En Borojol claman a diario por agua

En Borojol claman a diario por agua

POR LLENNIS JIMÉNEZ GARCÍA
La gente de Borojol no puede decir si está bien o mal. La contradicción se debe a que se consideran libres de la delincuencia barrial y las drogas, pero son  víctimas de la falta de agua potable.

La gente de esta barriada, con aspecto de semillero abandonado, no teme entrar sola a su casa, a las 12:00 de la noche y sus tres  pequeñas calles no dan cabida para el escondite de sujetos malsanos.

 Aquí la preocupación es por el agua salobre, que se mendiga cuando no se tiene.

Como por el “efecto  dominó”, los residentes de Borojol, al norte del Distrito Nacional, sienten que el problema del agua mengua todo el quehacer de la desatendida  zona.

Todos quieren agua apta para el consumo humano, empezando por el vendedor de pollo en la  entrada de la vecindad, en la calle Ravelo esquina Rafael Aloa; Adriana Curiel en su vivienda al fondo de la Ravelo con Yolanda Guzmán, y todo el caserío de la cañada contigua a la planta del Timbeque.

En el área de la cañada, una ciudad de madera y zinc, que en forma peyorativa  muchos califican como el otro barrio, la gente busca agua con el mismo afán de décadas atrás. En el sector de Borojol  se habla del “agua vieja” y el “agua nueva”.  Con la    primera se refieren a las redes instaladas en el gobierno de los doce años de Joaquín Balaguer, anulada en la actualidad. El agua nueva fue instalada por el Programa de Saneamiento Ambiental de los Barrios Marginales de Santo Domingo (SABAMAR), financiado por la Unión Europea.

     Curiel dice que las tuberías fueron sustituidas con la promesa de que el agua no sería salada y que llegaría diario, pero no fue así. Se  les dijo que debían pagar por el servicio.

¿QUÉ CAMBIÓ EN 3 DÉCADAS?

En  1976, cuando se mudó en Borojol, con su primer hijo de tres años,  Curiel tenía que subir 105 escalones con una cubeta de agua en la cabeza, desde la llave pública ubicada en la cercanía del antiguo muelle.

Curiel cree que la situación ha cambiado, pero la vida de la gente pobre sigue siendo precaria. Ahora,  para conseguir agua salen  del sector,  cruzan  cuatro calles hasta llegar a la Juana Saltitopa con Doctor Emeterio Betances.

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