En busca de las armas perdidas… ¿perdidas?

En busca de las armas perdidas… ¿perdidas?

POR DOMINGO ABREU COLLADO
Como en el caso de la búsqueda del Arca perdida, o de las almas perdidas también, tropas policiales y militares andan desplegadas en las carreteras buscando armas supuestamente en manos descarriadas.

Según las investigaciones que no se han realizado, pero que merecen toda confianza porque no hay manera de confirmarlas, las armas en manos de civiles alcanzan un número exactamente indeterminado, aunque no por eso deja de ser un número importante.

Por lo menos hay un indicador confiable: para donde quiera que usted mire verá una pistola acompañando algún chofer, chinero, cambista, chulo, chimichurrero, cobrador o cualquier otra ocupación.

Aparte de éstos están los que portan armas simplemente porque se sienten amenazados por tantas armas que hay en manos de civiles y que no se sabe con qué intenciones la obtuvieron.

Por otro lado están los políticos armados porque no tienen otra manera de ostentar el poder que sienten en sus manos. Y no hay que dejar las legiones de guardaespaldas que andan protegiendo patrones para evitar que les vayan a quitar las armas que éstos portan también.

Aunque el número de armas en la población ha sido considerado todos los años como preocupante, lo más seguro es que miles de padres de familia viven del negocio de las armas, como ocurre con toda actividad que alguien pide que sea suspendida.

Las armas son un negocio demasiado importante como para que sea clausurado de un día para otro. Es un negocio tan importante que ha encontrado gran competencia en el contrabando, que parece haberlo superado con creces. Por eso ha sido necesario que las autoridades se empeñen en legalizar las armas ilegales, de manera que puedan ser utilizadas con toda libertad, como al efecto ha ocurrido, lo que significa que la medida de legalización ha estado funcionando.

Sin embargo, se nota todavía que faltan algunas cosas por resolver en torno al asunto de las armas, y es el del desequilibrio… o mejor dicho, de los desequilibrios.

El desequilibrio número uno es que todavía hay gente que anda desarmada en el país, algo que hay que solucionar para que pueda decirse que no existen privilegios en relación con el porte y tenencia de armas.

El desequilibrio número dos es que no se están otorgando permisos para armas a desequilibrados mentales pobres, sino solamente a los pudientes.  Eso obliga a los primeros a buscarse sus permisos de cualquier manera, incluyendo el uso de recomendaciones de los partidos políticos, que siempre funcionan.

 Un último desequilibrio es que todavía las armas no han sido calificadas como artículos de primera necesidad, no obstante haberse convertido éstas, como se ve, en una importante alternativa para contener la explosión demográfica y evitar la sobrepoblación que amenaza nuestras más importantes ciudades.

La presencia de armas, como si de celulares se tratara, es un indicador de desarrollo y de capacidad de adquisición por parte de la población. Esto es también un indicador de crecimiento económico, y como es lógico, todo el mundo quiere crecer económicamente, y si puede crecer mientras lleva una pistola en la cintura, pues mucho mejor, y el Estado está en la obligación de estimular ese crecimiento.

Finalmente está la competitividad: el país mejor armado del mundo es el que fija las reglas del juego… de cualquier juego, hasta el de la ruleta rusa, y la República Dominicana no puede quedarse fuera de estos juegos, pues corre el riesgo de quedarse fuera de competencia, algo inadmisible.

También en la espaciosa Luperón

No hace 15 años cuando uno llegaba a la avenida Luperón, más ancha que cualquier carretera, y podía entrar hasta sin mirar a ningún lado, conducir en zig-zag y con los ojos cerrados, hacer willy o cualquier virguería sin encontrarse con algún número de vehículos que pudieran poner en peligro la conclusión de cualquier acrobacia iniciada.

Ah de los viejos tiempos. Era la época en que se podía conducir con los vidrios abajo sin el riesgo de asfixiarse con el monóxido del resto de los escasos vehículos.

Mírenla ahora. Cualquiera que la haya disfrutado en esa época y se haya largado a Nueva York no la reconocería si volviera e intentara abordarla como anteriormente se hacía.

Los tapones son ahora cosa común y uno se pregunta hasta dónde llegará el parque vehicular, si es que los planificadores han pensado en algún límite.

Ahora, cuando se pone realmente sabrosa la Luperón es cuando llueve y el tapón parece flotar como flotilla incontable sobre la mar en calma chicha.

De lejos la calma no deja lugar a dudas, pero viéndolo de cerca la supuesta calma tiene otra cara, y cada cara está en cada vehículo estancado, mientras un eco maldiciente parece elevarse en armonioso coro.

Pero no se queda ahí lo de la Luperón. Algunas de las calles que la cruzan perpendicularmente se ofrecen condescendientes cuando estas inundaciones desesperan a los conductores y los incautos se desvían buscando la salvación.

Y entonces aparece lo peor cuando lo que parecía la salvación se abre como una trampa llena de agua también y ya con algunos carros tragados.

Muy tarde para dar reversa. Una hilera ya ha caído en la misma trampa, y cuando alguien va a apearse del carro a coordinar la retirada la lluvia arrecia.

Por suerte están las brigadas civiles locales, cuyos componentes son los únicos que se alegran del enorme fallo en la construcción de la Luperón que les permite levantar algunos pesos rescatando carros inundados, damas histéricas y caballeros que aprovedchan la oportunidad para maldecir al gobierno y prometerse no volver a votar en su vida.

Todo parece indicar que ni los precios de la comida ni lo espacioso de la Luperón volverán a ser los mismos que hace 15 ó 20 años. De manera que a todos los usuarios de dicha vía no les queda de otra más que estar atentos a los boletines de la Oficina de Meteorología para cuando haya sospechas de aguaceros. Pero en lo referente a los tapones secos que nadie se llame a engaño, para esos no han pronóstico que valga.

Para menos esperanza, ningún político ha incluido en su listado de promesas la reparación de la avenida Luperón, por lo que nadie está comprometido a repararla.

Lo único que podría sacarla de su suerte es que algún astuto ingeniero salte con alguna luminosa idea para construirla de nuevo a un costo que le garantice vivir de ello para el resto de su vida.

Y claro que puede lograrlo, todo dependerá de la influencia de sus amigos entre los tomadores de decisiones, cosa que nunca falta si dicho ingeniero es capaz de compartir.

Heroinas del polvo y la carretera

Con decenas de libras sobre la cabeza y espaldas las podemos encontrar en las carreteras secundarias, caminos carreteros y senderos de las zonas más apartadas de la geografía nacional.

Se trata de las vendedoras de los artículos más variados tanto en uso como en color y brillo: cinturones de mujer, correas para caballeros, pañuelos de cabeza y de bolsillo, sets de adornos femeninos para toda la cabeza, el cuello y el pecho, ropa interior, encajes, portamonedas, pulseras, relojes de docenas de marcas… y todo llenando canastas, mochilas y bultos que aplastarían a cualquier ser común.

Y es que estas mujeres no son seres comunes, son heroínas del diario trajinar de las carreteras.

Suelen caminar desde las 6 de la mañana hasta llegada la noche, lo que significan marchas de más de doce horas con muy poco descanso y soportando el sol, el polvo y la lluvia, de la que se resguardan aprovechando alguna casa vecina o echando mano a impermeables habilitados para esos momentos.

Una jornada de doce horas de camino significan aproximadamente 40 ó 50 kilómetros caminando, pero hay que descontar las paradas para la oferta y venta de los productos, lo que viene a reducir la caminata en dos tercios, aproximadamente también.

Incontables son los riesgos de estas mujeres, no solamente expuestas a los peligros normales de las carreteras y los vehículos, sino también a los peligros que representa la presencia en éstas de rateros y abusadores.

Con todo y las penurias que deben pasar estas mujeres no falta quien les quiera sacar casi a precio de costo las mercancías que ofrecen, sin tomar en cuenta el sacrificio de una inversión hasta el riesgo de la carretera.

DETALLES DE LA CUIDAD

Una piedra como sitio para sus juegos

A falta de un espacio para el desarrollo de sus juegos estas niñas y niños recurren a veces a esta piedra como sitio de reunión para inventar su diversión.

No es de su exclusividad. Es decir, no es el único grupo infantil que no tiene donde divertirse apropiadamente y fuera de la influencia malsana de la diversión de los adultos. Es una situación en todo el país, principalmente en las áreas rurales.

La falta de programas nacionales de diversión dentro de la educación infantil empuja a los niños a buscar sus propias alternativas de diversión con lo que tienen a mano, lo que es muy poco.

 La información que reciben indirectamente a través de medios de comunicación abiertos hacia sus padres les transforma en receptores de comentarios y canciones deformantes, lo que se refleja en su vocabulario y cantos.

La inexistencia en la radio -el medio masivo de más alcance- de programas infantiles que ayuden a la formación de los niños y niñas desde temprana edad, les deja abandonados a la influencia adulta y, por lo tanto, a la desviación y malformación.

 Esa falta de diversión para su edad les acorta la infancia y les lanza a temprana edad a las prácticas adultas, cosa a la que contribuye muchas veces también su pronta incorporación a las actividades económicas locales o familiares.

Sin alternativas de recreación física e intelectual entre nuestros niños de todo el país no tendremos nunca aquella juventud alejada de vicios de la que tanto se queja nuestra sociedad actual.

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