del río, en el sector Las Lilas, de Ribera del Ozama, la situación es idéntica. La gente está esperando hasta lo último para salir del lugar. Pero todavía en la tarde de ayer no había ido nadie para advertir del peligro de inundación.

«Yo quisiera que nos dieran una ayuda, porque cuando se mete un ciclón la gente tiene que salir huyendo para arriba», sostuvo Primitiva Montero Martínez.

Lamentó que los políticos gasten tanto dinero en campaña, mientras la gente de la orilla del río está desamparada.

Dijo que ella y su esposo están enfermos «de los pulmones» y no tienen dinero para comprar las recetas que le han dado los médicos.

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